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El muchacho que fue apresado por sus videos de Tik Tok contra la dictadura tiene 20 años

“Mis videos de Tik Tok han sido duros contra los sapos”. La historia de Kevin Monzón, apresado por ser Tik Toker

El muchacho que fue apresado por sus videos de Tik Tok tiene 20 años y dice que desde abril de 2018 se metió a la lucha cívica contra la dictadura en Nicaragua y sueña con ser periodista

En la mañana del 31 de julio Kevin Monzón miró la mancha de sangre todavía fresca de María Estela Arana Sandino, asesinada en Las Sierritas de Managua. Lo último que podía imaginar era que apenas unas horas después compartiría la misma celda en el Distrito Uno con Héctor Hugo Guillén Olivares, el hombre que mató a Arana Sandino a punta de cuchilladas en el abdomen.

“No pude dormir en toda la noche del miedo”, dice todavía asombrado en su casa en Managua. Pero tampoco fue la única desafortunada coincidencia: por segundo año consecutivo un 1 de agosto fue apresado por ser opositor a la dictadura de Daniel Ortega. El año pasado también fue capturado ese día y liberado siete días después.

Este año el caso de Monzón avanzó hasta los Juzgados, en donde tendrá que presentarse este lunes 17 de agosto por una demanda de amenazas con armas de fuego contra José de la Cruz Usaga, “un taxista sandinista”, que dice que fue el mismo que “lo vendió” con la Policía en las dos ocasiones que ha sido capturado. Sin embargo, él niega esa acusación y cuenta que fue este simpatizante del Frente Sandinista quien intentó matarlo con un desarmador.

Los ataques contra Monzón se explican por sus videos publicados en la aplicación Tik Tok, en los que aparece burlándose de la pareja presidencial y sus seguidores, “los sapos”. Pero también Monzón cree que en realidad la Policía y los simpatizantes del FSLN lo están asediando porque desde el propio 18 de abril de 2018 él se convirtió en opositor de este régimen.

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“Mis videos en realidad han sido duros en contra de los sapos (sandinistas)”, dice Monzón, un muchacho que esta semana cumplió 20 años de edad. Hoy viste con un buzo negro y una camisa azul que se remanga para que pueda ajustarse a su menudo cuerpo. Por su apariencia pareciera que tiene menos edad y quien lo mira en las calles no puede imaginarse la osadía de sus palabras: “Cuando salgo me comienzan a ofender algunos sapos de mi barrio. Me han dicho que me van a quemar la casa, pero yo aquí los espero”.

LA PRENSA/Óscar Navarrete.

La Juventud Sandinista

El 18 de abril de 2018 Kevin Monzón trabajaba como vendedor en un tramo del mercado Oriental. Por la tarde recibió una llamada en la que le pidieron que organizara a sus demás compañeros de la Juventud Sandinista, a la que pertenecía, para vapulear con palos y piedras la protesta que ocurrió en la noche en el portón de la Universidad Centroamericana (UCA).

En lugar de colaborar con la represión, Monzón dice que se cruzó de bando por solidarizarse con las víctimas de los ataques de la Policía. Sobre todo, después de ver las imágenes de Álvaro Conrado agonizando y saber de la muerte el 30 de mayo de 2018 de otro adolescente de 15 años de edad asesinado, como Orlando Córdoba.

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“Yo me metí a la Juventud Sandinista porque me di cuenta que venía ayuda al barrio y los miembros de los Consejos del Poder Ciudadano se la robaban”, dice Monzón. “Pero yo nunca he simpatizado con este gobierno”, dice este muchacho, que cuando Daniel Ortega regresó al poder en 2007 tenía apenas siete años de edad.

En la casa de Monzón es casi imposible poder ser escuchado. Al menos cuatro perros están ladrando y tres niños de menos de tres años están gritando mientras juegan. En esta casa vive con sus dos padres, tres hermanas y los tres sobrinos que a cada momento intentan interrumpir la entrevista.

Monzón dice que fue corrido del tramo en el que trabajaba en el Mercado Oriental en 2018 porque su jefa era simpatizante del gobierno. Desde entonces vende ropa interior de varón en línea y con eso sobrevive.

El 31 de julio, el día que vio la escena del femicidio de María Estela Arana Sandino, andaba entregando pedidos desde en la mañana. Preguntó a unas señoras que estaban cerca del hecho —porque curioso siempre ha sido—, sin sospechar que en la noche compartiría pocos metros de una celda con el asesino.

Ha sido apresado dos veces en un año. LA PRENSA/Óscar Navarrete

Capturas

Unos policías vestidos de civil interceptaron a Kevin Monzón el 31 de julio de 2020 en la gasolinera de la rotonda Cristo Rey, cuando el muchacho se dirigía a ponerle una recarga a su teléfono.

—¿Fumás marihuana, chavalo? –le preguntó uno de los policías.
—Claro que no – respondió, mientras lo tomaban de las manos para ponerle las esposas y trasladarlo al Distrito Uno de la Policía.

