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nicaragüenses varados, costa rica, peñas blancas

Régimen orteguista sigue sin darle solución a drama de varados en Peñas Blancas, que llevan trece días al sol y al viento. LAPRENSA/Cortesía

La desesperación empuja a los nicas varados a buscar otras alternativas para entrar a Nicaragua

Este 30 de julio los nicas varados en Peñas Blancas cumplen 13 días de vivir casi en la indigencia. La fuente consultada señala que la ausencia de la prueba de Covid no es el única barrera para su ingreso, sino que los califican de tranqueros.

El discurso de protección sanitaria que ha mantenido el régimen orteguista como excusa para someter a unos 500 connacionales en un rincón del puesto fronterizo de Peñas Blancas tras negarles la entrada a su país porque no presentan la prueba negativa de Covid, se desploma por completo al obviar practicarle ese mismo test a un grupo de varados que ha dejado pasar a cuenta gotas y en secreto durante los últimos días, y a quienes ni siquiera les tomaron la temperatura ni advirtieron sobre las medidas necesarias para prevenir los contagios de la Covid-19.

Aunque todos querían pasar al territorio nicaragüense, los varados abogaron el martes pasado porque priorizaran el ingreso de mujeres con sus niños menores de cinco años, embarazadas y personas de la tercera edad. Un médico que está en la frontera se encargó de elegir quiénes saldrían del tumulto y pasarían a su país sin problemas, sin mayores dilaciones y hasta sin la prueba molecular, que tampoco fue aplicada por el gobierno, a como corresponde, según exdiplomáticos.

Uno de los varados, quien accedió a hablar con LA PRENSA bajo la condición de anonimato, dijo que no se explicaban cómo si la prueba de Covid es tan elemental, permitieron que las mujeres pasaran sin aplicárselas, – ellos creían que el gobierno haría las pruebas al menos a este grupo más vulnerable -y a ellos los dejaban retenidos por no tenerlas. Lo que más querían era una respuesta, pero es hoy y la respuesta nunca le llegó.

El joven, originario del norte del país, explica que el suplicio que pasan en realidad no se debe cien por ciento a la ausencia de las pruebas de Covid, y tiene razones para pensarlo: “No es por la prueba de Covid porque hay varias gentes que han presentado el Covid – el test – y no las dejan pasar. Solo de Panamá sí pasan directo”, contó.

Él denuncia que el factor político también está de por medio. Los mismos agentes de la Policía Orteguista les comentan que no solo están ahí por falta de la prueba molecular, sino por su supuesta participación en los tranques de la explosión social de abril de 2018. Los tratan de “tranqueros”. Sin embargo, la fuente lo niega y tiene pruebas de ello. Él volvía a su tierra después de 11 años de estar en Costa Rica, trabajando en construcción. Traía consigo electrodomésticos que extenuantes horas de trabajo le habían permitido comprar, así como la ropa y los juguetes de su niño. Todo se quedó perdido en aquel limbo, pero al menos él logró salir. Otros nicas también tienen televisores pantallas planas que traían para disfrutar con su familia, dice, pero después de sendos aguaceros que les cayeron, lo más probable es que ya no funcionen, lamentó.

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En numerosas ocasiones los expertos han cuestionado la doble moral del régimen orteguista: piden pruebas a varados con lánguidos recursos económicos, en vez de proporcionarlas gratis, tomando en consideración que han recibido más de 30 mil unidades en donación; aseguran velar por la salud de la población y permiten que los connacionales permanezcan en hacinamiento por días, sin información de cuándo y cómo resolverán su situación. Y ahora podría sumarse la de la descomunal dureza de medidas sanitarias que aplican a los varados retenidos, pero el cuestionable y mediocre tratamiento sanitario que le dan a los seleccionados para entrar.

El varado que conversó con LA PRENSA aún lleva el sol a cuestas. Tiene quemaduras, la piel enrojecida y arrugada por la ferocidad de temperaturas mayores a 30 grados centígrados empieza a formar ronchas y a descascararse. Él padeció el horror durante ocho días.

Hacía un tiempo de comida porque ni el dinero, ni las condiciones permiten cumplir con los tres tiempos acostumbrados. La “poquita plata” no se podía gastar ahí, dijo. Entre todos recogían y compraban tres platos de comida y los repartían. En la noche, bajo un plástico relativamente pequeño, según el cuadro que dibuja en el aire con sus manos, dormían 20 y a veces, hasta 30 personas acurrucadas para capear el frío o la lluvia.

Las mujeres, además de padecer por el solo hecho de estar ahí, también enfrentaban la insalubridad de otras formas. Muchas de ellas estaban menstruando, en el lugar el agua es escasa y además de la incomodidad de las ropas manchadas, era la imposibilidad de bañarse lo que las afligía.  El único baño provoca náuseas, pero es lo que tienen y deben seguir haciendo uso de él. En su caso iba a las 3:00 a.m. cuando otros intentaban dormir y era más rala la fila.

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La desesperación en la frontera

Los días pasan y la situación sigue igual. Quien nos habla ya no está con los varados en Peñas Blancas, pero tampoco diremos donde se encuentra por su seguridad. Sabe que este martes les dijeron que iban a dejarlos pasar a las 2 de la tarde, después serían las 2 de la madrugada y nada de eso sucedió.

Ante la desesperación de estar ahí sin respuestas, la escasez de dinero y la intimidación en la que viven por parte de autoridades nicaragüenses, que hasta fotografían a quienes hablan con los medios de comunicación, varios han optado por saltar paredes y adentrarse en el monte. Algunos de ellos, según cuenta la fuente, han sido interceptados por miembros del Ejército de Nicaragua, que patrullan la zona. A los que atrapan los hincan, interrogan y culetean antes de indicarles que regresen con el grupo.

La gente se va con temor de que los agarren, pero se arriesgan porque las condiciones en el campamentos son terribles. Cuando no llovía se podía dormir por ratos, pero si la lluvia caía todo el mundo estaba de pie para no mojarse, cuando las donaciones llegaban, las cajas de cartón eran objetos preciados, se convertían en sus camas.

Los rumores son los únicos que van y vienen, uno de ellos es que tienen que cumplir la cuarentena en ese lugar y que su situación se extendería si el gobierno así lo quiere, según les comentaron algunos de los policías más conscientes. En realidad, no hay certeza de lo que pueda pasar y lo más seguro, dice la fuente, es que no les permitan salir por ahora. El régimen orteguista los sigue ignorando. Algunos de los temerarios han corrido con suerte y ya están en suelo nica, como quien nos habla desde el anonimato. Pueden más los deseos de salir corriendo del infierno al que los han sometido, que los golpes y castigos que les esperan si los descubren en fuga.

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