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La Policía se presentó a la Catedral en la mañana del sábado de agosto, mientras varias personas limpiaban los escombros. LA PRENSA/O. Navarrete

Químicos contradicen la versión de la Policía sobre el incendio en la Catedral: “Es imposible lo que plantean”

LA PRENSA conversó con un ingeniero químico de la Universidad de Cornell y un químico de Costa Rica quienes desmontan la versión de la Policía Orteguista. Esta es la explicación

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Se necesitan al menos treinta litros de Alcohol Isopropílico (AI) – en un cálculo bastante conservador – a una proporción de 2% a 12% en el aire para que una fuente de ignición como una candela empiece un incendio en un espacio de mayor a 100 metros cúbicos, explica  a LA PRENSA Hooman Torabi, ingeniero químico y químico orgánico de la Universidad de Cornell, Estados Unidos.

“Todo lo que puedo decir es que se requiere mucho AI para evaporarse y hacer explotar o incendiarse un espacio como esa la capilla. Estamos hablando de barriles de AI, muchos barriles”, dice Torabi, Máster en ciencias químicas, al valorar la versión que dio la Policía de Nicaragua sobre el origen del incendio que consumió el interior de la Capilla de la Sangre de Cristo, en la Catedral Metropolitana de Managua el pasado 31 de julio.

Es decir que es imposible – según la ciencia – que la cantidad de alcohol contenida en un atomizador casero, en la concentración que fuere, se disipara y haya sido capaz de empezar un proceso de combustión al ser expuesto al calor de una vela. “Si ellos determinaron la presencia de candelas, la temperatura que se necesita alcanzar son al menos los 400 °C  para que una mezcla de aire y AI se autocombustione”, afirma Torabi.  “Es imposible lo que plantean”, concluye.

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Expertos químicos contradicen la versión de la Policía Orteguista sobre las causas del incendio en la Catedral de Managua, la cual señala que se produjo por la combinación de la acumulación de vapores de alcohol con el aire caliente dentro del templo, y manifestaron que este evento solo pudo haber ocurrido intencionalmente o porque se haya logrado llegar a un 2% de propanol (químico inflamable) en el aire para llegar a un límite de inflamabilidad. De acuerdo al espacio de la capilla, esto significaría cerca de medio estañón (barril metálico) de propanol volatilizado confinado para haber producido un incendio de la manera que indica la institución.

“El mecanismo de inicio y propagación del incendio se originó al ascender los vapores de alcohol al techo de la capilla, llevados por las corrientes de aire que ingresan por las puertas de acceso, y su posterior descenso por un orificio en la parte superior de la cúpula de la Sangre de Cristo, donde se acumularon”, dijo la Policía.

Al respecto, el regente químico y asesor en Costa Rica, Manfred Solís Román, explicó a LA PRENSA que esas  “corrientes de aire” contradicen a la Policía, porque hay menos posibilidad de que ocurra la saturación necesaria para llegar al límite de inflamabilidad, pues la sustancia combustible se sustituye por aire. “Si la capilla tiene un tipo de ventilación es posible que haya ráfagas de viento, pero si hay ráfagas de vientos más bien disminuye la posibilidad de la explosión, por cualquier parte que lo veamos es algo en lo que ellos (la policía) se están contradiciendo”, declaró Solís Román.

El experto señaló que si no hay una chispa “es imposible que pase” un incendio pues la temperatura de autoignición, o punto de autoinflamación, es de 425 °C.

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La “veladora”

Pese a que el cardenal Leopoldo Brenes asegura que en la capilla no había ninguna veladora, la policía insiste que sí había, y que estaba ubicada a una distancia de 70 centímetros de la cúpula de plástico de la Sangre de Cristo.

“El fuego producido se propagó en el ambiente, incendiando las alfombras, vestimenta de la Sangre de Cristo, cúpula de plástico. Todos estos materiales susceptibles a la combustión, además de la veladora encendida ubicada a una distancia de 70 centímetros de la cúpula de plástico que protegía la Sangre de Cristo”, dijo la Policía.

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Al respecto, el químico agregó que si hubo una candela pero no hubo suficiente propanol, tampoco pudo haberse dado la explosión. “Supongamos estar en una habitación cerrada con una botella de propanol y la abro, en ese instante no habrá propanol en el aire, pero comenzará a volatilizarse aumentando la concentración del combustible en la habitación. Si yo estoy al otro extremo de la habitación y enciendo un fósforo, la habitación no va a estallar hasta que haya una cantidad suficiente de propanol en el ambiente, tiene que pasar algo de tiempo para que el propanol haya volatilizado y que sea suficiente cantidad para rellenar la habitación. La cantidad que ellos (la Policía) están diciendo para que sea haya dado una combustión es muy superior a la de un rociador de limpieza”, aclaró el químico.

Atomizador sin quemarse

Parte de las evidencias que la Policía presentó para concluir el caso. LA PRENSA/Tomada de la Policía

“Igualmente se hizo prueba del alcohol isopropílico con una concentración del 96%, altamente inflamable y volátil, contenido en un envase plástico (atomizador color anaranjado con blanco), encontrado en la primera grada a una altura de 80 cm, ubicado en el costado Sur de la capilla (Utilizado constantemente por decenas de feligreses para la desinfección de manos)”, expuso la Policía.

Con esas conclusiones, la Policía descartó que el incendio se haya producido de forma intencional: “descartándose acción criminal”. Esto pese a que las versiones sostenidas de los testigos afirman haber visto a un hombre llegar con algo en la mano, lo que sospechan era una bomba molotov.

Las imágenes expuestas por la institución sobre el atomizador reflejan que el recipiente de plástico no estaba ni quemado ni derretido pese a las llamas. El químico agregó que  el rociador además se nota cerrado, lo que genera más dudas que haya sido esta la causa. “La versión tiene caída por la no destrucción del atomizador, y la cantidad de alcohol suficiente para llegar al límite de inflamabilidad de la capilla”, declaró el químico.

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