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La metáfora de Calibán

El 20 de mayo de 1898, en El Tiempo de Buenos Aires, se publicó El triunfo de Calibán, de Rubén Darío. Ese año finisecular, España se encontraba en crisis debido a la guerra con Estados Unidos, donde perdió la hegemonía de Cuba y Puerto Rico.

En el drama La Tempestad de Williams Shakespeare, (1610) escrita al comienzo de la colonización británica en Norteamérica, Calibán es un personaje, que debido a la competencia entre Inglaterra y España sobre el control de América, se convierte en una metáfora, política y cultural de la realidad y malestar finisecular hispanoamericana.

Para Darío, los personajes antagónicos shakesperianos, Calibán/Ariel representan al colonizador y al colonizado.

Inclinándose a favor del indígena esclavizado (Ariel) y reconoce en Calibán a la barbarie expansionista estadounidense. Rubén en un discurso sobre Edgar Allan Poe al llegar a Nueva York (1894), había antecedido el tema del Calibán como metáfora para denunciar la amenaza de los Estados Unidos sobre Hispanoamérica.

El término Calibán supuestamente fue tomado del franco argentino: Paul Groussac, a quien Darío dedicara su poema: Coloquio de los Centauros, en Prosas Profanas. En su libro: Del Plata al Niágara, (1897) Groussac rechaza como modelo a los Estados Unidos. Según Marco Cantera Carlomagno, fue Groussac el que inició el antiamericanismo. (Groussac y el nacimiento de La leyenda negra, 2013).

Sin embargo, antes de los eventos del teatro de la Victoria, —donde Groussac el 2 de mayo 1898 se refirió al término calibanesco sobre la agresión del yankee estadounidense, Darío ya se había adelantado mencionándolo en la semblanza sobre Édgar Allan Poe, publicada en la Revista Nacional en enero de 1894, e incluyéndola después en Los raros en 1896.

Darío leía ávidamente a El Sãr, Joséphin Péladan, ocultista francés, fundador de la orden Rose-Croix, que profetizó el triunfo del materialismo. De allí “la adopción del icono que coadyuvaba la oposición al positivismo científico y al Materialismo”, (Carlos Jáuregui: Calibán, icono del 98).

“Esos cíclopes…” dice Groussac; “esos feroces calibanes…” escribe Péladan. ¿Tuvo razón el raro Sãr al llamar así a estos hombres de la América del Norte?” (Darío)

José Enrique Rodó publica su Ariel, (1900) como símbolo de la espiritualidad de Latinoamérica. El Ariel shakesperiano de Rodó también aparece en contraposición a Calibán como representación del materialismo estadounidense. Sin embargo Rubén Darío se antecedió (1894) a esta corriente literaria denominada “arielismo” suscitada después de la publicación de Ariel. Visión que soporta Jáuregui, en la misma tesis, publicada para el centenario de El triunfo de Calibán, en 1998.

En la semblanza sobre Poe, Rubén asocia al yankee con el monstruo Calibán, moralmente inferior, que reemplaza la razón con la fuerza, en cambio a Ariel lo representa como un espíritu noble. El monstruo encarna el mal, satánico. El modelo norteamericano es sinónimo de civilización bárbara. Rubén dirige su ensayo contra Estados Unidos solidarizándose como un hijo de España.

“La España que yo defiendo se llama Hidalguía, ideal, Nobleza; se llama Cervantes, Quevedo, Góngora, Gracián, Velázquez; se llama Cid, Loyola, Isabel; la Hija de Roma, la hermana de Francia, la madre de América. (Darío). Sobre José Martí añadiría Darío: “¿Qué diría hoy el cubano…” al ver a su Cuba “la ansiada perla” a la cual “el monstruo se la traga con ostra y todo?”

Más tanto Darío, Martí, Groussac, Renan, Rodó, no supieron vaticinar que otro monstruo más feroz que Behemot, Leviatán, la bruja Sicorax y que Calibán, se les vendría encima y se los tragaría con “ostra y todo” como ocurrió en 1959 con Cuba y está ocurriendo ahora en Venezuela y Nicaragua.

La autora es máster en Literatura Española

Opinión Calibán metafora archivo
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