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Dimitan ya

Las grandes empresas buscan gerentes competentes, diligentes, sabios. Bien saben que, en manos de mediocres, atolondrados o de poco criterio, se hundirían los millones y esfuerzos puestos en ellas. Por eso sus juntas directivas están siempre listas a reemplazar los gerentes que no dan la talla.

Un país es como una gran empresa. Pero, al mismo tiempo, es mucho más que una gran empresa. Pues en él están en juego no solo las fortunas de algunos cuantos socios, sino la de todos sus millones de ciudadanos y, no solo eso, sino también sus vidas, salud, paz y futuro. De aquí que sea tan importante que estén gerenciados o presididos por dirigentes extremadamente competentes, capaces de dirigir la nave del Estado por rutas que protejan el bienestar de su precioso cargo.

En el caso de Nicaragua, ya desde el 2018 se vio como la gestión autocrática y fraudulenta de los gobernantes provocó una gran explosión social que no supieron manejar. Pudiendo evitarlo avalaron el asesinato de centenares de nicaragüenses y avivaron el fuego. Luego desoyeron los llamados a una solución política. En consecuencia, el país se empantanó en una profunda crisis social y económica. Y aunque esta podía ser superada, con solo anunciar la aceptación de elecciones libres y supervisadas, y el retorno a la civilidad, el Gobierno prefirió atrincherarse en un Estado de sitio de hecho y apostar por la violencia. Juan Carlos Ortega, hijo de los dictadores, resumió su filosofía en su reciente brutal amenaza: “Recuerden que nosotros tenemos las armas y sabemos cómo usarlas”.

A esta actitud prepotente y destructiva, se ha unido otra que no es nueva pero que ha rebasado los límites de lo imaginable. Ante la pandemia del Covid-19 hay gobiernos en el mundo que han sido lentos o reacios en decretar cuarentenas o medidas drásticas. Pero el de Nicaragua es el único, léase bien: el único, en haber promovido activamente los actos multitudinarios. También ha sido el gran campeón en mentir y ocultar como nadie la severidad del contagio. Tan estúpida ha sido su actuación, que han expuesto a sus propios militantes a los mayores peligros, mientras ellos ven de largo los toros desde su búnker del Carmen. Por eso la fundación Arias calificó la actitud de los gobernantes nicaragüenses como “negligencia criminal”. Y no solo ellos. El mundo entero lo ha visto y sentido así.

Esta actuación torpe e irresponsable ya está pasando factura. Si Nicaragua sigue la ruta de Guayaquil, con sus hospitales rebasados y pacientes falleciendo en las calles, la culpa será toda y exclusivamente de una pareja de dictadores que están dando, cada día más, pruebas inequívocas de su incapacidad de gobernar. Las últimas dos intervenciones públicas del comandante Ortega, y el tiempo récord de ausencia que las precedieron, han despertado también las sospechas de ser una persona ausente y con crecientes problemas de coordinación mental, el “saludo a los trabajadores del munda” y el “hoy 21 de…” (siendo 18 de mayo) que fue corregido inmediatamente por su preocupada y extravagante compañera, mientras él, delatando una total falta de preparación, comenzó a hurgar sus papeles para retomar la pista. (Si usted lector no vio la escena bájela en YouTube). La mediocridad de la pareja dictatorial ha sido reflejada también en la de sus seguidores. Como dijese recientemente Francisco Aguirre, “Ortega ya perdió a los pensantes de su partido”. Los insultos de la asamblea a los legisladores ticos, y los disparates de Grisby, llamando al Covid el ébola de los ricos, reflejan una corte de asalariados que, como sus patronos, ni meditan ni piensan bien lo que dicen y hacen.

Hoy se está evidenciando, más que nunca, que la nación está en manos de gerentes mental y moralmente ineptos para conducir la nación; de una pareja que, por su ambición e incapacidad, seguirá, si no se la detiene, hundiendo más al país en la miseria y la desesperanza, arruinando el futuro de la juventud. Es pues urgente que todas las fuerzas vivas; sector privado, militares, partidos, sociedad civil, iglesias, etc., sin timidez, y en forma oficial y contundente, pidan su inmediata dimisión. Será un oportuno golpe político capaz de abrir nuevas posibilidades.

Nicaragua lo necesita.

El autor es sociólogo e historiador, autor del libro En busca de la Tierra Prometida. Historia de Nicaragua 1492-2019.

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