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Comenzó la cuenta regresiva

Desde marzo no he escrito sobre las elecciones norteamericanas. A cuatro meses de las elecciones más importantes para el mundo y Nicaragua –las de Estados Unidos el 3 de noviembre— estas ya entraron en su cuenta regresiva, y hoy retomo este tema.

Comienzo con lo elemental. Los dos candidatos —el presidente Donald Trump y el exvicepresidente Joe Biden— son hombres blancos en sus setentas. Biden, ha estado en la política nacional toda su vida como demócrata. Trump ha sido un empresario en el campo de bienes raíces, una estrella de televisión y durante más de tres años el presidente de EE.UU. Aunque fue electo como republicano, hasta 2016 no había militado en ningún partido.

Ambos serán formalmente confirmados por las convenciones de sus respectivos partidos a mediados y finales de agosto. La demócrata será en Milwaukee, Wisconsin, estado que los demócratas quieren reconquistar después de haberlo perdido por 0.77 por ciento del voto en 2016. En el caso de los republicanos, la convención será en Jacksonville, una ciudad de la Florida, el más crucial de los estados “en juego”. Normalmente estas convenciones son grandes celebraciones con decenas de miles de convencionales y simpatizantes. Sin embargo, parece que este año la concurrencia será más limitada y mucho del trabajo de las convenciones será hecho virtualmente, a como está de moda en la era de Covid-19.

Los temas que dominarán las campañas ya están claros. Entre ellos figuran ¿quién mejor para enfrentar la pandemia y ponerle fin a la depresión económica ocasionada por ella; cómo combatir al racismo, sobre todo en contra de los negros, que remonta al siglo XVII cuando llegaron los primeros esclavos africanos a Norteamérica; cómo mejorar la seguridad ciudadana en vista de abusos tanto por algunos policías —como en el caso del asesinato de George Floyd— como por manifestantes que han utilizado el pretexto de marchas para saquear negocios; y, como siempre, cuál de los dos candidatos y partidos es el más idóneo para gobernar al país? Para los demócratas el objetivo es retomar la Casa Blanca, la mayoría del Senado (en donde los republicanos tienen 53 de los 100 escaños) y mantener su sólida mayoría en la Cámara de Representantes. Para los republicanos, la meta es retomar control de la cámara baja, mantener su mayoría en el Senado y, por supuesto, reelegir a Trump para un segundo periodo.

Habrá un poco de drama político este mes en la escogencia de la fórmula de Biden. Él ya anunció que su vice será una mujer. Y un equipo de demócratas, encabezado por su amigo el exsenador Chris Dodd, ya está analizando una lista corta de candidatas. Biden ha dicho que quiere una fórmula con quien tendría buena química y que se inclinaría por una candidata de las minorías étnicas estadounidenses.

Desde el año pasado, los encuestadores norteamericanos se han dedicado a medir las preferencias de los votantes en cuanto a candidatos y los temas de importancia. Les confieso que tengo serias dudas en cuanto a la confiabilidad de las encuestas. Sin embargo, en las últimas semanas ha habido una mayor coincidencia en las conclusiones de estas mediciones independientemente de quien las está pagando y el sesgo del encuestador. Más específicamente ellas —incluyendo las de Fox News, canal afín a Trump— apuntan hacia una probable victoria de Biden.

Estas encuestas no solo han sido nacionales sino que también miden el sentir en los estados “campo de batalla”. Esto porque en 2016 Hillary Clinton sacó tres millones de votos populares más que Trump pero perdió la elección porque Trump ganó cuatro estados cruciales —y sus votos electorales— por pequeñísimos márgenes. Estos estados son Wisconsin, Michigan, Pennsylvania y la Florida. Los tres primeros han sido bastiones demócratas, pero la Florida es un caso especial. Con sus 29 votos electorales, 11 por ciento de los que se necesitan para ganar, es el más “jugoso” de los estados en juego. Y cada uno de los partidos ha ganado tres de las últimas seis elecciones en el estado. En 2016, Trump derrotó a Hillary Clinton por 1 por ciento del voto. Pero las elecciones en La Florida pueden ser mucho más reñidas. En 2000 más de 5,8 millones votaron en el estado y George W. Bush lo ganó —y la Casa Blanca— con tan sólo 537 más votos que Al Gore. ¡Más reñido que eso no se puede! Un último detalle sobre la Florida: en 13 de las 15 elecciones desde 1960, él que ha ganado la Florida gana la Casa Blanca. Por eso ambos partidos invertirán millones en “el Estado del Sol” en donde literalmente cada voto cuenta. Por eso siempre he insistido en la importancia de la diáspora cubana, nicaragüense y venezolana para Trump y, por ende, para su política hacia estos tres países.

Concluyo compartiendo la esencia de un editorial que publicó el 25 de junio el Wall Street Journal, periódico conservador que apoya a Trump. Este advierte que a estas alturas del partido, Trump está posicionado para un “histórico repudio” electoral en noviembre. Lo critica por sus ataques contra los medios, indiferencia en cuanto a la seriedad de la pandemia y la falta de una visión positiva para el futuro. Cierra que el pueblo no quiere cuatro años más de “tumulto y narcisismo.”

Concuerdo con este análisis, pero Trump todavía puede ganar. En 1948 Harry Truman estaba 9 puntos por debajo de su contrincante republicano a finales de agosto y lo derrotó. Y en mayo de 1988, el entonces vicepresidente Bush estaba 19 puntos porcentuales por debajo en las encuestas que Dukakis, el candidato demócrata. ¡Y ganó por 8 puntos porcentuales!

La diferencia en ambos casos: ajustes en la campaña.

El escritor es politólogo e historiador

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