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Tanya Mroczek de Amador, directora de Corner of Love en Nicaragua. LA PRENSA/Cortesía

Tanya Mroczek de Amador, directora de Corner of Love: “No creo que Rosario Murillo ame a Cristo”

Una norteamericana con 30 años de vivir en Matagalpa estaba ayudando a los campesinos del norte. Con la crisis de abril de 2018 viajó a Washington D.C, ahora ayuda a los nicas en la frontera de Costa Rica.

Dentro de su vehículo, estacionado en la frontera de Costa Rica con Nicaragua, Tanya Amador habla vía WhatsApp con la revista Domingo. Tiene el aire acondicionado encendido. Afuera el sol quema. Ella acaba de darle de desayunar gallopinto con huevos a unos 500 nicaragüenses a quienes no se les permite la entrada a Nicaragua mientras no paguen una prueba del Covid-19, que cuesta 150 dólares.

Amador, cuyo apellido de soltera es Mroczek, es una norteamericana originaria de Seattle en el estado de Washington, quien en 1992, a los 18 años de edad, se vino a vivir a Nicaragua casada con un primo de Carlos Fonseca Amador, Nelson Amador, matagalpino.

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Ella se graduó de high school y estudió periodismo. La última parte de sus estudios los realizó en Francia, hasta que se casó con Amador. También es pastora luterana, aunque proviene de una familia muy católica con primas monjas y tíos arzobispos.

En Nicaragua fundó una ONG que se llama Corner of Love, con clínicas, escuelas, un hospital, para ayudar a los campesinos del norte. Pero a partir de abril de 2018, la “misión que Dios le encomendó” cambió de rumbo. Fue a marchas y después se fue a Washington D.C., donde se convirtió en representante de la sociedad civil de Nicaragua ante la OEA y el Departamento de Estado. Poco después se fue a Costa Rica a ayudar a los exiliados nicaragüenses y ahora lo hace con los varados en la frontera tica-nica.

En esta entrevista ella desmenuza lo que ha pasado en Nicaragua, con un buen español, aunque no pierde el acento estadounidense. En muchas ocasiones le cuesta hablar, porque lo que recuerda le dan ganas de llorar.

¿Qué hacía hasta 2018 en Nicaragua?
Antes de abril nosotros vivíamos full en Nicaragua, recibíamos brigadas médicas y dentales, también especialistas en ojos. Y en San Ramón, Matagalpa, tenemos unos edificios grandes para la comunidad, un hospital, una clínica, una escuela. Hemos hecho varios pozos para la comunidad. También tenemos un centro deportivo para niños pobres y dos fincas, decimos comunitarias, de donde salen muchos beneficios para la comunidad. Estábamos totalmente metidos en nuestro trabajo de nuestra ONG, Corner of Love, y dirigiendo todos los grupos que nos visitaban en Nicaragua, de Asia, de Canadá, de Sudáfrica.

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¿Cómo vivió las protestas de abril de 2018?
Yo fui a varias marchas. Mi esposo regaló muchísimas banderas y caminamos en Matagalpa, Managua. Creo que es un momento que cambió nuestras vidas, ver el mar de personas que apoyaban un cambio democrático para Nicaragua y creíamos que era el momento, como encendernos en otra función, aunque nunca, nunca, en más de 20 años en Nicaragua habíamos hecho algo político en ninguna forma, pero eso era algo de todo el pueblo, todas las voces, y en especial líderes religiosos. Lo que nos hace actuar en abril son realmente las convicciones cristianas, la búsqueda de justicia, el Señor ama la justicia, el Señor ama la verdad y ya estaban cometiendo muchos crímenes, había mucha violencia. Un juez había participado en una balacera en Matagalpa…, o sea, personas del propio gobierno fomentando la violencia, un juez con la pistola en mano apuntando hacia una mujer, realmente nos hizo cambiar bastante y tomar algunas acciones tal vez un poco drásticas.

