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Hasta la solidaridad contra el Covid-19 persigue la dictadura

No solo no hace, sino que no deja hacer. Estas son historias de nicaragüenses que arriesgan su seguridad por ayudar a los otros ante un régimen que ve la solidaridad como delito.

“¡Pasá tus documentos y esta moto va decomisada!”, le gritaron en un retén policial a la entrada del municipio La Conquista en Carazo, al joven Esli Cerda. El muchacho venía de entregar varios paquetes con material sanitario para personas de pocos recursos económicos y también cargaba con una fumigadora con la que anduvo rociando desinfectante en las casas que visitó.

Al preguntar la razón de su detención el policía se limitó a decirle que “eran órdenes de arriba”. Se lo llevaron a la estación y le dijeron que si quería recuperar la moto tenía que ir a hablar con Pedro Rodríguez Argueta, comisionado mayor de Jinotepe.

Días antes un grupo de al menos cinco jóvenes se pusieron de acuerdo para recaudar mascarillas, desinfectantes y otros suministros higiénicos, para repartirlos en las 16 comunidades rurales de ese municipio.

“Nosotros no andábamos viendo ni partido político, ni credo religioso, ni raza. A todas las personas parejo se le entregaron paquetes, incluso a varios secretarios políticos del Frente Sandinista. El de La Conquista que se llama Ramón López, lo recibió y nos dio las gracias”, dice vía telefónica Cerda.

Ya habían entregado 150 paquetes cuando lo detuvieron. Los siguientes días lo anduvieron “boleando” de un lado a otro, primero le dijeron que la moto estaba en Jinotepe, luego lo devolvieron a La Conquista y de nuevo lo mandaron a Jinotepe, hasta que en una de esas miró al comisionado Argueta y le preguntó por su moto.

“¡Vos sos el hijo de la gran p… que anda diciendo mentiras y repartiendo mierdas!”, fue la respuesta del comisionado.

Inmediatamente ordenó que lo detuvieran y lo llevaran a la parte trasera de la estación policial donde lo siguieron amenazando e insultando. Finalmente, le entregaron la motocicleta, pero antes de irse el jefe policial lo amenazó con cárcel y le dijo que en lugar de andar entregando esos paquetes en la calle se los diera a la alcaldía del municipio.

“Decile a ese hijo de la gran p… de Gerall que lo estoy esperando. Que se venga para acá que aquí lo voy a meter preso”, fueron las últimas palabras que escuchó Esli de parte del comisionado.

Perseguir la solidaridad

La motocicleta de Esli siendo decomisada ilegalmente por La Policía Sandinista. LA PRENSA/CORTESÍA

No es primera vez que el régimen de Daniel Ortega persigue a quienes hacen actos de solidaridad o realizan donativos a la ciudadanía. En octubre de 2015 luego de una larga sequía se comenzó a reportar escasez de alimentos en varios municipios y comunidades del corredor seco del norte de Nicaragua. El Movimiento Campesino decidió enviar unos 800 quintales de alimentos que producen sus tierras en solidaridad con los habitantes de estas zonas.

Un operativo de la policía retuvo los camiones con las verduras, arroz y frijoles. Con violencia impidieron que estos fueran entregados a las comunidades de Macuelizo, Mozonte, Santa María, Ciudad Antigua y Dipilto. Los campesinos prefirieron volver con los alimentos a sus tierras en lugar de entregarlos a las autoridades.

Al siguiente día desde la oficina de la primera dama, Rosario Murillo se dijo que “toda ayuda que se quiera hacer llegar a las personas y familias afectadas por alguna situación, debe ser canalizada a través del SINAPRED (Sistema Nacional para Atención de Desastres)”.

En ese momento pese a que cientos de familias estaban pasando hambre, el régimen de Daniel Ortega se negó a declarar emergencia. Los campesinos por el camino repartieron gran parte de la ayuda entre personas de escasos recursos económicos.

Pero no solo acciones humanitarias han sido perseguidas por el régimen sandinista, ese mismo 2015 el Programa de las Naciones Unidad para el Desarrollo (PNUD) abandonó abruptamente el país, luego de que el régimen les informara que serían ellos los que decidirían que proyectos serian aprobados o no, y que el control total de la gestión y ejecución de los mismos serían asumidos por el ejecutivo.

En aquel momento el PNUD tenía varios proyectos que sumaban unos 20 millones de dólares anuales que serían invertidos en programas de desarrollo como gobernabilidad democrática, medio ambiente, energía y equidad de género. En ese momento se criticó al régimen y señalaron que “el miedo del gobierno” era que esta cooperación fortaleciera a la sociedad civil.

“O nos mata el Covid19 o nos mata el hambre”

Adultos mayores recibieron paquetes alimenticios. LA PRENSA/CORTESÍA
Adultos mayores recibieron paquetes alimenticios. LA PRENSA/CORTESÍA

Hace un par de semanas desde la comunidad indígena Ulwa-mayagna de Karawala se lanzó una alerta ante el aumento de casos sospechosos de Covid-19. Ubicada a 150 kilómetros al norte de Bluefields, sus pobladores viven de la pesca y de los cultivos que producen en sus tierras, mismos que luego son vendidos en Bluefields, donde se presume que alguien agarró la peste y la llevó a tierras indígenas.

