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Daniel Ortega y Rosario Murillo se conocieron en persona en 1977. LAPRENSA/Óscar Navarrete.

Lo que una vidente reveló a Rosario Murillo hace 44 años

Rosario Murillo ha llenado de símbolos las calles, carreteras y avenidas; instituciones estatales y hasta lugares públicos de toda Nicaragua desde que Daniel Ortega regresó al poder en 2007. ¿Por qué lo hace?

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Una tarde de finales de 1976, Rosario Murillo se convenció de que con Daniel Ortega cumpliría una misión histórica. Todavía no sabía su nombre ni que era el preso con el que unos años atrás mantuvo una relación epistolar cuando ella trabajaba en LA PRENSA, y que se reencontraría con él unos meses más tarde en Venezuela. De lo único que estaba segura aquel día, después de cerrar la puerta del consultorio de una vidente, era que iba a “conocer a un hombre muy famoso con el que estaba predestinada a cumplir grandes misiones históricas”.

—¿No será que vas a conocer a Alain Delón? —le dijo a modo de broma el notable escritor nicaragüense Erick Blandón Guevara, que la acompañó aquel día. Blandón era amigo desde hace varios años de Murillo e incluso sirvió de mensajero clandestino de Daniel Ortega cuando estaba en la cárcel, en tiempos que la actual pareja presidencial no se conocía en persona.

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Ese día había quedado en almorzar con Murillo en una marisquería famosa ubicada en Belmonte, por donde estaba situado el hospital Vélez Paiz viejo, cuando Murillo le dijo que se desviaran un momento porque consultaría a una “sabia” o vidente muy famosa que recientemente había llegado a Nicaragua desde Nueva Delhi, India.

Blandón nunca ha creído en ese tipo de rituales. Y menos cuando miró que más que un consultorio, el lugar parecía deshabitado, en cuya antesala estaba sentada en un butacón de mimbre una ancianita que le parecía bastante conocida.

—Esa viejita yo la conozco – le dijo Blandón a Murillo mientras esperaban a que la sabia, nombrada Janine Bronssard, tuviera tiempo de atenderla. Murillo le respondió que la viejita podía ser familiar de la Bronssard cuando minutos después se abrió una puerta del fondo y la mujer hizo pasar a Murillo. Blandón la miró y de inmediato cayó en cuenta de que se trataba de la hija de la viejita, una señora originaria de Matagalpa, llamada Griselda Ibarra, y que la adivina no era otra que Fidelia Ibarra de Lemus y Alarcón, parientes del miembro de la Comisión Porras, Cairo Amador Arrieta.

No podía haber confusión porque Fidelia era muy amiga de una tía suya, y era una asidua visitante a la casa de la familia Guevara; además Fidelia Ibarra tenía una figura imposible de olvidar: extremadamente delgada, con mucho colorete en las mejías y los labios; y desde siempre contaba historias bien extrañas, como que había sido casada con un diplomático de alguna nobleza que habría sido embajador en los tiempos de Castillo Armas en Guatemala. Su figura y personalidad llamaban mucho la atención entre los matagalpinos. Fidelia también se supo reconocida por Erick, se asombró al verlo e hizo un mal gesto que Murillo no percibió mientras se dirigía al cuarto de consulta.

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Cuando Murillo salió, Blandón le explicó que había reconocido a la supuesta doctora de Nueva Delhi. Por eso cuando ella le contó lo que le había dicho la supuesta sabia, él lanzó la broma de Alain Delón, el famoso galán francés. Sin embargo, a su amiga de entonces la idea ya se le había clavado en la cabeza para siempre: “No, no tenés idea, Erick. Lo que me dijo fue algo terrible, mirá como vengo”. Dice que le mostró los vellos de los brazos erizados, una reacción que solía tener cuando se asustaba, y recuerda que ella agregó:

–Me dijo que iba a conocer a un hombre muy famoso, que me vería envuelta en una serie de actos terribles, que iba a estar inmersa en un río de sangre.

Avenida de Bolívar a Chávez en época de Navidad. LAPRENSA/Óscar Navarrete.

Símbolos

En 2020 el sello de Rosario Murillo es inconfundible. Aquí, en el viejo centro de Managua, en la avenida bautizada como de Bolívar a Chávez, aún es más evidente. Una veintena de estructuras de metal en forma de árboles, bautizados como “chayopalos”, sembrados en fila por algunos kilómetros y varios lugares remozados con afiches, gigantografías, y emblemas con los colores chillantes, mayoría de ellos rojo, amarillo y azul, característicos desde que Ortega llegó al poder en 2007.

Mientras camina por esta avenida y mira los diferentes símbolos y colores, la doctora en Filología y especialista en Semiótica, Addis Díaz, cita a los teólogos y filósofos Jean Chevalier y Alain Gheerbrant: “Los símbolos son el corazón de la imaginación y revelan los secretos de lo inconsciente y conducen hacia los misterios más ocultos”.