¿Qué pensaba de Daniel Ortega y de Rosario Murillo antes de 2018?
Nunca nos gustaban, toda la vida mi esposo ha sido antisandinista. Nunca, jamás, ha participado con ese partido. Él se identifica como un hombre dos veces exiliado por Ortega. Sin embargo, antes del 2018, mirábamos a una Nicaragua donde las cosas marchaban más o menos bien y escuchábamos mucho de los campesinos en el norte, de situaciones que a veces dudábamos o a veces no sabíamos qué pasaba, porque como trabajábamos con 30 mil personas en el norte, nuestra ONG, ellos llegaban a nuestras clínicas móviles, al hospital, etcétera, y muchas veces nos contaban historias, hasta violaciones, asesinatos, muchas cosas. Siempre teníamos esa gran duda, de que qué está pasando, nuestros campesinos se están muriendo, que había tantas historias de personas de muy, muy, muy bajos recursos, que contaban sobre injusticias, pero hasta el 2018 realmente nunca habíamos actuado. Escuchábamos esas historias, a veces investigábamos un poco, dábamos algún apoyo a la víctima. Y cuando se llega a dar toda la crisis realmente fue abriendo nuestros ojos más. Seguro que eran ciertas todas esas historias.

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Usted es una extranjera en Nicaragua…
Yo me casé de 18 años y fuimos muy de pronto a Nicaragua, he vivido más tiempo en Nicaragua que en Estados Unidos. Mi suegro fue como un papá, Luis Alberto Amador Cantarero…, tantos años a la par de él escuchando sus historias, es un hombre que acaba de morir diítas antes de su cumpleaños número 100. Nos contaba tantas injusticias propiciadas por los sandinistas en el norte de Nicaragua. Es un hombre que fue alcalde en San Ramón, Matagalpa, también familiar de Carlos Fonseca Amador. Él estuvo con Carlos Fonseca Amador cuando era joven, lo tenían en su casa prácticamente como otro hijo, ayudando con su crianza.

Familiar de Carlos Fonseca pero no era sandinista…
No. Cada vez que querían saber sobre esas historias, esos cuentos sobre Carlos Fonseca, él siempre tenía que empezar con decir que, bueno, él (Carlos Fonseca Amador) es como una oveja negra en nuestra familia (ríe).

¿Qué decía exactamente de Carlos Fonseca?
Decía que le habían lavado el cerebro, que él era un muchachito que caminaba con un librito de marxismo-leninismo debajo de su brazo, que no se lo quitaba y que don Alberto, que se llama así mi suegro, siempre le decía: “ay mi muchachito, deja eso”. Pero un muchachito que no dejaba de hablar de la metodología leninista y marxista, que era una cosa tan dentro de él, que prácticamente no era como otro joven, que pensaba en fiestas, o esto o cualquier otra cosa que era diversión. Mi suegro hizo todo lo que pudo por él, ayudándole, dándole trabajito. Era muy amigo del padre de Carlos Fonseca. Creo que don Fausto (Amador) era primo de mi suegro. Pero nunca pudieron retroceder esa línea de pensamiento. Estando tan cerca a mi suegro, y escuchando estos cuentos durante 30 años en Nicaragua, me sentí muy parte de la historia Amador.


“Es una adicta al poder, adicta a controlar todo. Es una adicción fuerte. Sinceramente no creo que ella ame a Cristo. Esa combinación de no tener temor a Dios y ser adicta al poder convierte a una persona en un monstruo”. Tanya Amador, directora de Corner of Love.


¿Usted qué opinión se ha formado del sandinismo?
Que no es gobierno, que es una mafia y que realmente sus tendencias son de criminalidad y miedo, de hacer enlaces transnacionales que tienden a ser más cerca del terrorismo que realmente gobernanza. Ellos siempre han demostrado que de repente agarran armas y dan armas a la gente, su gente, y que solo así pueden resolver las cosas.