Ahí estuvo hasta el pasado 9 de agosto, cuando fue liberado porque no encontraron pruebas en su contra para que siguiera retenido. Monzón durmió la primera noche, ya dijimos, con el femicida, pero los demás días en la celda 7, donde había una plaga de jelepates. Casi no comía, por eso dice su mamá que está bajo de peso.

Tampoco lo dejaron ver a su familia durante seis días y no les avisaron de las cuatro ocasiones en que fue trasladado y presentado en los Juzgados.

La primera vez que fue capturado, el 1 de agosto de 2019, estuvo detenido en la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ) y luego fue trasladado al Distrito Uno. No lo acusaron en aquella ocasión, solamente lo interrogaron sobre los nombres de sus demás compañeros con los que llegaba a protestar a la Catedral de Managua. “Me dijeron que grabara un video en el que dijera que Marcos Carmona, director de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), me estaba financiando para ir a protestar”, dice.

Desde hace dos años, el asedio y encarcelamiento de opositores en Nicaragua es más común de lo que se cree. Un estudio del equipo Monitoreo Azul y Blanco reveló que entre julio de 2018 y enero de 2020 se han registrado 8,947 agresiones a ciudadanos que se oponen al Gobierno: detenciones, amenazas, hostigamiento, golpizas y persecución de parte no solo de la Policía sino de grupos simpatizantes del régimen.

En Nicaragua ocurren en promedio 17 agresiones diarias contra opositores, según este análisis.

—¿Por qué sigue luchando después de dos años? –le pregunto a Monzón.
Porque tenemos un gobierno que no sirve para nada y el cambio tiene que venir.

—Pero no pertenece a una agrupación juvenil organizada. ¿No tiene miedo de que le hagan daño y no tenga una organización que lo respalde?
Que me respalde Dios, de ahí nadie más. De nada sirve estar en esas organizaciones si no están con el pueblo. Me han secuestrado dos veces y ninguna de estas organizaciones me ha apoyado. La verdad es triste como opositor…

—¿Qué piensa de las organizaciones juveniles de la UNAB o la Alianza Cívica?
De nada sirve tener esos bandos si dejan al pueblo al sol y al viento.

—Muchos jóvenes como usted se han exiliado. ¿Por qué decidió quedarse?
A mí las organizaciones de derechos humanos me dieron un documento para que pidiera asilo político en Costa Rica, pero decidí quedarme. La lucha del pueblo es aquí y si vamos a sacar a Ortega, es aquí.

—¿Pero de verdad tiene conciencia de lo peligroso que es eso?
Si el precio de la libertad es mi vida, yo lo voy a pagar.

—Usted tenía 7 años cuando regresó Ortega al poder. ¿Tiene esperanzas en sacarlo por elecciones?
No podemos ir a elecciones con presos políticos, madres sufriendo. Ahora, yo sé que la oposición está negociando con Ortega, muchos se vendieron, ya no piensan igual.

Kevin Monzón en su promoción de sexto grado. LAPRENSA/Cortesía

Sueño

Cuando había protestas, una patrulla de la Policía se parqueaba enfrente de su casa para no dejarlo salir. “Prendían la sirena para intimidarme más”, dice Monzón. Mientras los oficiales acosaban su casa, el muchacho muchas veces ya estaba en el piquete o la marcha de manifestantes. Su secreto era que salía ese mismo día de madrugada para pasar la noche en otro lugar, a veces en una parada de buses, para después reunirse con sus demás amigos e ir a protestar.

“Para mí el miedo se terminó”, dice este muchacho, quien llegó hasta el primer año de secundaria porque según él tuvo que trabajar desde muy joven. En las protestas ha sido golpeado y en ocasiones ha recibido disparos de chibolas.

El 31 de julio fue la última vez que fue a protestar. Ese día ocurrió el ataque a la Sangre de Cristo en la Catedral de Managua y un grupo de fieles realizaron una breve protesta. “Nosotros hicimos un piquete porque algo se tiene que hacer de lucha. No podemos vivir en un país tranquilo cuando sabemos que hay dictadura. No podemos estar callados”, agrega.

Su mamá y hermanas cuentan que Kevin Monzón de pequeño era necio. Mientras ve una foto de su promoción de sexto grado dice que su futuro lo mira con mucho optimismo: quiere trabajar y estudiar para convertirse en periodista. “El periodismo independiente es muy importante en un país que está siendo violentado por una dictadura”, asegura.

Después de que algunos espacios en los medios de comunicación fueron censurados, Kevin Monzón hizo una página en Facebook para “mantener informado al pueblo”. De momento lo más cerca de los reflectores y de la influencia en la opinión pública que ha estado, como su admirada Aminta Ramírez, periodista de Canal 10, ha sido a través de sus videos por la aplicación Tik Tok, y a pesar de las amenazas, lo seguirá haciendo.

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