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Cartas al Director

Más que demencia

Lo que ha pasado (ataque a la Sangre de Cristo) es verdaderamente algo terrible. Como si hubiera sufrido poco el pueblo nicaragüense ¿aún tiene que pasar por este tipo de experiencias, el ataque incendiario a una imagen tan querida de buena parte de este pueblo? Esto es más que demencial.

José Amando Robles. Sacerdote dominico costarricense. Teólogo, Filósofo, Catedrático Universidad de Heredia.

Imagen no debe ser restaurada

La imagen de la Sangre de Cristo no debe ser restaurada ni sustituida jamás. Si por siglos ha tenido un singular valor en asuntos de la fe, a partir de ahora deberá ser un símbolo testimonial de la barbarie del régimen orteguista, que está asestando con pasos de demonios los más crueles latigazos a la Iglesia. Sin ser devoto practicante, me basta recordar lo que era esta imagen en la capilla de San Antonio, en Managua, y que impresionaron mis primeros años.

Las recurrentes acciones criminales de la dictadura, encubiertas con el cinismo y la hipocresía propios de gente enajenada y perversa, dan la medida de lo peor que se puede esperar de una peste oficialista y sus sicarios en contra de un pueblo y sus creencias.

Porfirio J. Gómez

Gobernantes no son creíbles

La mayoría de nicaragüenses no le cree a los gobernantes y su tropa, más bien les temen, los odian y los desafían. Solo sus seguidores minoría les veneran.

El FSLN no ha logrado atraer a la mayoría de la sociedad nicaragüense, su modelo político no es atractivo sino despreciado por quienes se distancian de la barbarie.

La represión y corrupción no puede ocultarse, es notorio el crecimiento patrimonial de funcionarios y socios del régimen.

Cualquier declaración del matrimonio presidencial y sus adoradores denota distanciamiento con la realidad de la mayoría de nicas en pobreza, exiliados, alertas por asedio, fastidiados de pleitos políticos y violación a derechos humanos. ¿Cambiamos Nicaragua? ¡Cambiemos!

Sergio Simpson. Matagalpa, Centro de Estudios Sociales (Cesos).

Emprendedores de sueños

Carlos Javier Jarquín, un joven de apenas 30 años, nicaragüense y que reside en Costa Rica; un joven y a la par maduro y consumado autor, a pesar de su juventud, poeta, escritor, columnista y periodista.

Cultiva diferentes géneros literarios y todos con la misma maestría y brillantez. Desde la poesía, pasando por las crónicas y hasta las entrevistas y muchos más.

Reconocido en diferentes países como Estados Unidos, México, España, Nicaragua, Ecuador, Panamá, Argentina, Colombia, Chile y tantos más.

Un escritor con corazón de poeta, la curiosidad de un tierno infante y con un amor desmesurado e incondicional y solidario por las letras y por la humanidad; pues antes que escritor es persona como él mismo afirma.

Amor por la vida, por las personas, por una buena literatura y mucha juventud, por tanto, mucho tiempo para modelar una gran obra que comenzó brillantemente y que va puliendo un diamante que es su arte y su palabra.
Hablo del chico poeta, de Carlos Jarquín y una obra de referencia que nadie puede ignorar ni perderse. Un claro ejemplo de esa generación millennials, que saben utilizar las nuevas tecnologías con un gran criterio, frente al uso indiscriminado y falto de miras, del que se hace, generalmente de las mismas. El emprendimiento aplicado a las artes, a las letras y a la cultura.

El “nuevo humanista del futuro”. Una referencia para el mundo futuro, para un mundo que a pesar de todo lo que está ocurriendo, sigue manteniendo lo esencial que se llama libertad y emoción. Palabras con aroma de vino de diente de león de un autor explorador de un futuro incierto y que habla desde la posición de la persona como un simple mortal, con sus gustos y sus aficiones pasajeras, con fallas y grietas por la que se filtra la luz de la esperanza, de los sueños y que en definitiva recuerdan que todavía tiene los pies en la Tierra, aunque su corazón apunte hacia las estrellas.

José Luis Ortiz, escritor, poeta, guionista y columnista de publicaciones en España e internacionales.

La profanación a la Sangre de Cristo

Es condenable el vandalismo que fue ejecutado en la capilla donde se venera a la imagen de la Sangre de Cristo, en la Catedral de Managua. La identidad política de los profanadores es bien conocida.

Es muy grande y doloroso el costo que la Iglesia ha tenido que pagar en su búsqueda permanente de la reconciliación entre la familia nicaragüense. La insensatez de los incrédulos no tiene límites, y en este caso la perversidad de los necios que le rinden pleitesía al odio ha venido a tomar dominio en sus funestas conciencias, donde nada bueno tiene cabida porque son por “excelencia” emuladores de cuantos males vierten de sus oscuras personalidades.

Hablan de “reconciliación” y viven lejos de ella, y aunque la pregonen no pasan de ser agentes de una tosca demagogia, de la mentira, los mantiene en el viciado círculo del engaño. El sandinismo nunca ha sentido respeto por la Iglesia católica, siempre se ha escudado en un falso “cristianismo” porque no sienten temor de Dios y por no tenerlo caen en la apología del mal. Pregonan la paz, pero una paz condicionada a la manera de ellos, queriendo “impresionar” al auditorio que los rodea, buscando aplausos forzados que vienen de voluntades comprometidas.

Los daños causados a la Iglesia católica deben tener su “karma”. Nadie está exento de él y los que obran en perjuicio de instituciones sagradas, o del prójimo en su caso, inexorablemente tienen que recibir su recompensa. Pues está dicho a la luz de la razón, que del veredicto de la justicia perfecta no estamos exonerados.

La Iglesia católica a la que el pueblo de Nicaragua le rinde todo su respeto y veneración se halla en la primera línea del más elevado sentimiento de gratitud espiritual que por ella guardamos. Es una preciada joya de incalculables valores morales que nos predica los Evangelios, la palabra eterna del Creador cuyos mandatos son de justicia y de perdón.

La Policía Orteguista cerró las “investigaciones” del atentado terrorista a la capilla de la Sangre de Cristo, y como siempre nadie resultó culpable. Es decir que “hay ausencia de mano criminal”, lo que evidencia sobre la notoria parcialidad que hay dentro de los cuadros profesionales de la institución de “seguridad pública” para encubrir hechos criminales que ofenden al sentimiento religioso de los nicaragüenses.

Hugo Ramón García, periodista de Somoto

Publicación de Cartas al Director

La sección Voces de LA PRENSA informa a sus lectores que al tener nuevamente dos páginas todos los días de la semana, salvo el domingo, hemos reabierto el segmento de Cartas al Director.
Invitamos a quienes quieran aprovechar este espacio público para hacer comentarios breves, denuncias, sugerencias y lo demás que tengan a bien, a que nos envíen sus cartas, las que publicaremos con mucho gusto siempre y cuando se ajusten al estándar de LA PRENSA que damos a conocer todos los días en esta misma sección.
El Editor.

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