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Usted habla de cristianismo en su labor, pero el gobierno Ortega Murillo también se declara cristiano.
No. Una falsedad. Ocupan la religión, así como ocuparon a monseñor Obando, ellos ocupan la religión para mantener poder. En algún momento ocupan a un católico, en otro momento ocupan a los cristianos evangélicos. Yo soy pastora luterana y veo como ellos buscan tener influencia con personas de poder en las iglesias, y se meten con líderes religiosos, siempre, siempre con el fin de hacer política con sus seguidores y Dios odia eso.

La sensación es que hay una parte del clero a favor del gobierno y otra que no comparte lo mismo.
Así es. Pero la Biblia es muy clara en eso, de que nosotros no somos del mundo y no tenemos por qué poner nuestra fe en hombres del mundo, nuestra fe es en Jesucristo. Nicaragua en este momento no llega a su potencial, por hombres, y también por religiosos que se prestan a eso, y por otros que se prestan a otros intereses, Nicaragua no llega a su potencial como nación.

¿Qué pasó con ustedes después de lo de abril de 2018?
Nos quedamos hasta la primera semana de mayo. Ya había muertos en Matagalpa. Me voy de Nicaragua a Washington D. C., a la capital, donde está el presidente. Comienzo a reunirme con el secretario general (de la OEA) Luis Almagro, con el Departamento de Estado, con muchos diferentes embajadores, entregando cartas de Corner of Love, tratando de compartir lo que nosotros sabemos de Nicaragua y por dónde va, nuestra gran preocupación de que no se va a resolver, de que Nicaragua solo por las malas resuelve las cosas y que realmente necesitamos apoyo de la comunidad internacional. Comencé a servir como representante de la sociedad civil en la OEA y formé parte del round table de libertad religiosa con el Departamento de Estado y, en fin, en muchos diferentes esfuerzos. Llegué a liderar muchos diferentes proyectos con el gobierno de Estados Unidos y hemos estado trabajando muy de cerca con el embajador Carlos Trujillo, a quien considero un gran amigo, un gran mentor. Él es el gran Titanic en todo esto, el individuo que más ha empujado la libertad en Nicaragua.

Tanya Mroczek de Amador junto a Luis Almagro. LA PRENSA/Cortesía

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Tiene buenos contactos. Este trabajo le debe de demandar muchos esfuerzos. ¿Cómo hace para subsistir?
Yo diría que solamente Dios puede hacer pasar por estas cosas. Yo fui a Washington D. C. y comencé a quedarme allá con amistades, hasta que el trabajo se hizo tan grande que tuve que buscar una residencia mía en el propio Washington D. C. He tenido muchos amigos internacionales que, además de la labor humanitaria en Nicaragua, ellos se sienten muy entregados a la oración y coacción por la libertad de Nicaragua, entonces ellos han apoyado muchos proyectos. Por ejemplo, he traído muchos grupos de víctimas a Washington D. C., he patrocinado muchos encuentros para que los nicaragüenses trabajen juntos y las citas, que no desisto de reunirme con embajadores. Se convirtió en una labor full time. Ahora estoy en Costa Rica más por la pandemia y la crisis ahora que está pasando en Costa Rica, pero sí, Washington D. C. es parte de mis labores ahorita.

¿De qué vive?
En Corner of Love yo gano salario como directora global, pero, más que todo, gracias a Dios, antes de que fundamos la misión, mi esposo trabajó 22 años en Seattle, tenemos nuestra casa allá, nuestros bienes en el estado de Washington.

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Se lo pregunto también porque en las redes se dice que usted es dueña de una tienda de ropa usada en Nicaragua.
(Ríe). Totalmente falso. No soy dueña de nada en Nicaragua. Solo tenemos nuestra quinta, donde se hospedaban los misioneros, que hoy día está cerrada, la clínica, la escuela, todo está cerrado por la violencia en Nicaragua.