Kalua Salazar es jefa de prensa de radio La Costeñísima, luego de la muerte del periodista Sergio León, director de esta emisora, la joven de 25 años quedó a cargo de presentar el noticiero Tras la Noticia, un referente informativo en toda la costa Caribe Sur. Desde ahí, se lanzó una campaña humanitaria para recaudar material de prevención para los habitantes de Karawala.

“Inmediatamente los sandinistas y las autoridades regionales, comenzaron una campaña contra nosotros. Fueron mil y un los intentos para hacernos fracasar, se inventaron rumores, nos amenazaron y nos insultaron, pero al final no pudieron”, expresa Kalua.

El pueblo de Bluefields se volcó a donar cuanto pudo y en pocos días ya tenía suficiente material para realizar el largo viaje hasta esa remota comunidad.

En condiciones óptimas para llegar a Karawala se tardan unas tres horas en panga. Se sale de Bluefields por el mar Caribe y se entra por la desembocadura del río Grande de Matagalpa. Si el tiempo en el mar es malo se puede llegar a tardar el doble de horas. En este viaje los acompañó el doctor, Richard Sáenz, que viajó desde Chinandega para ir a Karawala, llegó con equipos de protección para sanitarios donados por el epidemiólogo Leonel Argüello.

Cuenta Kalua, que en el pueblo los estaban esperando los pastores de las iglesias moravas y anglicanas, pero antes de eso fueron recibidos por un antimotín con un fusil AK-47.

“Nos bajamos de la panga y yo le dije a este policía que traíamos ayuda humanitaria. El policía muy arrogante nos comenzó a interrogar, ahí estuvimos esperando a ver que hacía y llegaron los pastores y les dijimos que traíamos la ayuda de parte del pueblo costeño”.

Información para la prevención del Covid-19 en la Costa Caribe. LA PRENSA/CORTESÍA

El pueblo estaba “triste y apesarado” según la periodista. La gente no usaba mascarillas, muchos no tenían que comer, otros estaban enfermos o de luto por la pérdida de un ser querido. El centro de salud del pueblo es una especie de casita con unas jeringas y algunas vitaminas. No quisieron recibir el material sanitario.

Esta comunidad está bajo el dominio de los secretarios políticos sandinistas y a lo largo de los años han instaurado el temor entre la población a base de represalias y amenazas.

“Son personas muy calladas y apartadas le da temor la visita de extraños. Muchos de ellos son sandinistas y sienten miedo y dependen de sus líderes comunitarios, que les han inculcado disciplina sandinista. Les dicen que todo está bien y ellos se lo creen”, explica la periodista.

En total, se lograron repartir 50 paquete con material de limpieza personal, 83 de protección, 75 paquetes alimenticios, una caja de medicamentos, una caja de mascarillas, tres sacos de ropa y paquetes especiales para las familias con niños recién nacidos.

Desde el exilio

Parte de los paquetes que se han repartido a familias pobres del Caribe Norte y Caribe Sur. LA PRENSA/CORTESÍA

El Gerall al que se refirió el comisionado Argueta cuando amenazó a Esli Cerda, es el periodista Gerall Chávez, que se encuentra exiliado en Costa Rica, desde donde dirige el medio de comunicación Nicaragua Actual.

Chávez también lanzó una campaña para recaudar dinero para la compra de mascarillas, alcohol en gel, guantes y otros insumos. A finales de mayo comenzó a juntar todos estos productos y donativos.

“Yo miraba los entierros exprés y sé de la necesidad económica que es muy grande. Muchas familias no tienen dinero para comprar un jabón, alcohol en gel y otras cosas”, cuenta desde San José, Costa Rica.

La mayor parte de las donaciones fueron en efectivo, con esto se compró todo el material en Nicaragua. Fueron más de 270 paquetes que se entregaron el ocho de junio en El Rosario, Carazo. Ese mismo día la casa del periodista en este municipio amaneció sitiada por varias patrullas de la Policía. No dejaban salir a nadie, incluso a los vecinos. Esto duró desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde.

“Esta acción yo la hice como ciudadano y ellos creían que desde mi casa se iban a entregar la ayuda, pero esto no fue así”, puntualiza.

La ayuda fue recibida por los habitantes, pero con temor. El periodista denunció la amenaza del comisionado Argueta. Pero, esta no es la única acción desde el extranjero que se hace en solidaridad en tiempos de pandemia.

Un grupo de nicaragüenses radicados en Estados Unidos y en conjunto con la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo y la Educación, el mes pasado lograron repartir material educativo para informar sobre las medidas de prevención del Covid-19 en comunidades miskitas de la costa Caribe Norte.

