14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.
Covid-19

Las personas que tienen un empleo informal son más vulnerables con la pandemia del Covid-19; sin embargo, no dejan de trabajar porque es el único ingreso para comer. LA PRENSA/Jader Flores

Rostros del trabajo informal que todos los días enfrentan al Covid-19 en las calles para poder comer

Cinco trabajadores por cuenta propia, llamados informales, comparten con LA PRENSA cómo sortean el Covid-19. También, un epidemiólogo y un sociólogo brindan su punto de vista.

Quedarse en casa no es una opción para Jorge, Francis, Jairo, Mayela y Nehemías, y en los cinco meses que lleva la pandemia del Covid-19 en Nicaragua han tenido que continuar con sus trabajos en las calles. Más que sin querer, por necesidad, como bien dicen, jugando a la ruleta rusa con el virus. Ellos están conscientes de lo expuestos que están al contagio pero explican que si no salen a la calle, no comen. “Vamos coyol quebrado, coyol comido”, señala Jorge, quien pone pan en la mesa de su familia con la venta de hamacas en diferentes departamentos del país.

Estos cinco rostros, que relataron a LA PRENSA cómo desarrollan sus labores en tiempos del Covid-19, forman parte del 44.7 por ciento de nicaragüenses que entre enero y marzo 2020 estaban en el subempleo, según el informe de empleo de la encuesta continua de hogares, elaborada en ese periodo por el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide). Ellos son los cinco de cada diez ciudadanos que no tienen un puesto de trabajo formal y se la “rebuscan” con formas alternativas para generar ingresos diarios.

Lea: Así es como el Covid-19 está empezando a cambiar la forma en cómo se trabaja en los campos de Nicaragua

Jorge Narváez sale de su casa – ubicada en Los Brasiles, en el municipio de Mateare – con tres hamacas al hombro. A veces agarra para Villa El Carmen, San Rafael del Sur o Chinandega; otras para Diriamba o Managua. “Diario camino más de 20 kilómetros ofreciendo las hamacas que son hechas por mi esposa, mis hijos y yo. Ando tapabocas y en la mochila cargo jabón y una pichinga de agua para andarme lavando las manos. Es lo único que puedo hacer”, explica mientras patea calle, esta vez en Managua, pregonando “¡Llevo las hamaquitas, en dos pagos se la dejo!”.

Covid-19
Jorge Narváez tiene 43 años y habita en Los Brasiles. Se gana la vida con la venta de hamacas que su familia y él elaboran. Jader Flores/LA PRENSA

Francis Salazar todos los días sale a vender refrescos y helados en la zona oeste de la ciudad. Recorre el barrio Cuba, Monseñor Lezcano, el sector de Montoya y termina en Santa Ana. Su recorrido dura aproximadamente dos horas y es acelerado. Jala o empuja una carreta en donde van acomodados un termo con refrescos y otro con helados, productos que bien caen para calmar la sed y calor en los días soleados de la ardiente Managua. Anda puesta una mascarilla y además alcohol gel para desinfectarse las manos. “Los frescos hay de 10 y 15 córdobas y son de la fruta que está en temporada. Los helados son a cinco”, indica antes de perderse por las calles de Monseñor Lezcano.

Covid-19
Francis Salazar vive en el barrio Cuba y es una vendedora ambulantes de refrescos y helados. Foto: Jader Flores/LA PRENSA

A las 5:00 a.m. Jairo Gutiérrez ya está en el sector de El Novillo, en el mercado Oriental, listo para llevar en carreta cuantos bultos le pongan los clientes. Su trabajo consiste en sacarlos de ese laberinto de verduras y frutas para llevarlos hasta donde el comprador tiene su vehículo estacionado o puede tomar un taxi. “Varios cargadores han salido pegados con el virus pero uno tiene que seguir. Lo que pienso es que si yo también me pego pues trato de recuperarme en la casa y solo si veo que ya no puedo respirar es que buscaría el hospital”, comparte Jairo mientras espera que le caiga algún traslado de bultos, por los que se gana entre 10 y 20 córdobas, dependiendo de la distancia. Antes de despedirse comenta que vive en San Benito, por el kilómetro 38.5 de la carretera.

