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Médicos de este hospital con medidas de protección. LAPRENSA/Óscar Navarrete

Crónica | Hospital Manolo Morales: tiempo de espera

En la Emergencia del hospital Manolo Morales los familiares esperan noticias de sus familiares en tiempos de pandemia. Desesperación y dolor se percibe.

Una señora llora en la puerta de la sala de Ambulancias del Hospital Manolo Morales, de Managua. Le acaban de decir que a su nieto le hicieron una operación en el tórax para que pueda seguir respirando. Ella se aferra a uno de los pilares de la pared, mientras algunos curiosos se colocan alrededor para lanzarle una mirada compasiva, un gesto de empatía o simplemente escuchar el relato de cómo un carro arrolló a su muchacho. Otras personas escapan de sus alaridos para no alterar sus nervios, y son los que más entiendo: el tiempo parece correr más lento cuando se esperan noticias afuera de la Emergencia de un hospital.

Desde que decretaron la pandemia, en la Emergencia del Manolo Morales solo entra la persona enferma. Hay excepciones cuando el afectado llega en estado delicado o es un anciano o menor de edad. El guarda de seguridad de la sala de Ambulancias, a unos metros de la de Emergencia, a cada momento se quita la mascarilla para meterse un cigarrillo. Cuando se le acaba el paquete, compra otro en los quioscos de enfrente. Yo lo veo atento porque esta tarde llamó a la señora que llora a unos metros de donde se encuentra; le avisó a una familia que el hombre del que esperan noticias sigue intubado, y ayudó a meter a una mujer que llegó llorando de dolor por haberse quebrado el pie en una caponera que se volcó cuando llevaba el almuerzo a su pareja.

Hace más de dos meses el ambiente en este lugar era distinto. Miré llegar en un taxi a una mujer con tos y fiebre que fue trasladada de inmediato a recibir oxígeno. Miré ambulancias hacer tres traslados en dos horas. Y miré que se empezaba a habilitar el área donde atienden a los pacientes de Covid-19, cuyo portón permanece cerrado y ahora está forrado con plástico negro para impedir que se vea lo que allí ocurre. De ese lugar hoy miré salir a un hombre en silla de ruedas, que iba acompañado por una mujer y un muchacho. Todos con mascarillas, hasta el guarda de seguridad que debajo de su uniforme lleva una camisa del aniversario número 38 del triunfo de la revolución sandinista, o una viejita que porta una gorra con los emblemas de la misma fecha.

El hermano de la mujer con el pie roto me dice que toda la emergencia está llena de pacientes. Que no le dio miedo de contagiarse cuando ayudó a meter a su hermana porque si “uno declara en el nombre de Dios que no le afectará el virus, pues no se contagiará”. Minutos después sale un hombre que fue atacado por un perro, tiene mordiscos en la panza, la pantorrilla y los brazos. Cuando lo montan en un camioncito, deja en la acera un charquito de sangre que despide el tufo metálico de la sangre. Me volteo a ver a unos médicos, con trajes impermeables, dobles gorros y mascarillas, que en medio de una pandemia y tantos accidentes, caminan apresurados a buscar sus almuerzos.

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