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El lado oculto de la furia antiracista

Las furias se desataron en Estados Unidos y Europa incendiando comercios y destruyendo estatuas de personajes históricos. La versión dominante es que se trata de una protesta universal contra el racismo, como afirmó el gobernador Cuomo, de Nueva York; una ola de indignación, en cierta forma justificada, por la brutal muerte de George Floyd. La realidad, sin embargo, es más compleja y esconde aspectos oscuros e ignorados.

En Psicología se usa el término “racionalización” para denotar cuando inconscientemente atribuimos a nuestras acciones motivaciones nobles cuando, en el fondo, responden a otras que no lo son. Como, por ejemplo, el socialista que dice actuar por amor a los pobres, pero cuya motivación real y profunda es su odio a los ricos.

Dentro de quienes protestan la injusticia racial hay quienes buscan sinceramente mejorar sus sociedades. Pero, a su lado, está la gran multitud motivada, en el fondo, por un rechazo radical a los más valiosos legados de la civilización occidental. La destrucción de las estatuas de Colón, avaladas por los legisladores demócratas de California, como las de Churchill, en Inglaterra, delatan ese afán por denigrar un pasado en que hubo pecados, pero también virtudes y aportes humanitarios invaluables.

El cardenal Ratzinger, un año antes de ser elevado al papado, había advertido proféticamente este síndrome:

“Notamos un auto odio en el occidente que es extraño y que puede considerarse patológico… ya no se ama a sí mismo, ahora lo que ve de su propia historia es solo lo que es digno de culpa y destructivo, mientras ya no es capaz de percibir lo que es grande, puro y noble”. Algo similar ha señalado el cardenal Sarah: “La ruptura es la fuerza motivacional del proyecto político actual”. En el fondo es un espíritu nihilista, que busca la destrucción de todos los valores vigentes y, en particular, el cristianismo traído a América precisamente por Colón.

Parte de este síndrome moderno es también la negación de la responsabilidad personal. Ya no existe el pecado personal. Ahora, como decía otro gran pensador, Solzhenitsin: “Todos los defectos de la vida son causados por sistemas sociales defectuosos que deben ser corregidos”. La mayor mortandad causada por el Covid en la población negra es atribuida, por ejemplo, a un sistema que los victimiza. Ignora así algo señalado por líderes de su propia raza, como Candace Owens y el mismo Luther King, cual es su terrible tasa de abandono paterno; una de las principales causas de su pobreza. ¿Por qué no ocurre lo mismo con los inmigrantes asiáticos que llegaron pobres y subestimados? En gran parte porque vienen de familias sólidas.

Por eso fue tan refrescante oír en las redes sociales a una joven negra gritándole a una protestante blanca: “Yo no soy oprimida; yo soy libre”. Pero en el universo mental de los antisistema, entre los cuales destaca la izquierda, esa libertad no existe; lo que hay son opresores y oprimidos (víctimas), muy a lo Carlos Marx. Desde su óptica Estados Unidos es una sociedad terriblemente racista y opresiva, a pesar de que su población blanca eligió dos veces a un presidente negro, a pesar de lo mucho que ha hecho por promover la igualdad racial, a pesar de que goza de un sistema de libertades y garantías ciudadanas excepcionales, a pesar de que es la nación donde preferirían vivir la mayoría de los pobres del mundo.

Pero la izquierda nihilista y neo marxista no ve virtudes en su país y profesa un odio visceral hacia quienes lo aman.

Por eso es peligroso enarbolar la bandera americana en sus manifestaciones, donde con frecuencia la queman. Por eso Opal, la lideresa de “Black Lives Matter”, es gran amiga de Maduro, un odiador profesional de América, como Ortega. Por eso en una de las protestas en Miami se vio desplegada la bandera del FSLN.

El asesinato de Floyd fue abominable y debe ser un llamado contundente a corregir fallas del estamento policial.

Pero es lamentable que esté siendo aprovechado por sectores destructivos cuya motivación de fondo no es amor a los negros sino odio a su país, a su historia y a sus grandes valores

El autor es sociólogo e historiador, autor del libro En busca de la Tierra Prometida. Historia de Nicaragua 1492-2019.

Opinión furia racista archivo
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