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Por eso, cuando ella ve estas gigantescas estructuras de árboles de metal, imitación de los árboles del pintor simbolista austríaco Gustav Klimt, cuya versión es llamativa, un tanto hermética y plasma el dolor, pena, rabia, deseos y a veces alegría, dice que en la versión de Murillo “prima el kitsch o la estética del mal gusto y cuyo color predominante en sus inicios fue el amarillo”.

Para la especialista, con estudios en la universidad de Humboldt, Alemania, el amarillo está asociado con el capítulo 6 del libro de Apocalipsis: la montura de la muerte era de color amarillo; en tanto, las formas circulares que simulan las hojas, se acercan al ornamento estilizado de los peinados griegos. “Sin embargo, con estos árboles de Murillo muchas personas lo asocian al número de la bestia 666”.

La rotonda Hugo Chávez desde un paso a desnivel. LAPRENSA/ Uriel Molina

La especialista tiene clara la intencionalidad: “La supremacía presente en su mandato, la férrea voluntad de eternizarse en el poder y el empoderamiento de hacerse dueños completos de Nicaragua”.

El pasado 19 de julio, durante el acto del 41 aniversario de la insurrección popular sandinista, llamó la atención un pentagrama que se formó con un pentágono invertido ubicado en el centro de la Plaza de la Revolución, que era sellado por un círculo de fanáticos del partido alrededor. Hasta este jueves, todavía estaba ubicado el pentágono invertido cuya cabeza o punta central estaba en dirección al parque, otras dos puntas diametralmente opuestas señalan hacia el Palacio de Cultura y la Casa de los Pueblos, en cuya abertura estaban sentados los que presidían el acto, y sus dos extremidades restantes hacia la Catedral.

Para Díaz, este pentagrama significa “el control del equilibrio a través de la concentración de la energía”. Para Pitágoras, el pentagrama ubicado correctamente era símbolo de salud y no era negativo. Durante la Edad Media fue considerado símbolo de protección; y durante el Renacimiento, Leonardo da Vinci lo dibujó para representar el sentido de la divina proporción en el arte.

Sin embargo, el pentagrama invertido, como el ubicado el 19 de julio en el discurso de la pareja presidencial, durante el período de la inquisición simbolizaba “la cabeza de chivo y es considerado hasta el día de hoy como la insignia oficial de la iglesia de Satanás”, dice Díaz, y agrega: “Este símbolo ha estado presente en todas las tradiciones esotéricas que giran en torno a los cuatro elementos: agua, aire, tierra y fuego”.

El pentagrama también representa una numerología: 2 y 3, en el que el primero corresponde a la mujer y el 3 al hombre. Sobre el bulevar cercano al Cine González, Díaz detecta que hay un pequeño paseo donde están colocados 7 pentágonos de color blanco. “Aquí nuevamente se utiliza el número perfecto (7) y se camufla el número 666. Llama poderosamente la atención que los cuernos de estos pentagramas están colocados en dirección a la campana, de color ocre, en clara alusión al becerro de oro (Baal)”.

El pentagrama que se formó el 19 de julio. LA PRENSA/Tomada de medios oficiales.

Esoterismo de Murillo

El escritor Erick Blandón Guevara es un profesor e investigador en la School of Languages, Literatures and Cultures de la Universidad de Missouri-Columbia, Estados Unidos. También es un especialista en estudios culturales. Dejó de ser amigo de Rosario Murillo desde finales de los años ochenta, cuando ella se reveló como una persona sumamente intrigante, capaz de apuñalar a sus amigos más leales y movida por la ambición de poder empezó a meter zancadillas a los escritores con Ernesto Cardenal a la cabeza, que la confrontaban y denunciaban su capacidad de manipulación.

No obstante, el rompimiento definitivo entre Blandón y Murillo, se dio después de que publicara el libro Vuelo de Cuervos, el cual es una denuncia del poder en la Nicaragua revolucionaria, cuyo personaje principal, Virgenza Fierro, está inspirado en Rosario Murillo. “Yo le conté la historia de la novela a Daniel una vez, en 1997, que me visitaron ambos en mi casa y a partir de allí jamás volví a verlos”, dice Blandón.

Sobre un bulevar cerca del cine González se encuentran 7 pentágonos señalando hacia la campana recién hecha. LA PRENSA/Óscar Navarrete.

Rosario Murillo no era tan esotérica cuando Blandón la conoció. Él sí recuerda que ella tenía creencias y cuenta que a veces, cuando juntos iban a bacanalear, y que Murillo podía regresarse de donde estuviera si se le había olvidado dejar prendida una veladora a su abuelo, Gregorio Sandino u otra de las ánimas a las que ella veneraba. “Pero no eran tan visible sus creencias, con el tiempo como que se ha enfebrecido más”, agrega.

