14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

A Edgard Lang y Allan Rivas in memorian

Un magnate de los Estados Unidos a finales del siglo XIX dijo: “ve tan lejos como puedas ver; cuando llegues allí, serás capaz de mirar más lejos”. Se refirió a lo que se podía lograr en dinero y en poder, supongo. Más dinero más poder, y así, hasta que los valores colapsan por no tener respaldo económico –la burbuja especulativa–, colapso que afecta a los que no saben jugar el juego, y nunca a los juegan con los dados cargados.

Edgard Lang y Allan Rivas, ambos amigos de juventud muertos en tiempos de la insurrección contra Somoza, tuvieron visiones antagónicas de la sociedad. Tuvieron en común sin embargo que no pretendían ni dinero ni poder, jugaron limpio sus apuestas. Uno quería que la sociedad cambiara y el otro que se mantuviera el status quo. Ambos perdieron la vida y sus apuestas a juzgar por los resultados.

Edgard y Allan fueron de extracción burguesa, lo que eso signifique según la jerga marxista de entonces, con la que alguna vez me identifiqué, llegando a comprender “científicamente” más adelante que solo soy un pequeño burgués, aunque sui géneris, y me está bien. No veo a nadie hacia arriba ni hacia abajo, ni discrimino por el color de la piel.

Ni Edgard ni Allan ni el suscrito teníamos medios de producción pero sí acceso holgado a desarrollar una conciencia propia. Es natural que uno vaya recorriendo su propio camino en un mundo que se va descubriendo. Después de todo la realidad se manifiesta por sí misma, sin idealizaciones imaginarias.

Edgard trató de reclutarme –sin decirlo– antes de irse a la clandestinidad, hablándome de la situación social del país. ¿Qué hay de nuevo? respondí. El idealismo no lo descarté, pero no tenía claro nada, menos ir a lo desconocido dirigido por desconocidos. Se trataba de tener fe en quién sabe quiénes cuando ya no me ocupaba de mitos. Preferí quedarme en tierra de nadie antes que seguir el camino de otro.

Fue a partir del asesinato de Pedro Joaquín Chamorro algunos años después, que estando en el exterior me decidí por al lado dialéctico de la historia, hasta que los entonces dirigentes de la revolución se convirtieron en su propia antítesis.

Allan murió en el campo contario al de la insurrección por ser leal a una familia. Esto fue lo que me dijeron los conocedores del asunto. Fue por lealtad, y le fue mal, igual que a Edgard con su lealtad con la causa revolucionaria.

Ambos muertos a tiros como tantos otros. Edgard es uno de los Mártires de Veracruz, y Allan pasó a “otro plano de vida” sin que sea recordado públicamente. Aquí lo hago hoy, amigos ambos, inocentes de lo que vendría. Los demás amigos sobrevivientes e intelectualmente honestos ¿dónde están?

“Este artículo fue escrito antes de la muerte de mi hermano mayor, Alejandro José, también in memoriam, en plena pandemia.”

El autor es Doctor en Derecho.

Opinión Allan Rivas Edgard Lang archivo
×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí