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Desgaste innecesario

Los dirigentes de las diversas organizaciones de la oposición no deberían desgastarse en discusiones públicas inútiles, sobre quiénes deben, o no, formar parte de la Coalición Nacional contra la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Eso debilita a la oposición y causa más desaliento a los ciudadanos, que son opositores al régimen pero no tienen confianza en los partidos y movimientos políticos que adversan a la dictadura; ciudadanos que son la mayoría, según las encuestas más confiables que hacen experimentadas firmas extranjeras.

La discusión y la controversia pública en sí mismas no son negativas. Pero hay que conocer cuándo son necesarias y útiles y cuándo no. Además, los diversos actores de la oposición tienen que saber que nadie va a convencer a quien no quiera ser convencido; y que, en todo caso, la discusión pública de ciertos temas medulares hay que hacerla en el momento oportuno. No vale la pena y hasta puede ser dañina la discusión pública prematura sobre casillas electorales y candidatos, puesto que no es el momento para tomar decisiones alrededor de unas elecciones en las que ni siquiera se sabe todavía, si habrá garantías suficientes para que pueda participar la verdadera oposición.

En realidad, según enseñan la teoría y la experiencia política, la controversia pública es una parte indispensable de la política. Los asuntos políticos —que son de interés público— deben ventilarse públicamente, de cara a los ciudadanos. Pero las partes que discuten deben tener un mismo objetivo y la voluntad de llegar a un acuerdo que tome en cuenta los argumentos y propuestas de cada quien.

Además, como advierte el filósofo político Fernando Mires, “cada momento tiene su política y cada política tiene su momento. Equivocar el momento suele ser en política, fatal”. Esto significa que si no es el momento apropiado para formar una alianza opositora en la que puedan participar todos los que son o se dicen de oposición, o no hay posibilidad real de hacerlo, entonces no se debe forzar la situación pues las partes pueden terminar más distanciadas e incluso más peleadas que antes.

También es necesario tener convicción de que, si lo que se busca es que haya democracia en el país, los procedimientos para lograr ese objetivo tienen que ser democráticos, lo cual entre otras cosas requiere tolerancia y respeto a las posiciones de los demás. Por caso, si un partido opositor no quiere formar parte de la Coalición Nacional, por la razón que sea, tal es su derecho y hay que respetarlo. Nadie puede ser obligado a pertenecer a una comunidad política en la que no quiera estar.

Ya llegará el momento, si acaso son creadas las condiciones apropiadas para participar en las elecciones, de que los diversos sectores de la oposición decidan si van a hacerlo en una sola alianza o casilla, o por separado, como sea su voluntad y decisión final. Así ocurrió en febrero de 1990 y de todas maneras doña Violeta y la UNO pudieron vencer a la dictadura.

Editorial Coalición Nacional Rosario Murillo archivo
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