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Una mujer desmayada en la zona donde se encuentran los casi 500 nicaragüenses varados. LAPRENSA/Cortesía/Gerall Chávez

El drama que sufren familiares de los nicaragüenses varados en Peñas Blancas en espera de información

Familiares esperan en la parte nica de la frontera y viven de cerca el drama de sus padres, hijos, hermanas y abuelas que están varados

En unos 800 metros cuadrados pueden caber unas paredes altas, agujas viales, una docena de uniformados, patrullas y hasta unas rastras aparcadas. Pueden caber angustias, sonrisas, miedos, enojos, risas y hasta solidaridad.

En este momento, en la frontera de Nicaragua con Costa Rica, cabe esto y más, porque aparte de servir como línea divisoria entre los dos territorios, también marca diferencias entre los casi 500 nicaragüenses que desde hace ocho días están retenidos y la docena de familiares de ellos que los esperan a unos cuantos metros de distancia.

Hilda Pineda está sentada debajo de un remedo de bajareque de plástico. Espera noticias sobre sus dos hijos, una muchacha de 20 años y un joven de 24, retenidos desde el miércoles 22 de julio detrás de unas paredes que Pineda las tiene a unos 150 metros de distancia. “Allá los tienen”, dice señalando con el dedo. “Hace poco los aventaron a ese lado, después que reforzaron los antimotines para acordonarlos y no dejar que vuelvan a bloquear el paso de los camiones”.

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Hartos de esperar la autorización para cruzar hacia Nicaragua, los 500 nicaragüenses que han quedado varados realizaron un bloqueo que no dejaba circular camiones.

La excusa de la dictadura orteguista para no dejarlos entrar es que todos ellos no presentan una prueba negativa de Covid-19.
Sin embargo, Bosco Pérez Pérez llevó un documento de la Caja Costarricense del Seguro Social en el que se especifica que “en este momento no presenta datos sospechosos de Covid-19”, y también le bloquearon la entrada.

Pérez pretendía trasladar las cenizas de su esposo, fallecido recientemente, para enterrarlo en suelo nicaragüense, pero su actual situación provocó que tuviera que entregarle las cenizas a un familiar para que no lo siguiera acompañando en los días que lleva varado. “Tenemos todo legal y no nos dejan pasar”, dijo Pérez.

Afuera, Pineda sigue debajo del bajareque abandonado por la dueña que desde esta semana se trasladó adonde están los retenidos. “Yo no creo que sea por la prueba Covid-19, porque solo es de hacerla y ya, sino que tienen miedo de que estén regresando personas que participaron en los tranques durante 2018”, refirió Pineda.

Antimotines tienen acordonados de esa forma a los varados.LAPRENSA/Cortesía/Gerall Chávez.

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Bloqueados desde el 18

El bloqueo de nicaragüenses en la frontera comenzó desde el sábado 18 de julio. Comenzaron a aglomerarse en la medida que pasaban por Migración de Costa Rica, pero eran bloqueados en la de Nicaragua.

Ninguno de los que estuvieron llegando desde hace siete días ha cruzado libremente hacia territorio nica, a excepción de algunos que se han cruzado desesperados las enormes tapias donde están arrinconados. Algunos han corrido con suerte y no los detienen, mientras que otros han sido regresados por miembros del Ejército, quienes están custodiando los puntos ciegos en la frontera.

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Los cien ciudadanos procedentes de Panamá que Gobernación anunció habían entrado el sábado 25 de julio, nunca estuvieron con los que están varados.

Afuera, Ramón Aráuz Salgado espera noticias de su hermana, Lisseth, retenida desde el 21 de julio en el puesto fronterizo de Peñas Blancas.

Aráuz se encuentra desde hace cuatro días esperando que dejen entrar a su hermana a territorio nicaragüense. Para el viaje solo contaba con 50 dólares y durante la espera ese dinero se le ha ido como arena entre los dedos.

Para poder hacerles llegar a sus familiares ropa, comida, agua, papel higiénico, los familiares les pagan entre 20 y 100 córdobas a los que se encargaban de cargar maletas antes de la pandemia. “Pagamos demasiado dinero a esos hombres”, se queja otra mujer, que espera noticias de su cuñada, quien se encuentra varada.

Un grupo conformado por aproximadamente 10 mujeres y tres varones espera noticias de sus familiares varados en la frontera de Peñas Blancas. LA PRENSA/JADER FLORES

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Invisibles

A Hilda Pineda le llega un mensaje de audio de su hijo varado: “No me va a creer, mamá. Llevo casi dos horas haciendo fila para ir al baño”.

Los varados solo tienen acceso a un baño y por eso las filas para poder utilizarlo son enormes. “Aquí también nosotros tratamos de no tomar mucha agua, para no estar yendo al baño, porque por cada vez pagamos 20 córdobas”, dijo Pineda.

En las noches, todo este grupo de una docena de familiares duerme en el suelo de un nuevo tiangue de Peñas Blancas, al igual que los varados que solo se han tapado con trozos de plástico cuando ha caído la lluvia.

La Policía tica, activistas, iglesias o alguna oenegés les han llevado comida a los varados en los últimos días. También las autoridades costarricenses permiten el ingreso de periodistas que han visibilizado esta situación.

Del otro lado, solo hay policías con caras largas que nunca tienen respuestas a los familiares. “Allá al menos les han ayudado un poco, aquí nadie sabe que existimos”, expresó una mujer dentro del grupo de familiares.

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