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Quince meses

El terror impuesto por el régimen sandinista, teniendo como contraparte una población abrazada al pacifismo, la comunidad internacional indecisa y reaccionando a cuentagotas, más organizaciones políticas y gremiales incapaces de aglutinar a los nicaragüenses, han ablandado la exigencia ciudadana por la renuncia inmediata de los dictadores, pasando luego a demandar elecciones anticipadas, hasta finalmente noviembre 2021. Para algunos, es la mejor opción a corto plazo. Para otros, ruta similar a 1990, que mediante concesiones permitió continuara el secuestro de Nicaragua.

Según los optimistas, si la dictadura no colapsara antes, llegaría a elecciones del próximo año debilitada por sanciones económicas, desprestigio global, conflictos internos, soga al cuello con depuración del Consejo Supremo Electoral y reformas al sistema en todo nivel. Nada se dice del desarme de sicarios o policía represora que amenazarían la participación de votantes y seguridad de las urnas. Se cree será posible una alianza opositora con propuestas y liderazgo convincentes para derrotar al sandinismo, que aceptaría su derrota tras pragmáticos acuerdos e iniciar la nueva Nicaragua.

Los escépticos, por su parte, creen que con tanto tiempo de ventaja la dictadura se fortalecería, mejoraría su maquinaria y hordas represoras, podría recibir fondos de países como China, Rusia, Irán, Corea del Norte, Venezuela… Y aunque perdieran los comicios, Ortega-Murillo y su círculo obtendrían diputaciones e inmunidad; gobernarían “desde abajo” con miles de millones de dólares, centenares de delincuentes armados, violentas asonadas, asesinatos selectivos; policía, ejército, sistema judicial y todo el Estado a su orden. No habría justicia, reparación de daños, independencia de poderes, seguridad ni paz. Nada de la nueva Nicaragua.

Si la solución de la crisis pasa por comicios dentro de quince meses, sería indispensable un liderazgo opositor sin agendas abortistas ni personajes que recuerdan oscuros tiempos de represión o corruptela, que son quienes alejan a muchas personas. Urge liderazgo comprometido a despartidizar poderes e instituciones del Estado; reformar el poder judicial, llevar ante la justicia local o internacional a señalados por crímenes de décadas anteriores y años recientes; revisar origen de capital y bienes de la dictadura, aliados y testaferros; reparación y compensación a víctimas sobrevivientes y familias de fallecidos en ciudades y campo; lograr ayuda del exterior para el desarme de las bandas sandinistas, reestructuración profunda de la Policía nacional; someter a referendo el desmantelamiento del Ejército; priorizar en presupuesto la educación, salud y desarrollo del campo. Plan de recuperación económica, generación de empleo, rescate de valores.

Lamentablemente, conocida la naturaleza e historia sandinista, querrán aferrarse al poder de cualquier manera y sería difícil evitar otro 1990. Sin embargo, también es cierto que quince meses son suficientes para muchas cosas, incluyendo que los dictadores deban abandonar Nicaragua para jamás volver. Pidámoslo a la Sangre de Cristo.

El autor es periodista.

Opinión Quince meses archivo
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