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El ataque a Catedral

El ataque a Catedral que destruyó la imagen de la Sangre de Cristo, una reliquia histórica muy venerada y querida por la feligresía y de 382 años de antigüedad, impactó las fibras más profundas de los cristianos de Nicaragua, en especial los católicos.

Un ataque de ese tipo es un ataque a los cristianos y yo soy cristiano y católico y por supuesto me duele, protesto y repudio el acto barbárico en contra de nuestra fe y nuestro amor a Cristo.

Yo visité en diversas ocasiones esta venerada imagen y señalo lo siguiente: la imagen estaba dentro de una urna y no había cortinas en esa capilla. Tampoco vi veladoras. Así que el cuento de la veladora y las cortinas es eso, un cuento.

¿Pero quién ordenó o pudo ordenar un ataque contra la Santa Catedral y otros templos en Nicaragua? Las sospechas recaen sobre el enemigo de la Iglesia y sus huestes: el demonio y sus huestes demoniacas.

Al ver el ataque recordé que unos días antes, el 19 de julio, el Sr. Presidente, durante su alocución, mencionó que los obispos católicos son incitadores golpistas, unos más violentos y otros menos. Al revisar mis notas y consultar con expertos sobre el tal intento de golpe de Estado, me di cuenta de que eso es otro cuento.

Habiendo viajado en comitivas presidenciales y ministeriales a muchos países y reinos del mundo, nunca había escuchado a un jefe de Estado o a un ministro de Estado agredir a una Iglesia, y nunca en un acto oficial presentarse con símbolos satánicos.

En el caso de Nicaragua la Constitución dice que el Estado es Laico, es decir el Estado por declaración constitucional no es confesional, y por tanto debe mantenerse alejado de las iglesias.

Por eso el Sr. Presidente debe abstenerse de atacar iglesias, menos a la católica cuya misión es espiritual y sus pastores predican el amor, la doctrina que abrazan todos los cristianos, católicos y evangélicos que también repudiaron el ataque, y que juntos representan el 85 % de la población. Atacar una imagen de Cristo es atacar a ese 85 %.

Algunos me comentan que este ataque puede ser para distraer la atención por el grave deterioro económico y social que sufre el país con una espiral recesiva que lo conduce a una grave depresión.

Pero habiendo sido miembro del reducido grupo de economista que apoyó a la presidente Chamorro, que heredó la grave depresión que el presidente actual le heredó en 1990, y que exitosamente la frenamos y dejamos al país creciendo al 6.4 %, claramente señalo que atacando iglesias no es la forma de enfrentar una difícil situación económica como la que enfrenta actualmente el país.

Espero que este lamentable hecho no vuelva a ocurrir, así como ningún otro ataque contra mi iglesia ni cualquier otra iglesia, ni contra sus pastores y feligreses. Nuestra religión no es política, no es de odio, es de amor.

El autor es economista.

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