Existen fotos de Rosario Murillo en los años ochenta, de pantalón y camisa, sin ningún accesorio o colores chillones, como los que se pone ahora. A Blandón sí le ha interesado analizar cómo una mujer con una visión mágica, como ella, se impuso en un partido que en su origen era supuestamente marxista, es decir materialista. “Al final ella se impuso con su pensamiento mágico, porque el poder ahora lo tiene Murillo”, dice Blandón.

Blandón, sin tener conocimientos de esoterismo y ciencias ocultas, pero por la experiencia de conocer a Murillo muy de cerca, dice que los pentagramas y otros símbolos los utiliza para protegerse. “Ella siempre ha creído que su vida y poder está perennemente amenazados”, dice Blandón, y agrega que Murillo está convencida de que junto a Daniel “son los elegidos para el cumplimiento de una misión divina”.

“Ese es para mí el origen de toda la parafernalia: con los árboles de la vida, las piedras turquesas, los anillos, sus vestidos, el cinturón triangular, los colores magenta, amarillo”, dice Blandón.

Ella quedó tan convencida de aquella “revelación” de 1976 con la vidente “venida de Nueva Delhi” que cuando los sandinistas llegaron al poder en los años ochenta, Murillo decía frente a cuadros de dirección, artistas o escritores: “Erick (Blandón) es testigo de que Daniel y yo nos conocimos por un designio en el que se nos anunció que cumpliríamos una gran misión (en el Frente Sandinista), me fue anunciado y lo estamos cumpliendo”, decía siempre hablando en plural. Por más que Blandón le quería hacer ver que aquella mujer pertenecía a una conocida familia matagalpina, y que nunca había sido vidente, Murillo creía ciegamente en sus designios.

Cuando perdieron las elecciones en 1990, Rosario Murillo seguía convencida de que con Ortega tenían que regresar al poder para cumplir los designios de aquella supuesta predicción. Blandón cuenta que ella le confesó que Fidelia Ibarra, la vidente de Matagalpa, la puso a rayar un pliego de papeles y ahí encontró la “revelación”. La maraña de rayas la descifró de esta manera: “Los actos violentos y el río sangre fue la guerra contra Somoza”, le decía Murillo a Blandón, “y el hombre es Daniel, porque no es que era famoso, es que iba a ser famoso, Erick, es Daniel Ortega el hombre”.

Rosario Murillo por primera vez con mascarilla. LA PRENSA/Tomados de medios oficiales.

Anillos y vestuario

En cuanto a los anillos, Addis Díaz dice que sirven esencialmente para marcar un lazo o atar. Sin embargo, en el plano esotérico se cree que tiene poderes mágicos. “Usar muchos anillos en las manos es abrir puertas, entrar en lugares oscuros como una caverna. En los cuentos populares el anillo sirve como medio de reconocimiento. A muchos anillos se les atribuye el saber, la potencia, el poder de ejercer dominio sobre los demás marcando un dominio espiritual y material”, explica.

En el caso de Murillo, Díaz cree que los utiliza como talismán ya que atraen a figuras protectoras para repeler los malos espíritus. “Hoy en día atribuyo el uso desmedido de anillos en las manos de Murillo porque el color de las piedras tiene poderes mágicos, de igual manera evita enfermedades, aleja a aquellos que ‘le quieren hacer daño’. Asimismo, acrecienta la vacuidad de su ser acumulando más poder y dominio”, dice la especialista.

Con relación al vestuario de Rosario, el poder simbólico se lo llevan los colores rojos, rosado chicha, amarillo y anaranjado. No utiliza colores fríos como el negro, blanco o gris. Díaz dice que “su ropa refleja que tiene un temperamento alegre, juguetón, sin embargo, se deconstruye porque tiene un carácter fuerte, ya descrito en otras entrevistas por su hija Zoilamérica”. El uso desmedido de colores chillantes tiene una “descarga negativa y pierde poder, porque desdice de la sobriedad de una primera dama, dice la semióloga.

Rosario Murillo tuvo un encuentro con una vidente que le cambió la vida. LA PRENSA/Óscar Navarrete.

¿Qué significan los colores?

Al analizar la paleta de colores que utiliza el gobierno, Addis Díaz resalta que al ojo humano le ofende la saturación de colores brillantes como el rojo, fucsia, negro, amarillo, magenta y anaranjado. El color rojo simboliza pasión, dinamismo, resalta hasta el enervamiento, a ello se añade que el rojo es señal de muerte. El rojinegro simboliza las pasiones más primitivas y son asociados con el peligro, la rabia, la rivalidad, la oscuridad y la lucha.

La especialista dice que uno de los poetas románticos alemanes, Wolfgang Goethe, aduce que el color amarillento provoca choque, disturbio y sensación de calor. “Para el gran pintor Kandinsky el rojo amarillento es signo de ambición, determinación y triunfo, de ahí que el eslogan más repetido sea Nicaragua triunfa”, agrega.

La concha acústica que fue destruida por esta Administración. Foto de hace siete años. LA PRENSA/Óscar Navarrete

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