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Elecciones, dimisión y abstención

Ortega debe convencerse que elecciones en las que el poder esté en juego son también la única luz al final del túnel para él también, un túnel cada vez más oscuro y lleno de imponderables

Quizás la frase más sabia en cuanto a la conveniencia de la realización de elecciones libres en Nicaragua quedó sintetizada el pasado lunes en un editorial de LA PRENSA, titulado “Elecciones aunque Ortega no quiera”.

Afirma el editorialista: “Las elecciones que necesita el país y auspicia la comunidad internacional son para que termine sin violencia la dictadura y se abra el camino a la reconstrucción de la democracia de una manera cívica y pacífica. Si no es para eso, no tendría sentido que la verdadera oposición participe en las elecciones”.

Dicho de otra manera, si no hay participación en las elecciones sí tendría sentido un llamado a la abstención, como en junio del 2016, cuando el régimen sacó de juego a la verdadera oposición aglutinada en la casilla del PLI, al entregarle la personería de este histórico partido, a un grupo de oportunistas encabezado por Pedro Reyes, que lo terminaron de enterrar agotando así su capital histórico.

Llamar a la abstención, o legitimarla de previo, sin que ni siquiera haya comenzado el proceso electoral y menos aún, sin conocerse las condiciones, es a mi criterio un grave error que va en contra de la única vía pacífica que existe para cambiar la dictadura, que no sea por una dimisión, o rendición de Ortega y Murillo como propone el doctor Humberto Belli en un artículo publicado el mismo lunes bajo el título “Dimitan ya”.

Yo estoy de acuerdo con la propuesta de que el régimen dimita, pero el sentido común y sus acciones me obligan a creer que ni que se los pida la Santa Sede van a acceder al llamado, por más patriótico y racional que sea. Quizás el único sector de los que menciona Belli que podrían tener eco en el llamado a la dimisión son los militares, como ocurrió en Bolivia, escenario sumamente improbable en Nicaragua.

Eso nos deja con un segundo párrafo que quiero citar del mencionado editorial: “La oposición auténtica, democrática y civilista, ha sido categórica en eso. Pero tal vez sería necesario que desde ahora hiciera un compromiso público y una declaración en ese sentido, para que Daniel Ortega entienda perfectamente que no es así no más que con otro fraude electoral obtendría la legitimidad política que tanto necesita de manera apremiante”.

El editorial concluye, correctamente, que la comunidad internacional no reconocería a Ortega con un nuevo fraude electoral y que debería de hacérselo saber previamente para que las reformas electorales no sean cosméticas, sino de fondo y no se le vaya a ocurrir montar otra farsa electoral. Ortega debe convencerse que elecciones en las que el poder esté en juego son también la única luz al final del túnel para él también, un túnel cada vez más oscuro y lleno de imponderables. Un túnel cada vez más estrecho.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

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