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Jóvenes en la protesta social del 2018 contra el régimen orteguista. LA PRENSA/.OSCAR NAVARRETE/Archivo

La lucha de los jóvenes en el sistema político nicaragüense

"A la juventud no le van a dar los espacios de toma de decisión porque las sociedades no cambian de un día para otro. Son procesos que tienen que ver con una educación de calidad que no tiene Nicaragua, con un trabajo jurídico que reconozca a los jóvenes con condiciones, que reconozca el papel de todos", afirmó la socióloga Luisa Molina.

El sociólogo Cirilo Otero manifestó que entre los grupos históricamente excluidos, los jóvenes son los que siempre han hecho más “bulla” para empujar su participación en los espacios de decisión. Sin embargo, no solo se enfrentan a grupos de poder que quieren mantener el status quo, sino que también se enfrentan a una sociedad que, según Otero, “estaba más cómoda diciendo que los jóvenes eran ni-nis, ni trabajan ni estudian, por lo que ahora que los ven en acción, les temen”. “Toda la sociedad estaba acomodada a que no participara la juventud”, afirmó Otero.

Los universitarios, en su mayoría jóvenes, fueron el motor de las protestas civiles en 2018. Salieron a defender los derechos de los trabajadores y de los jubilados, ante el primer intento de reformar el Seguro Social, que implicaba el aumento del aporte de los trabajadores y de los empleadores, achicar las futuras pensiones y crear un tributo ilegal a las pensiones del cinco por ciento, entre otros cambios. Las protestas solo postergaron esas reformas que finalmente fueron implementadas con más agravantes en 2019. 

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La rebelión de los estudiantes en 2018, que por primera vez en al menos 10 años salían de manera masiva a exigir derechos, fue contestada con represión policial y de grupos armados. Aún así los jóvenes se quedaron en las calles y se tomaron los recintos universitarios hasta que en julio de 2018 fueron sacados a punta de balas por los paramilitares de la dictadura. Más de 320 personas murieron por los ataques armados del régimen orteguista, según un informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

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Managua, Nicaragua, 18 de abril de 2018. Protesta por reformas al INSS en el sector de Camino de Oriente. FOTO/LA PRENSA/CARLOS VALLE.

Pese a la brutal represión que aplastó las protestas civiles, las bases juveniles quedaron organizadas y conectadas en todo el país, con el objetivo común de sacar a Ortega del poder e impulsar un cambio de sistema en el país. Existen más de 20 organizaciones juveniles y estudiantiles nacidas en abril de 2018, agrupadas en la Alianza Cívica o en la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB).

La lucha por los espacios

Desde sus espacios, todas participan del proceso de unidad opositora de la Coalición Nacional, pero ahí es donde se han encontrado con obstáculos para obtener un espacio independiente de incidencia sin ser un apéndice de otras organizaciones o partidos.

Una de las dificultades de las organizaciones juveniles en la Coalición Nacional ha sido enfrentarse a las maniobras del bloque de los partidos políticos tradicionales, que quieren imponerse como mayoría en ese espacio y no darle más protagonismo y poder de voto a los jóvenes.

Lesther Alemán, uno los rostros más conocidos de los estudiantes, afirmó que los jóvenes no aceptarán ser utilizados solo para la foto o para que las organizaciones políticas tradicionales digan que tienen el apoyo de la juventud. Las organizaciones juveniles surgidas de las protestas de 2018 han cerrado filas en demandar sus propios espacios de incidencia y participación.

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El sociólogo Otero valoró que en Nicaragua no es lo tradicional que los jóvenes demanden un espacio independiente sin que detrás de ellos haya intereses de políticos o de un partido, por eso es que ahora “todos están sorprendidos de que los jóvenes participen” y las reacciones han sido quererlos quitar, defenderlos o “ensalzarlos demasiado”.

“De manera particular la juventud ha sido excluida no solamente porque hay exclusión en la práctica social y en la historia social de Nicaragua, sino porque los que ostentan el poder en la actualidad temen ser sustituidos por una juventud que desconocen totalmente, porque no han tenido relación con esa juventud”, dijo Otero.

El sociólogo va más allá asegurando que este problema de exclusión en Nicaragua es endémico, porque históricamente se excluye a todas las minorías, no solo a los jóvenes. Por eso el gran reto es cambiar esa cultura política. “La cultura general de la sociedad nicaragüense ha venido de colonia en colonia producto de la invasión; luego élites aristocráticas gobernando y grupos de las oligarquías gobernando, y después dictaduras: Zelaya, Somoza, Ortega”.

