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Gente de espíritu y con Espíritu

Para que la vida sea vida y merezca la pena vivirse, necesita estar animada por el Espíritu. Todo es fruto de la gente animosa, entusiasta y que echa siempre para adelante, es decir, de gente de espíritu y con Espíritu.

Para que la fe se haga posible en nosotros tiene que ser animada por el Espíritu: “Nadie puede decir que Jesús es el Señor, si no es por la fuerza del Espíritu”. (1. Cor 12, 3).

Para que la Iglesia sea y se mantenga como Iglesia de Cristo tiene que tener su origen, su fuerza y su vida en el Espíritu. El Espíritu es el alma de la Iglesia. Las etapas más florecientes de la Iglesia han sido aquellas en las que la Iglesia se ha dejado llevar y guiar por el Espíritu de Dios sin temor alguno.

Las grandes etapas de la historia de la salvación están llenas de la presencia del Espíritu de Dios. Cuando Dios determina la creación del mundo, allí está presente el Espíritu de Dios, como nos dice el Génesis: “El Espíritu de Dios se cernía sobre la superficie” (Gen. 1, 2). Cuando el Hijo de Dios se va a hacer carne en las entrañas de María, allí está presente el Espíritu de Dios: “Cubriendo a María con su sombra” . (Lc. 1, 35). Cuando la Iglesia quiere dar sus primeros pasos y lanzarse al mundo a llevar a cabo la misión que Jesús le puso en sus manos, allí estaba presente el Espíritu de Dios. (Hch. 2).

Necesitamos mucha gente de espíritu y con Espíritu, capaces de echar para adelante y construir el mundo que todos soñamos. Mucha gente de espíritu y con Espíritu, capaces de hacernos cambiar y así construir al hombre nuevo. (Ef. 2, 15). Mucha gente de espíritu y con Espíritu, gente valiente para dar la Palabra y renovar con su vida el aire contaminado, que muchas veces entra por las ventanas de la Iglesia y la destruye. Mucha gente de espíritu y con Espíritu que rompa el pesimismo y la desconfianza que nos siembra este mundo y nos abra a la esperanza que es el motor que nos empuja a seguir hacia adelante. “Avivar el Espíritu” (Col. 5, 19); la fuerza que nos anima a pesar de todo y por encima de todo.

Allí donde está el Espíritu, desaparece la esclavitud y se hace presente la libertad (2 Cor. 3, 17). Desaparece la cobardía y se hace presente el valor y la fuerza del Espíritu que nos anima siempre a tener esperanza (Ef. 3, 16; 2 Tim. 1, 7). Allí donde está el Espíritu, desaparece la mentira y se hace presente la verdad (Jn. 16, 13). Desaparece el pesimismo y se hace presente la esperanza (Jn. 16, 7-13). Desaparecen las diferencias y se hace presente la comunión. (1, Cor. 12, 4-11). Desaparece la tristeza y se hace presente la alegría de vivir (Rom. 8, 6). Desaparece la corrupción de la vida y se hace presente la reconciliación (Jn. 20, 22-23).

Oremos: “Espíritu Santo: acompáñame, condúceme, toma mi vida. Santifícame, transfórmame. Resucítame, conviérteme, todos los días… Fortaléceme, consuélame en mis pesares. Libérame…”

Opinión espiritu Iglesia de Cristo archivo
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