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La guerra más cobarde

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Guerra

Si lo que hubo aquí hace dos años fue una guerra, como dicen los partidarios del régimen de Daniel Ortega, esta tiene que ser la guerra más cobarde de la historia. Veamos las imágenes. De un lado, atacantes, generalmente paramilitares con walkie talkie, ametralladoras, rostro cubierto, camionetas doble cabina para movilizarse y todo, todo, el Estado y las empresas que controlan, haciendo lo suyo: algunas veces cortaban la energía eléctrica, el abastecimiento de agua potable y la señal de internet de los lugares donde iban a atacar. Del otro lado, muchachos con morteros artesanales, cubiertos con la bandera azul y blanco, que hasta hace poco estaban marchando en las calles o levantado barricadas, creyendo que una rebelión cívica podía terminar con una dictadura.

Akas contra morteros

Cuando comenté esto en los días que sucedían, alguien contestó en las redes sociales: “Usted pone como si los morteros no mataran. Déjeme darle un morterazo a ver si va a seguir diciendo que son inofensivos”. “Para que usted entendiera la desproporcionalidad que quiero exponer”, repliqué, “tendría yo que estar con una Aka en las manos cuando usted quiera defenderse con un mortero, y ahí sí notará la diferencia”.

Celebraciones

¡Y celebran todavía! Es difícil entender qué pasa por la cabeza de unas personas que celebran como victoria el ataque con armamento de guerra a muchachos y sacerdotes que se refugiaron en una iglesia. La Iglesia Divina Misericordia. Tan necesitados de victorias están que lo ponen como si hubiese sido la toma de un cuartel militar, un combate justo o una hazaña heroica. Si las cosas fuesen así, la guardia de Somoza ¿pudo haber celebrado la victoria en la “batalla” del 22 de enero de 1967? ¿O acaso la Policía celebrará entonces la emboscada de La Jagüitas, donde fuerzas élites aniquilaron a una familia, mujer y niños incluidos? Basta ver las paredes pasconeadas del templo, los dos muchachos muertos de un lado, y ni un solo rasguño a los atacantes para saber que lo que hubo ahí fue un acto de la más abyecta cobardía.

Amnistía

Actuaron con premeditación, alevosía y ventaja. Tanto así que desde antes que comenzaran a matar ya estaban pensando en la amnistía que los exoneraría. Recuerdan que en julio de 2018 el comisionado Ramón Avellán le habría dicho a un funcionario de Derechos Humanos: “Yo tengo órdenes de limpiar Masaya, a cualquier costo, no se preocupen que después viene la reconciliación y eso le corresponde al comandante y a los políticos'”. La amnistía fue la gran confesión de culpabilidad. A pesar que procuraron tener unos mil presos políticos, ellos, los que se dicen víctimas del “golpismo”, eran los más desesperados por aprobar una amnistía que les sirviese a ellos como la arena les sirve a los gatos.

Investigación

Tampoco voy a negar que hubo simpatizantes del régimen muertos en esos días sangrientos. Según los propios cálculos del gobierno, cerca de 60 sandinistas fueron asesinados. No se trata de justificar unos asesinatos y condenar otros por razones políticas. Se trata de que sean investigados, procesados y castigados todos los culpables. El asunto que quiero hacer notar en estos días de conmemoraciones, es que no hubo tal guerra ni tales batallas. Hubo masacres. Y la prueba es que nadie le ha “comprado” la versión de víctima que ha promovido el régimen. Al contrario, todos los organismos nacionales e internacionales de derechos humanos coinciden en acusarlos de crímenes de lesa humanidad. Y piden se procese a los responsables para que respondan por ellos. Al final, de eso se trata para tener justicia: que se investigue de forma independiente muerto por muerto, y que pague quien tenga que pagar.

No olvidar

Tenemos la obligación de no olvidar. Contar una y otra vez cómo sucedieron los hechos. Para que las generaciones que vienen no vayan a “casarse” con mentiras históricas como alguna vez nosotros asumimos otras. Esa narrativa de víctimas solo sirve para unos pocos que necesitan justificar sus crímenes como “actos heroicos” para aliviar sus conciencias. Por ello celebran, a pesar de lo descabellado que resulta. Pero eso solo se sostendrá mientras estén en el poder. Después solo quedará la vergüenza de aquellos que participaron. Se acabarán las celebraciones y solo se recordarán los hechos por sus nombres reales. Masacre. Asesinatos.

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