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Zona de Strikes: JC Ramírez, un símbolo de lucha permanente

JC Ramírez no ha dejado de dar la batalla e intentará un regreso a las Mayores, pero antes pretende brillar con los Tomateros en México

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Aun cuando su estructura física y su fortaleza lo situaban muy por encima de sus compañeros, Juan Carlos Ramírez tenía su talento bastante oculto y tuvo más rechazos que reconocimiento en sus inicios como jugador de beisbol.

Fue tanto así que su mamá, doña Hortensia, se vio obligada a pagarle al mánager que tenía para que le pusiera a jugar a su hijo aunque fuera de vez en cuando, pero aquellas oportunidades forzadas no ayudaban mucho.

Juan Carlos por su lado, parecía convencido de que no podría crecer en el beisbol, que se dedicó al baloncesto, hasta que fue persuadido de un regreso al deporte que más tarde le daría fama y dinero.

Siguió creciendo y se hizo más fuerte, pero sus envíos no tenían comando y su velocidad mejoraba sin prisa. Y aunque lo ayudaron varios, el salto más grande lo dio con el Bóer y Nemesio Porras.

Carlos Rodríguez, exlanzador zurdo cubano del Rivas, trabajó con Ramírez en el Bóer juvenil y cuando estuvo listo, Nemesio junto a Luis Molina, lo firmaron para Seattle en 2005 y lo enviaron a Venezuela.

En 2006 registró 5-1 y 1.66 como novato en Venezuela. Lanzó 65 innings y propinó 56 ponches, pero regaló 35 bases. Y ahí quedó reflejada una dificultad con la que iba a lidiar en toda su carrera: el comando de sus disparos.

Su progreso no fue rápido, pero el talento estaba ahí, al extremo que Baseball America lo consideró el prospecto número siete de Seattle en el 2008 y el número cinco en el 2009, pero ese mismo año pasó a los Filis en canje por Cliff Lee.

Había estado cuatro años en las Menores con Seattle y pasó otros cuatro en los Filis, antes de su debut en las Grandes Ligas el 23 de junio del 2013 ante los Mets, ponchando a los tres primeros que enfrentó: Juan Lagares, Omar Quintanilla y Kirk Nieuwenhuis.

“Yo estoy destinado para llegar a las Grandes Ligas”, dijo a LA PRENSA luego de ser firmado. Y se cumplió su vaticinio aunque le tomó ocho años y tener que superar múltiples obstáculos, incluso el deseo de regresar a su casa, pero su mamá lo reprendió y se mantuvo.

Y lo que parecía ser el inicio de algo grande por el impacto de su debut, en realidad puso en marcha una carrera de cambios constantes y escasa estabilidad: cinco organizaciones en tres años, pero él nunca dejó de luchar y enfrentó su realidad con determinación y una confianza absoluta.

Salió de los Filis a Cleveland, luego a Arizona, de nuevo a Seattle y luego a Cincinnati, hasta que llegó el 2016 y pasó de los Rojos a los Angelinos, donde saltó a la rotación en el 2017, en un alarde de progreso que no había mostrado antes.

Sus diez victorias y sus 147.1 innings a la altura de agosto lo mostraban como el brazo más sólido de los Angelinos en aquel momento, pero llegó una lesión, tan grave que obligó a una cirugía Tommy John que lo hizo perder dos años, aunque ganó más de tres millones de dólares.

Desde entonces JC ha estado luchando por el regreso. Su próxima parada es en Culiacán con los Tomateros, pero él desea que su destino sean las Ligas Mayores, donde tiene 15-19 y 4.71 en 288.1 inning con 204 ponches, cifras que no reflejan en realidad lo combativo que ha sido.

Hace una semana llegó a 32 años y su voluntad de continuar sigue firme, mientras trabaja con gran intensidad para ver si es posible recuperar la velocidad perdida o si se verá obligado a hacer una transición hasta convertirse en un lanzador de control, algo que no ha sido fuerte.

Lo importante es que sigue en pie de lucha.

Edgard Rodríguez en Twitter: @EdgardR

 

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