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Las presiones de EE.UU.

“El Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos (EE. UU.) reafirmó su compromiso de promover un cambio democrático en Cuba, Venezuela y Nicaragua, a través de presiones diplomáticas desde la Organización de Estados Americanos (OEA)”.

Así lo informó LA PRENSA el martes 18 de agosto, teniendo como fuente un documento oficial de dicho organismo estratégico del gobierno de EE. UU. El Consejo de Seguridad Nacional depende directamente del presidente (en este caso de Donald Trump); tiene la función de aconsejar, coordinar e impulsar temas de política exterior, seguridad nacional y, en general, de cuestiones estratégicas. Está integrado por el vicepresidente de EE. UU., el secretario de Estado, el secretario de Defensa y el consejero presidencial de Seguridad Nacional.

Se trata, sin duda, de un organismo del más alto nivel y de mayor influencia en la estructura del poder presidencial estadounidense, y sus opiniones, consejos y recomendaciones son muy importantes y pueden ser clave para la formulación de las políticas y acciones estratégicas de EE. UU.

Sin embargo, ya han sido muchas veces las que un organismo o funcionario de alto rango de EE. UU. proclama y reitera el compromiso que ha expresado esta semana el Consejo de Seguridad Nacional con respecto a las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua.

Además de ser proclamadas en declaraciones escritas y verbales, las presiones diplomáticas para que haya cambios democráticos en los tres países mencionados (los únicos con dictaduras en el hemisferio occidental y fueron denominados “la troika de la tiranía” por el exconsejero de Seguridad Nacional, John Bolton), también se han venido aplicando directamente por el gobierno de EE. UU. y mediante la OEA, inclusive la Unión Europea. Pero sin resultados efectivos. Gran ejemplo es que las presiones estadounidenses a Cuba comenzaron en octubre de 1960, pero no han logrado ni siquiera moderar a la tiranía castrocomunista.

En el caso de Venezuela, el gobierno estadounidense ha intentado pasar de las palabras a los hechos, presionando al Ejército para que deje de apoyar a la dictadura de Nicolás Maduro y sin necesidad de un golpe de Estado lo obligue a salir pacíficamente del poder. Esa estrategia es factible, teóricamente, como lo demostró la experiencia de Bolivia, donde a fines de 2019 los militares lograron mediante presiones directas que el autoritario y atrabiliario presidente Evo Morales dejara el poder.

Sin embargo en Venezuela no ha funcionado, porque según los analistas los militares son los principales artífices y beneficiarios de la corrupción de la dictadura, que ha convertido al país en un narcoestado del cual el Ejército es pieza fundamental.

Ante esa situación el gobierno de EE. UU. no ha querido pasar a una acción directa más radical contra la dictadura de Nicolás Maduro, a pesar de que en varias ocasiones ha dicho que “todas las opciones están sobre la mesa”, sin descartar la militar. En septiembre del año pasado fue activado el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que prevé la acción armada colectiva contra un régimen que represente una grave amenaza contra un vecino o la región, pero hasta ahora eso quedó en el aire, no se pasó de los amagos a los hechos.

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