“Esas dictaduras han sido como la respuesta activa al pensamiento de la oligarquía, y parece contradictorio lo que estoy diciendo, pero así ha funcionado. Por ejemplo, toda la corriente liberal ha sido prodictadura y toda la corriente oligárquica ha sido de hombres fuertes, pero con prácticas aparentemente amplias y abiertas, aunque no democráticas. Esa ha sido la historia política nuestra y por eso ahora se asustan de que los jóvenes estén participando y quieran sus propios espacios”, explicó el sociólogo.

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Otero insiste en que la sociedad nicaragüense no se esperaba el cambio de paradigmas que están causando los jóvenes con sus demandas. “En la sociedad hay muchos sectores y a través de esos sectores, hay actores que se expresan, por ejemplo, la Iglesia católica, la Iglesia evangélica, otras denominaciones de creencias religiosas. La preocupación de esos sectores no era profunda sobre la ausencia de la participación de los jóvenes. Los empresarios tampoco tenían ninguna preocupación por la ausencia de los jóvenes. Las mismas academias, las universidades, los centros politécnicos, etcétera, tampoco se preocupaban porque los jóvenes no participaran. Estábamos acomodados a pesar de que ya habíamos tenido la experiencia de los años sesenta y de los setenta, porque ahí también había juventud, después se descompuso esa juventud, pero hubo juventud”, explicó Otero.

Una marcha de estudiantes de secundaria salió desde los semáforos de Linda Vista hasta la Universidad Centroamericana. LA PRENSA/U.MOLINA

El problema de la exclusión de las minorías

El politólogo Guillermo Incer coincidió con Otero en que la limitada apertura de espacios para los jóvenes es parte de un problema de exclusión más amplio que afecta a todas las minorías: las demandas de las mujeres, de la comunidad LGTBQ, de las comunidades indígenas y otros grupos que no son escuchados a la hora de tomar decisiones en los ámbitos de poder.

“La cultura política nicaragüense está diseñada para que haya un predominio de los hombres adultos y las exclusiones son más amplias que para la juventud. Si bien es cierto que ha sido más visible el tema de la juventud, sería injusto invisibilizar las otras exclusiones que hay. Mi opinión es que eso no es propio en este momento de una organización u otra. Es propio de la cultura política nicaragüense y es a la política nicaragüense que debemos aspirar a transformar. Y si eso no cambia, muy difícilmente las instituciones y las organizaciones cambiarán”, indicó Incer.

El politólogo  expresó que la mejor manera de comenzar a darles un lugar más activo a los jóvenes en la sociedad es dejar de subestimarlos o verlos con condescendencia y “entender que son seres pensantes con criterio propio”.

“La juventud actúa con criterio propio para bien o para mal. Lo mejor que podemos hacer por ellos es tratarlos como los actores beligerantes, críticos, que son”, dijo Incer.

Jóvenes no tienen oportunidades políticas en Nicaragua

Por su parte, la socióloga Luisa Molina manifestó que mientras la sociedad nicaragüense no asuma con responsabilidad un compromiso político y social de integración y reconocimiento de los derechos para todos, “los jóvenes seguirán siendo presa de la subordinación y de la subutilización y del no reconocimiento”, porque Nicaragua es un país donde existe una cultura patriarcal, adultista y vertical, que ni siquiera respeta el derecho universal de que “todas las personas son iguales”.

“Aquí hay ánimo de dueño en todo: porque hiciste el partido y los fundaste, querés que te lo reconozcan todo; todos los que vienen después tienen que subordinarse al que fundó el partido. Esa es la lógica política: yo soy el líder, yo soy el dueño… Y precisamente por esa cultura política es que tenemos dictaduras, porque el dictador no solo está por él, está por nosotros también”, dijo Molina.

Aunque Molina reconoce que los jóvenes son quienes tienen más ánimo, fuerza y valor para salir a las calles y protestar, es categórica al afirmar que en las actuales condiciones sociales y culturales del país los jóvenes nicaragüenses no tienen oportunidad.

“A la juventud no le van a dar los espacios de toma de decisión, porque las sociedades no cambian de un día para otro. Son procesos que tienen que ver con una educación de calidad que no tiene Nicaragua, con un trabajo jurídico que reconozca a los jóvenes con condiciones, que reconozcan el papel de todos”, afirmó la socióloga.

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