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No olvidar la montaña

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La montaña

Tengamos en cuenta que por muy mal que nos esté yendo por acá, la peor parte de esta dictadura se la está llevando la montaña profunda. Ahí no hay ley. Solo la de ellos. Se vienen acumulando masacre tras masacre desde antes del 18 de abril 2018. Hay familias enteras huyendo. Asaltan alcaldías opositoras con la ley entre los dientes, y en los ranchos se vive con la angustia de que cualquier día, o cualquier noche, lleguen los uniformados a plantarse a su puerta, porque podría ser el último día, o noche, de sus vidas. Estoy hablando de Jinotega, Wiwilí, Ayapal, San José de Bocay, el triángulo minero, La Cruz de Río Grande, Bosawás y otros. Donde se vive y se muere en silencio. Hay un clamor que viene de la montaña… Oigámoslo.

Narcos

Aquí nunca atrapan capos, escasean los quiebres a redes criminales organizadas, no hay, por suerte, enfrentamientos entre militares, policías y narcos como en otros países. La imagen del narcotráfico en Nicaragua son grandes pilas de dólares, muy de vez en cuando algún pobre diablo, mensajero posiblemente, capturado y “bandas” de campesinos presentados con un alijo de marihuana y escopetas remendadas a sus pies. El Ejército y la Policía dicen que estas son bandas delincuenciales dedicadas al robo y al narcotráfico. Los familiares de los capturados alegan que son opositores, generalmente excontras, a quienes el Ejército pone alijos de drogas para inculparlos.

Beneficio de la duda

Démosle el beneficio de la duda al Ejército. Es que podrían ser en realidad bandas de campesinos dedicadas al asalto y al narcomenudeo. Tampoco es asunto de hacerse de la vista gorda al delito. Pero también démosle el beneficio de la duda a los campesinos que aseguran que son perseguidos y cazados por pensar diferente. Que un tercero imparcial dirima quién es culpable y quién es inocente. Hay organismos de la ONU y OEA especializados en investigar violencia en el campo. Que el Ejército, que defiende con comunicados su inocencia, lo haga esta vez con pruebas. Que invite a estos organismos, y abra sus archivos en busca de la verdad que necesita este país para tener paz. Comencemos por ahí: por la montaña.

Andrés Cerrato

Esto viene de antes de abril 2018. La madrugada del lunes 18 de abril de 2016, el campesino Andrés Cerrato fue sacado violentamente por hombres armados de su rancho en Ayapal y ejecutado a balazos a pocos metros de su casa. Era un excontra y promotor de paz en su comunidad. Antes había dicho sentirse amenazado por el Ejército. Nunca se investigó el crimen ni se castigó a los culpables.

Crímenes

Cerrato es un botón de muestra, del rosario de crímenes espantosos de la montaña que han quedado impunes. Una mochila bomba  estalló en Pantasma, en enero de 2015, y desbarató a tres personas. Tres campesinos más fueron torturados y asesinados a sangre fría en Ciudad Antigua, Nueva Segovia, el día de las elecciones, en noviembre de 2016. Dos menores de edad fueron asesinados en un supuesto combate en La Cruz de Río Grande, noviembre 2017, donde los militares del Ejército no sufrieron heridos ni muertos, pero mataron a todos los campesinos de la “banda”.

Elea Valle

Y donde no se le puede dar ni el beneficio de la duda al Ejército es en el caso de doña Elea Valle. Los cadáveres de sus dos hijos adolescentes muertos y de su esposo, permanecen ahí, en una fosa común, sin que se le haya permitido sacarlos, llevárselos y darles cristiana sepultura. Si de verdad el Ejército tiene las manos limpias en este caso como dice, ¿por qué no permite o apoya para que esta señora pueda sepultar a sus familiares? ¿Temen una autopsia independiente o es pura insensibilidad al dolor ajeno?

La patria llora

Lo que vimos después del 18 de abril de 2018 fue como el terror que desde hace años imperaba en la montaña, alcanzó a las ciudades. Y hubo licencia para matar a quien pensara diferente. Eso de que paramilitares llegaran a una casa, sacaran y perdieran a alguien, ya lo vivía, y lo sigue viviendo, la montaña. Ahí está la familia Montenegro, de Wiwilí. Ya han asesinado a cuatro de sus miembros, cazados uno por uno, incluso en Honduras, y todos ellos viven huyendo o con miedo a ser baleados un día, o una noche, cualquiera. Explíquenles a ellos que deben seguir huyendo porque ustedes no se pueden unir para terminar esta dictadura. Explíquenle a doña Elea Valle que va a seguir sin enterrar a sus muertos porque “lo importante es la casilla”. Ay, ay, ay, la patria llorando está. Parecen gritos de parto los que se oyen por allaaá…

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