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Encerrados, no enterrados

¿Somos conscientes de la gravedad de la situación que atravesamos, de sus efectos devastadores en el corto, mediano y largo plazo?

Estamos encerrados, enclaustrados en nuestras casas, los que tienen, ricos y pobres, viviendo una situación anómala, sin certeza del destino final.

La historia de la humanidad está llena de tragedias, de plagas que de acuerdo a los científicos, nacen con la domesticación de animales, para convivir o usarlos como alimentos, esas plagas, virus, bacterias, vienen, en una especie de venganza, ensañándose cíclicamente con los seres humanos acompañándonos desde tiempos inmemoriales.

Desde “La peste de Atenas” descrita por Lucrecio, el Decamerón de Boccacio, la peste en Florencia, la peste de Albert Camus, las gripes asiáticas y la española, el ébola y las pestes que vienen en camino, nos dejan claro que seguimos siendo vulnerables, débiles y sometidos a la naturaleza y a la manipulación de los intereses humanos por quienes controlan el complejo industrial, militar, tecnológico y financiero que rige el planeta. Al respecto… ¿hay, o aún no, una vacuna contra el Covid-19? ¿Estamos seguros que no la está produciendo ya alguna industria farmacéutica?

¿Seremos los conejillos de indias, otra vez, de los rusos, ahora en materia biológica como antes, en la década de los ochenta, en su guerra contra “el imperialismo norteamericano” en la que usaron al FSLN y estos al pueblo nicaragüense?

La globalización se reduce ahora a una especie de “relocalización” en el sentido de volver a lo local ante lo mundial, aunque a la vez constatamos que el pronóstico del matrimonio Toffler (El Shock del Futuro, que ya se nos hizo presente) permitió que la pandemia nos encontrara mejor posicionados en materia de telecomunicaciones.

¿Se imaginan cómo estaríamos sin la explosión tecnológica que nos permite usar las pantallas para buscar a los demás? ¿Qué sería de nuestras vidas sin internet, sin whatsapp, sin chateo, sin videollamadas? Gracias a ello nos acercamos, aunque sea en imágenes, para poder ver y saludar, virtualmente, a quienes más queremos. Por supuesto que no sustituyen ni los abrazos ni los gestos más humanos que expresan nuestras emociones. Hasta las lágrimas se vuelven distantes y casi artificiales.

Al vivir en circunstancias como las actuales, comenzamos a tomar conciencia de la importancia de “los otros”, a pesar de los valores inoculados por el mundo actual como el egoísmo humano y una promoción y consolidación de antivalores expresados en el crimen nacional o transnacional organizado.

Esta nueva realidad nos presenta la disyuntiva de si seremos capaces de salir de la pandemia más humanos o más deshumanizados y a preguntarnos qué tipo de ser humano y de sociedad vendrán después. ¿Más solidario, menos egoísta, con más conciencia social, o más insensibles al dolor ajeno? Este tema debe ocupar los espacios en los medios de comunicación en un debate abierto acerca de cómo nuestro país enfrenta la pandemia y qué propuestas tienen quienes gobiernan, junto a los poderes tanto formales como fácticos para encarar el futuro. ¿O seguiremos siendo una nación sin un futuro definido por ella misma?, arrastrados por los que detentan el poder, por sus intereses y pasiones irracionales.

Estos días de encierro no significan mucho menos, de confinamiento, ni menos aún días para enterrar nuestro futuro.

El cálculo perverso del régimen, luego de la destrucción de la poca institucionalidad democrática que alguna vez tuvimos, es ahora pulverizar las demandas por una Nicaragua libre, democrática y de una paz verdadera. Y la pandemia, si nos descuidamos, puede ser usada para intentar enterrar las aspiraciones mayoritarias de volver nuestros pasos hacia la recuperación democrática del país.

El autor es miembro del CEN del partido Ciudadanos por la Libertad

Opinión Encerrados no enterrados archivo
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