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El fracaso del socialismo del siglo XXI

Cuando en febrero de 1848 Marx y Engels lanzaron en Londres su Manifiesto Comunista en el que anunciaban que un fantasma recorría Europa, probablemente no estaban pensando en nuestra América que 156 años después bajo la conducción de Fidel Castro y Hugo Chávez, supuestamente inspirados en el mismo ideario, fundaron la Alianza Bolivariana para los Pueblos de nuestra América (ALBA) el 14 de diciembre del 2004 en La Habana, Cuba.

Tanto los fundadores de esta ideología como sus seguidores, cada cual en su tiempo, prometieron a nuestros pueblos paraísos nunca soñados. Mas, ante “la terquedad de los hechos” como le gustaba decir al “camarada” Lenin, en vez de los ríos de leche y miel que pronosticaron produjeron por casi todo el mundo ríos de sangre, dolor y lágrimas.

Al inaugurarse el ALBA, bajo los auspicios de los petrodólares venezolanos, se hizo como una contrapartida del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas), que estaban promoviendo los norteamericanos. Inicialmente estuvo integrada por 12 países, pero con la debacle prevaleciente dos de esas naciones decidieron renunciar a seguir participando: Ecuador (23 de agosto del 2018) y Bolivia (15 de noviembre del 2019).

ALBA prometía, entre otras cosas, “luchar contra la pobreza y la exclusión social y promover los Derechos Humanos y de la Mujer”. Hay que destacar que ALBA al único que sacó de la pobreza en Nicaragua fue a Daniel Ortega y su familia y sobre su respeto a los derechos humanos, pende sobre él la grave acusación de haber cometido delitos de lesa humanidad plenamente comprobados.

Emulando a Marx podemos decir ahora, a la luz de los resultados, que la tal ALBA derivó en un rotundo fracaso, que lejos de ser un fantasma, es más bien un barco a la deriva al borde del total naufragio.

En esta tesitura nos encontramos que tanto sus simpatizantes: (Lula en Brasil y Cristina Kirchner en Argentina) como sus ejecutores: Evo Morales, Bolivia; Rafael Correa, Ecuador; Daniel Ortega, Nicaragua; y Nicolás Maduro, Venezuela: o andan fugitivos de la justicia o andan buscando como echarlos presos, por corruptos y por violación sistemática a los derechos humanos en sus respectivos países.

En este 2020 varios de ellos se sentarán en el banquillo de los acusados, no solo para responder por los crímenes anteriormente mencionados, sino también por otros casos de igual o mayor cuantía, como el de su estrecha colaboración con el narcotráfico internacional, por cuanto lo más seguro es que vayan a parar con sus huesos a la cárcel irremisiblemente.

Es la metamorfosis más grande que han visto nuestros ojos en tiempos de pandemia: la transmutación de carnes de palacios presidenciales a las carnes de bartolinas. De testas aureoladas a simples malandrines.

Por todo esto, la lógica conclusión a que se llega es que ALBA fue, basada en la munificencia del petróleo venezolano una mafia más, que juntó a un grupo de aventureros ávidos de poder y dinero, que no solo conculcaron los derechos fundamentales de nuestros pueblos, sumidos en el atraso y el abandono, sino que se enriquecieron a costa del erario público, convirtiéndose en los nuevos Cresos del entorno americano.

Nuestra América está clamando justicia ante el desparpajo de estos delincuentes cuyas maquiavélicas acciones han tenido las más horrendas y nefastas consecuencias para nuestros pueblos. Solo de Venezuela, Cuba y Nicaragua en los últimos años han salido, a tener que comer el pan duro del ostracismo, más de 5 millones de personas que en carácter de refugiados pululan por tierras extrañas sufriendo estoicamente las más amargas calamidades.

La corrupción y el afán de perpetuarse en el poder son los cánceres que corroen nuestras democracias en el hemisferio occidental, por lo que debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para extirparlos desde su raíz, para hacer posible el bienestar y la felicidad de la presente y futuras generaciones de latinoamericanos.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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