Covid-19
Algunos carretoneros del mercado Oriental han presentado síntomas del Covid-19, pero esto no ha provocado temor en el resto. Dicen que si no trabajan, no comen. Jader Flores/LAPRENSA

Llueve, truene, relampaguee o haya una emergencia sanitaria por Covid-19, Mayela Loaisiga palmea tortillas bajo un bajareque, muy cerca a la calle que divide el barrio Monseñor Lezcano con el barrio Edgar Lang. “Soy madre soltera, tengo que trabajar para que mis niños coman”, dice. En cuanto a las medidas de prevención, todo el tiempo usa tapabocas y cada vez que toca dinero se lava las manos en agua con cloro y luego se echa alcohol. “Eso lo hago desde que se conoció de la pandemia en China, mucho antes de que viniera al país”.

Covid-19
Mayela Loaisiga echa 500 tortillas por día en el barrio Monseñor Lezcano. Su faena inicia a las 7:30 a.m. y finaliza 11:30 a.m. Jader Flores/LA PRENSA

Nehemías Velásquez todos los días desafía a la gravedad y al Covid-19. Viaja de Ciudad Sandino a los semáforos del Guanacaste, ubicados cerca de La Racachaca, buscando el centro desdibujado de la ciudad. Ahí, entre el pito de vehículos y limpiadores de vidrios monta su número artístico: se suspende con los brazos, boca abajo, y “quiebra” el dorso. Luego se sostiene con una mano mientras hace piruetas con la otra. Así se gana la vida, contorsionándose todo el día. Su espectáculo dura exactamente 1:20 minutos y los últimos 20 segundos que le quedan para que la luz se ponga en verde los deja para pasar con un tarro por las ventanas de los vehículos. “Yo no me pongo mascarilla porque soy trapecista y necesito oxígeno porque hago fuerza cuando hago mi número que se llama el paso indio. Si está el madre sol, yo me lo trago. Igual con la lluvia”, dice como excusando su falta de medidas de protección.

Covid-19
El sueño de Nehemías Velásquez es tener su propia carpa. Mientras tanto, la calle es su escenario y el dinero recolectado es para comer. Jader Flores/LA PRENSA

Ninguno de los cinco se conocen pero coinciden en que todos los días de sus vidas retan la pandemia y pese a la alta exposición de contagiarse, no han presentado síntomas relacionados al coronavirus. “Yo que ando sin máscara porque mi número artístico no me lo permite, gracias a Dios no me he enfermado”, asegura Nehemías.

Más vulnerables que nunca

Un epidemiólogo y sociólogo explican que los vendedores informales o en el subempleo son personas en condiciones vulnerables, pero que en el contexto de la pandemia por Covid-19  su vulnerabilidad incrementa de forma exponencial.

Francis, Jairo, Mayela, Jorge y Nehemías están en constante interacción y contacto con otras personas que no se saben si se están cuidando y es ahí que se incrementa el riesgo de contagio, en todos los sentidos. Pueden ser agentes portadores sin saberlo o pueden contagiarse de algún cliente que sea asintomático.

El epidemiólogo Rafael Amador indica que sobre todo ellos deben estar conscientes de lo expuestos que están a diario y tomar sus medidas de protección; desde el uso de mascarillas, el lavado o la desinfección constante de manos y sobretodo el distanciamiento social. “Ellos tienen que estar conscientes del riesgo que corren y a partir de ahí que tomen las medidas. En el momento en que se sale de la casa uno ya se está exponiendo. Desde ahí uno debe estar consciente de las medidas que debe tomar y son las que hemos mantenido todo este tiempo”.

Lea también: Nicaragua, un país condenado a vivir en el subempleo

Desde el punto de vista sociológico, Cirilo Otero, especialista en este tema, analiza que su exclusión del beneficio social los pone en una posición más grave, además del aspecto económico y por otro lado que en términos sociales es un trabajo que los arriesga a otros peligros.

“No hay una política nacional de protección social, que ahí entraría atender esto que se ve como mendicidad y también la gente que está en la extrema pobreza (…) no hubo atención antes de la pandemia con estas personas y tampoco lo han hecho ahora. Es gente que está excluida del beneficio social y económico”, critica Otero.

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí