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Después de más de 15 días de pasar hambre, sed y no poder bañarse, 148 nicaragüenses lograron ingresar al país. LAPRENSA/Cortesía

Nicas que estuvieron varadas en Peñas Blancas relatan el horror que padecieron en la espera y el retorno a su país

Ante la negativa del régimen orteguista de no dejar entrar a los connacionales que estuvieron varados en Peñas Blancas, muchos de ellos, ingresaron por puntos ciegos.

Sus sollozos atropellan las palabras con las que “Martha” trata de explicar lo que padeció durante ocho días varada en la frontera de Peñas Blancas. “No valíamos nada, parecíamos un perro como estábamos en el sol, en agua, lluvia”, cuenta desde algún punto en el Norte de Nicaragua, donde logró llegar subiendo y bajando montañas, atravesando un río y embarrándose de lodo.

“Martha” no entró con el grupo de 148 nicaragüenses que ingresaron al país ayer, gracias a la solidaridad de organismos de la sociedad civil en Costa Rica tuvieron acceso a pruebas de Covid-19 y obtuvieron sus resultados negativos, el requisito por el cual el régimen orteguista los condenó a padecer una crisis humanitaria a las puerta de su país. Pero “María” sí venía en ese grupo y pasó por las oficinas de migración de Nicaragua, donde en tres ocasiones les solicitaron sus datos personales, una de las hojas que completó correspondía al Ministerio de Salud (Minsa), contó. Ambas piden usar seudónimos al dar sus testimonios a LA PRENSA por temor a represalias.

Ambas estuvieron durmiendo en el concreto, soportando hambre, lluvia y sol. María tiene 30 años y un embarazo de semanas, Martha tiene 54 años e hipertensión,  ambas se las ingeniaron para sobrevivir. “Martha” describe que todo lo que vivió fue como un secuestro. Estaban ahí, sin que nadie les dijera nada, sin culpa porque no habían hecho nada malo.

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Ellas llegaron como la mayoría, sin la prueba de Covid-19, no sabían que sin el test no entrarían a su país. Las autoridades solo les dijeron que se hicieran a un lado, y así, poco a poco el grupo junto al muro de la frontera fue creciendo; pasaron de decenas a centenas, estiman que pudieron llegar a ser unos 600, pero con el paso del tiempo y la ausencia de respuestas por parte de las autoridades, la gente se desesperó y empezó a irse por puestos irregulares.

“Martha” con ocho días a cuestas de estar prácticamente en la calle, no vio más salida que sumarse a uno de los tantos grupos que se armaban a medianoche, para ingresar por montes a su país. Considera que no iban a salir enfermos de Covid-19, pero sí de “toda la cochinada que íbamos al baño”, que se fue volviendo putrefacto, al punto de con solo entrar volcar el estómago y sentirlo saltar a la boca.

La odisea del regreso

Tiene golpeada una de sus costillas porque la tuvieron que empujar para pasar del otro lado y adentrarse en el monte. Subió y bajó montañas, a la buena de Dios, como todos, porque nadie sabía qué terreno pisaban. Llegaron a un río donde los hombres improvisaron una balsa con hojas y tallos de plátano y en ella trasladaron a las personas más vulnerables, como Martha, además de algunas maletas, minucias, porque lo más pesado se quedó en el concreto tirado, a la deriva. Luego de ese tramo a seguir caminando, caminar tanto hasta terner los pies llagados. Martha no podía más, les decía a los otros integrantes del grupo, más jóvenes que ella, que la dejaran ahí, en medio de árboles.

Todos estaban esperanzados en encontrar al menos una casa donde la pudieran dejar para que descansara, pero no sucedió. Martha temblaba porque la lluvia no cesó esa madrugada de huída y el viento no paró de soplar. Salieron del monte a eso de las nueve de la mañana del jueves pasado. Casi diez horas después de abrirse paso en medio de la nada. Les costó salir, cuenta, con un acallado sollozo. Eso fue una tortura, resume.

“María”, por su cuenta, pensaba hacer lo mismo que Martha, pero aguardó un poco más. Ella estaba con su esposo, viajaron en enero para trabajar en Costa Rica, él en construcción, y ella en labores domésticas. Todo iba bien hasta que la pandemia tocó suelo tico. Las medidas de prevención sacudieron la economía y de la pareja nicaragüense, con la suspensión temporal del trabajo de su esposo y después el cierre definitivo del proyecto. Sin mayores opciones, se regresaron.

Ella se escucha fuerte, habla claro y relata el desinterés de las autoridades migratorias nicas por resolver su situación. En múltiples ocasiones fueron auxiliados del lado tico, pero no del lado nica, pese a que la emergencia fuera de salud. Muchos pensaban en fugarse, pero en su caso, temía las consecuencias. También veía como todos los que se fueron dejaban sus cosas porque no podían llevarlas consigo: televisores, maletas, ropa, herramientas de trabajo, galones de pintura. Sin trabajo, se trajeron lo que habían logrado adquirir, pero igual lo tuvieron que dejar perder ahí, en ese limbo donde los dejaron.

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Considera que el apoyo de las organizaciones humanitarias fue fundamental, que además de agua y comida, también les dieron kits de higiene personal y hasta pagaron dos buses que los esperaban al salir de migración este domingo cuando por fin entraron a su país. Sin las donaciones no lo hubieran podido soportar. Logró bañarse 12 días después desde aquel 21 de julio cuando llegó a la frontera. Ahí solo se echaba un poco de agua y se limpiaban con toallas húmedas.

Prueba de Covid-19

De las 169 pruebas de Covid-19 que organizaciones no gubernamentales realizaron a los nicaragüenses que se encontraban varados, 148 resultaron negativas y 21 positivas, informó Raquel Vargas, directora de Migración y Extranjería de Costa Rica la tarde de este domingo. Los últimos nicas de este grupo están en cuarentena en el vecino país y después, les aplicarán, nuevamente las pruebas.

Por su parte, Rosario Murillo, dijo este mediodía que se orientó cuarentena de 14 días a los 148 nicas-68 mujeres y 80 hombres- que estaban varados en Peñas Blancas. Sin embargo, uno de ellos aseguró que no les dieron indicación de nada. Solo les dijeron “buen viaje”.

“Más hermanos nicaragüenses que regresan de manera ordenada y segura para ellos, para su familia y comunidades a nuestra Nicaragua bendita y siempre libre”, dijo Murillo, quien nunca se pronunció sobre el sufrimiento que pasaron y tampoco facilitaron las pruebas Covid-19 para que pudiesen entrar sin problemas.

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