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CONTENIDO EXCLUSIVO.A sus 44 años, Gustavo Martínez pensó que era el final de todo. Creyó que era tiempo de decir adiós al beisbol. Tenía 20 años jugándolo como lanzador profesional desde su firma con los Marineros de Seattle en 1999. Nunca había tenido una lesión que lo dejara fuera del campo tanto tiempo. Al recordar el momento de la lesión es como si estuviera en la primera página de su memoria. “Fue en la tercera apertura del Campeonato durante el primer episodio al primer picheo del segundo bateador”, así de exacto lo rememora. Primero sintió un pequeño dolor en el hombro. Luego se disipó hasta el quinto episodio cuando volvió el malestar en el brazo. “Quise terminar el inning porque estaba ganando. Luego cuando fui al dogout sentía algo no andaba bien”.
El siguiente día no podía mover el brazo. Martínez relata que se hizo todo tipo de exámenes: desde placas a resonancia magnética y solamente aparecía una leve inflamación. Así que empezó con la lenta recuperación. Durante seis semanas ni se imaginó en tirar una pelota. “En un momento pensé en retirarme porque no quería engañar a mi equipo de los Dantos, no me sentía bien, pero me hicieron todos los chequeos y me tuvieron paciencia en la recuperación”, señala. Según cuenta Martínez el tipo de lesión que tenía es muy delicada porque son muy pocos los lanzadores que se recuperan completamente. “La terapia fue lenta, tenía en mi casa muchos equipos para recuperarme y también tenía conocimiento. Así que eso me ayudó mucho”.
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Gustavo Martínez regresó a la loma de los infartos con muchas sensaciones encontradas. El mánager Stanley Loáisiga le dio la confianza de abrir el tercer juego de los cuartos de final contra Nueva Segovia. Martínez sintió cosquilleos de regresar al montículo y se agigantó como solía hacerlo antes de la lesión. Fue retirando oponente tras oponente. En cinco entradas solo permitió dos imparables, ninguna carrera y una base por bolas. El veterano lanzador y también scout de los Rojos de Cincinnati se había reencontrado con su yo del pasado.
“Ahora he decido seguir jugando mientras me sigan dando la oportunidad. Es un trabajo y lo veo con el compromiso de siempre. No con la pasión de joven pero si con la responsabilidad de sobresalir cuando subo a la colina”, explica. Martínez ha perdido la velocidad con el paso del tiempo, pero sus lanzamientos rompientes son un dolor de cabeza para los bateadores. Bien puede tirar un cutter, un split finger, una curva o slider o jugar con las esquinas con su recta de cuatro costuras con un gran comando. Hasta hace unos años era la figura principal del picheo de los Dantos hasta que llegó a imponerse Jorge Bucardo.
“No pude llegar a Grandes Ligas, pero me siento satisfecho por lo que he conseguido en mi carrera. No tuve suerte para subir a la MLB porque el nivel lo tenía”, confiesa. “En 2004 hubo una crisis económica y empezaron a restringir las visas. El mánager y otros coaches me decían cuando estaba en Triple A que me subirían. Al final me hice agente libre y se olvidaron de mi. Luego contrataron a unos jugadores de Ligas Independientes y uno de ellos subió. Beneficiaron a otros que eran americanos. Posteriormente, mis compañeros me dijeron que ese era mi puesto en el equipo grande y lo tenía un pícher de Liga Independiente”, indicó un Martínez orgulloso y consciente que su futuro como lanzador es corto, pero sus conocimientos y experiencias enorme y ahí es donde podría estar su siguiente parada.