¿Cómo llega a Costa Rica?
Estaba en Washington D. C. en lo que le explicaba y comencé a ver en las noticias, en junio de 2018, que muchos llegaban a Costa Rica. Yo dije, quiero ir a la frontera, quiero ir a ver cómo es eso, que cuántos son, porque se hablaba de que eran cientos. Busqué un lugar donde quedarnos en la propia frontera, lo más cerca de Peñas Blancas que pude y rentamos una casa y nos vinimos mi esposo y yo y me recuerdo que el primer día manejamos a la frontera a observar cómo se pasaba la gente. Eran como mitad y mitad. Mitad legal. Muchos entraban en grupos, viendo qué hacían, porque algunos salían como asustados de Nicaragua o ya habían sido víctimas de una agresión. Nos acercamos a los grandes grupos que había allí y les comenzamos a hablar de que nosotros apenas estamos comenzando en Costa Rica, pero nuestra organización se llama Corner of Love y que si deseaban ayuda, nosotros les podríamos apoyar con un pasaje de bus para San José y quizá algunos víveres. Así empezamos a ayudar a las personas. Pero luego se vinieron muchos nicaragüenses, tuvimos que alquilar un lugar y abrir nuestro primer centro de ayuda para refugiados nicaragüenses en La Cruz.

Tanya Mroczek de Amador junto a un equipo que preparan algunas donaciones. LA PRENSA/Cortesía

¿Esas experiencias qué le dicen de Nicaragua?
Que en Nicaragua hay dos clases de ciudadanos: los que son sandinistas o toleran el sandinismo y no hablan en contra del gobierno y los demás, que son tratados como animales, como basura. Aunque son seres humanos, sus vidas no valen y el gobierno los mata. No hay libertad de expresión, etcétera. Y realmente eso (se le quiebra la voz y llora) me emociona un poco porque esos primeros días aquí en Peñas (Blancas) fueron muy duros. Fuimos a rentar otro carro, estábamos moviendo mucha gente, había muchos niños, había muchas madres con tiernos en brazos y había gente que llegaba solo con un zapato, que se habían corrido de Masaya, habían estado por las lagunas y saliendo tan escondido. Fue en ese momento cuando dije, bueno, aquí es donde Dios quiere que continuemos la misión. Hoy día me siento muy feliz porque tenemos dos centros de ayuda para refugiados nicaragüenses. Se hace mucho. En los últimos 90 días, con eso del Covid, hemos dado más de 11 mil bolsas de provisiones de comida a refugiados nicaragüenses.

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¿Qué le dicen los nicaragüenses?
(Llora). Nos dicen que les ayudemos a regresar a su país. Siempre les contestamos que sí, que vamos a estar aquí con ellos hasta que todos vayamos a ir juntos de regreso a Nicaragua.

¿Ha sufrido represalias del orteguismo?
Mucho, mucho, mucho. Mataron a una perrita nuestra y nos mandaron fotos. Balearon nuestra iglesia en San Ramón, el mismo día que estaba en la OEA, que conseguimos una resolución en contra de Ortega. Y había gente adentro cantándole a Dios. Ya no digamos todos los mensajes, como lo que usted vio en las redes (que era dueña de una tienda de ropa usada), no desisten con sus campañas de desprestigio, por todos lados diciendo que somos ladrones, que somos esto, que somos el otro. Es lamentable, pero a estas alturas es lo más normal. Aquí, ahorita, que estamos hablando, estoy en la frontera acá, terminando de servir gallopinto y huevos a los varados y está la Policía y Migración (de Nicaragua) tomando fotos de nuestro vehículo. Toman miles de fotos, para documentar, para que no podamos regresar.

¿Ha sentido miedo?
Claro, claro. Una vez me mandaron una foto de Seattle, de un gran monumento, un mensaje anónimo, con una persona con sus dedos dando el signo dos, como Daniel Ortega, y solo se miraba una cosita en su mochila rojinegro, allí en mi ciudad, de donde es mi familia, donde están mis hijos. Intimidando de que están en Estados Unidos.