Jonathan Duarte Hooker, es parte de esta iniciativa. Lo que comenzó siendo una campaña de educación derivó en compra de material sanitario para repartirlo entre los más pobres de Bluefields, Corn Island y Puerto Cabezas.

Con ayuda de un investigador del Observatorio de Derechos Humanos de la Costa Caribe, se logró identificar barrios y a personas vulnerables para que recibieran estos paquetes higiénicos. Todo el material se compró en Managua y fue enviado en bus a Bluefields de donde salieron varios voluntarios a entregarlos a las comunidades a bordo de motocicletas, camionetas y hasta en caballos.

Mascarillas fabricadas a mano en Estados Unidos y que pronto serán enviadas a Nicaragua. LA PRENSA/CORTESÍA

“Lo interesante es que no hemos tenidos problemas con la Policía. Yo creo que la razón es que esta gente se siente completamente abandonada. Esta fue la primera vez que alguien llegó a darle algo de ayudita para enfrentar la pandemia, por eso nadie le dijo nada a los CPC”, reflexiona Jonathan Duarte, quien asegura que ha sentido como que la población ha cuidado a los encargados de entregar estas donaciones.

Fueron entregados más de 600 kits de prevención del Covid19, con guantes, mascarillas, alcohol en gel y mucho material educativo en español y mikisto. Posteriormente, este mismo grupo en alianza con miembros de la Unidad Nacional Azul y Blanco de la Costa Caribe, lograron reunir fondos para la entrega de 200 paquetes alimenticios para personas de la tercera edad.

“La idea es que estas señoras y señores, no salgan de sus casas. Ahora estamos gestionando ayuda para personas de las comunidades de San Pancho y San Marino que son comarcas campesinas que están expuestas y en donde no hay agua potable, ni para lavarse las manos”, finalizó Duarte.

Horas tras la máquina de coser

Olga Pérez lleva muchas semanas fabricando mascarillas para enviar a Nicaragua. LA PRENSA/CORTESÍA

Se sienta a coser mascarillas desde las ocho de la mañana hasta pasada la medianoche. Les pone doble tela de algodón con una tela especial como filtro y cuida cada detalle para que se miren bonitas. Olga Pérez, vive fuera de Nicaragua desde hace 18 años. Es originaria de Chinandega, pero vivió casi toda su niñez en puerto Corinto, en donde su mamá le inculcó el valor de la ayuda a los más necesitados.

Fue voluntaria de la Cruz Roja en aquel puerto durante 15 años, hizo sopa para los presos y estando en el exterior coordinó donaciones para el asilo de ancianos de Corinto. Dice que no le da pena pedir con tal de ayudar a los demás.
Olga es costurera y cuando los casos de Covid19 comenzaron a repuntar en Nicaragua no pudo hacer otra cosa que sacar su máquina y comenzar a confeccionar mascarillas.

“Yo quería estar con mi gente de Corinto, pero comencé a coser como loca. Luego cerraron las fronteras y me quedé con el montón de mascarillas. Pasé llorando varios días”, dice desde Miami.

Al no poder enviarlas por avión, comenzó a gestionar por barco y ya tiene una caja con más de 500 mascarillas para donar en Corinto y Chinandega, sobre todo para los trabajadores de la salud.

“A los doctores y enfermeras les hice unas mascarillas especiales, con algodón especial y que vienen más reforzadas”, apunta.

En su página de Facebook puso un anuncio que decía: “El que necesite una mascarilla y no tenga como comprarla me puede pedir una y se la regalo”, muchos amigos se acercaron para comprárselas, entonces ella decidió venderlas a cinco dólares cada una y con ese dinero comprar más tela, más entretela e hilo para seguir fabricando mascarillas para la gente que lo necesitara.

Con sus amigos ha logrado recaudar fondos para comprar materiales sanitarios. En la actualidad prepara al menos dos envíos grandes de mascarillas, guantes e incluso equipo de protección especial para los médicos y personal de salud.

“Hay días que me acuesto a la una o dos de la mañana. Ahí paso encerrada en la casa sentada en la máquina de costura. Estoy haciendo unas mascarillas para niños también, espero pronto puedan llegar a Nicaragua”, cuenta muy emocionada.

Olga dice que cuando se pueda viajar le encantaría volver a Nicaragua para seguir ayudando. Mientras eso pasa, casi todas las noches se acuesta tarde luego de pasar todo el día frente a la máquina de coser.

En la actualidad, luego del acoso en contra de las acciones solidarias en Carazo la entrega de kits de prevención se está llevando a cabo de manera clandestina. Muchos médicos que trabajan en hospitales públicos han recibido estos paquetes de manera privada por temor a recibir amenazas o ser despedidos, en los siguientes días se espera que unas 500 personas reciban más ayuda en las diferentes comunidades de Carazo.

Las donaciones en la Costa Caribe por parte de nicas en el extranjero se han mantenido. Otras personas particulares que no quisieron ser citadas en este reportaje aseguraron que van a seguir siendo solidarios con los más pobres pese a las amenazas de la dictadura. Las mascarillas de doña Olga Pérez ya vienen en camino.

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