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El no a la razón

La situación del régimen ya no tiene retroceso hacia una solución que regrese a la normalidad al país. Los cientos de asesinatos y la popular demanda de justicia; el desastre de la economía y su temporal irreversibilidad; el aislamiento regional, continental y europeo, las sanciones impuestas, las próximas, los efectos de la pandemia y sus consecuencias, lo colocan en una situación terrible.

He releído la crisis del somocismo en el libro Revolución en la Familia, de Shirley Cristhie, para comparar esta situación con su crisis final tras el asesinato al doctor Chamorro —enero 1978—, esta crisis lleva casi tres años y su permanencia está sustentada en una indefinida impaciencia.

El somocismo se liquidó política y militarmente por no ceder el poder a su legal y cívica oposición; ello detendría el avance de la insurrección —controlada por hijos y ahora nietos del castrismo— y se aseguraba su sobrevivencia. Este régimen no cederá. Sus enemigos tienen los dados cargados con recursos imaginables. Para este régimen el tiempo es una pitón que lo estruja y ninguna dictadura es perpetua.

En el 79 marcharon al exilio miles de compatriotas que fueron injustamente confiscados. Un clan de este régimen posee riquezas y bienes pagados con utilidades procedentes de una corrupción y lavado de dinero.

Al régimen y su clan le asiste la autoinmunidad aunque está denunciado de cometer crímenes de lesa humanidad.

Las crisis de abril de 2018 y la actual por la pandemia le causan una colectiva lesión irreversible. Mientras el orteguismo presida la administración pública, el régimen no podrá revertir esta situación y la Nación y nuestro pueblo nunca prosperarán.

En funcionarios y empresarios orteguistas hay una loca carrera por hacerse de bienes con dinero procedente de la corrupción. En 1990, minutos antes de finalizar el 25 de febrero, aún estaban en los Registros Públicos inscribiendo bienes mal habidos.

“Una guerra de desgaste” llamó a un método el senador Jessie Helms. No de cañoneras ni marines para proteger territorios “neutrales”, sino de desgaste que coarta recursos. Sin empresarios cómplices y con sanciones futuras, el régimen no recuperará nunca ningún progreso. Mienten sus voceros comprados por la hambruna de su miseria. Sus ferias gastronómicas son motivo de risa y lástima. El régimen está promoviendo lo que los pueblos odian: represión y ahogamiento por no buscar una solución a tiempo.

¿Que el régimen aún está a tiempo de restaurarlo todo, únicamente para sobrevivir? Quizá, pero entrando en razón y no soñando una paz con injusticias. No es posible vivir en paz con prisioneros políticos, sin restituir derechos constitucionales, sustanciales reformas electorales. Si el régimen rehúsa, cada día que pasa penetra a un pantano de lodo y brea incendiaria.

El autor es abogado y notario.

Opinión corrupción razon archivo
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