¿Qué ha percibido de los líderes de los organismos internacionales con respecto a Nicaragua? ¿Están preocupados?
Claro que sí. Quisieran hacer más. Ellos quisieran hacer mucho más como individuos, pero sus organizaciones tienen reglamentos que ellos no pueden violar.

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A Luis Almagro en un momento se le vio cercano a los Ortega Murillo.
Sí. Ahora es distinto, totalmente volteado. Un caso perdido para Daniel Ortega, dijera yo. Y en eso siento que he tenido un gran rol personalmente en el cambio de actitud de Almagro, porque la primera puerta que toqué en Washington D. C. fue con él. Me senté con él, lloré con él. Y luego regresaba y regresaba. Logré conectarme con el señor secretario general y sé que sintió mi dolor y que lo que le llevaba como información era veraz. Porque no tengo por qué mentir. Almagro comprendía más, toda su impresión del sandinismo se estaba cambiando. El secretario general sabe exactamente cómo es Ortega. Una vez me dijo: Para Ortega matar a cinco es lo mismo que matar a 100, matar a 100 es lo mismo que matar a cinco mil.

¿Del Covid-19 en Nicaragua qué ha logrado ver?
Que Ortega tiene un plan, una estrategia y es el contagio masivo y para mí tiene que ver con las elecciones que se aproximan. Su estrategia ha sido buscar un escenario de caos, en que no pueden tener elecciones, porque sabe que las perdería. Llaman a la población a tantas diferentes cosas, los estadios, pero creo que la pareja dictatorial se dio cuenta de que no va a funcionar, porque más bien lo que hizo fue ponerlos en una peor luz con las Naciones Unidas, porque Michelle Bachelet y todos están comentando cómo el régimen está actuando. El mundo sabe que en Nicaragua actualmente son miles de muertos.

Usted tuiteó que el Minsa debe ser sancionado.
Sí.

¿Qué efecto tienen realmente las sanciones, para usted?
Es un gran mensaje a la población, es un enorme mensaje a la población de que los que gobiernan no son bien vistos por el resto del mundo. Más bien es como una mafia, no es un gobierno.

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¿Qué piensa de Rosario Murillo?
Es una adicta al poder, adicta a controlar todo. Es una adicción fuerte. Sinceramente no creo que ella ame a Cristo. Esa combinación de no tener temor a Dios y ser adicta al poder convierte a una persona en un monstruo.

¿Y de Daniel Ortega?
Quizá alguna vez quiso hacer algo bueno para Nicaragua, pero Nicaragua no es su finca. Si estuviera con él, es lo que le dijera, que él no es un rey para tratar a estas personas como sus súbditos. Creo que él en su cerebro cree que es dueño de toda la República.

Plano personal 

Tanya Amador, nacida y criada en Seattle, Washington, EE. UU. Habla francés, español e inglés. Su apellido es polaco, pero en su familia nadie habla polaco, solo francés.

Su madre es de Sao Paulo, Brasil. Sus abuelos eran de Alemania, Quebec, y Rusia. La madre de ella habla portugués y ruso. Sus tíos emigraron de Brasil a Argentina y se casaron con argentinas. Su madrastra es japonés-estadounidense.
Proviene de una familia muy católica y tiene primas monjas y tíos sacerdotes. Pero en su caso cuando nació, la familia de su mamá era bautista alemán-rusa y su padre católico, entonces hicieron un compromiso y fue bautizada luterana. En su niñez iba a misa católica con su abuela y padre, pero su formación educativa y espiritual fue en la Iglesia luterana, hasta convertirse en reverenda luterana.

Estudió en Francia hasta que se casó en Seattle, en 1991, con Nelson Amador. Allí Amador era exiliado.
Sus primeros años en Nicaragua fueron difíciles, pero después le gustó el calor de la gente. Le encanta el gallopinto.

La Prensa Domingo

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