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Democracia o dictadura

Cuando veo indignado como un hermano nicaragüense, Jorge Luis Rugama Rizo (45 años), es acribillado a balazos y muere ensangrentado en los brazos de su desesperada madre, por el solo hecho de gritar: ¡Viva Nicaragua libre!
Cuando veo a la doctora Elia María Montenegro, con lágrimas en sus ojos, hacer una narración patética de como su familia está siendo exterminada, por el solo hecho de tener ideas contrarias a las que tienen los que usurpan el gobierno nacional.

Cuando veo que se ha perdido todo respeto hasta por lo más sagrado, como lo es la diabólica profanación de la Sangre de Cristo en nuestra santa Catedral de Managua.

Cuando veo todas estas cosas hijas de la sinrazón y del más puro salvajismo, a muchos no solo se nos estruja el corazón sino que nos vemos obligados a preguntar: ¿Cómo es posible que el pueblo nicaragüense, cuya historia está llena de ejemplos de coraje, dignidad, amor a nuestra patria y a nuestras creencias religiosas, esté tolerando pasivamente todas estas cosas y no hagamos todo lo necesario para erradicarlas?

A pesar del encomiable trabajo de los dirigentes actuales de la Coalición, veo con preocupación que esta no avanza, que en vez de crecer parece estar a punto de fraccionarse y que se ha perdido toda la iniciativa en la lucha por alcanzar su principal objetivo, tal es la derrota de la dictadura Ortega-Murillo y el restablecimiento a la mayor brevedad posible de la democracia en Nicaragua.

Se me ocurre que el problema está en el modelo que ha adoptado para organizarse, por lo que animado con el más elevado patriotismo, con espíritu constructivo y sin ánimo de figuración, me permito hacer dos sugerencias, que de llevarse a la práctica pueden contribuir a resolver varios de los problemas que entorpecen la marcha hacia la victoria de la Coalición Nacional.

Mis dos sugerencias son las siguientes:

Primero: En vista de que los partidos colaboracionistas o zancudos prefieren seguir medrando bajo la sombra del orteguismo y se niegan a prestar su pequeño concurso para la democratización del país, la Coalición debería de convertirse en un partido político inspirado en las gestas de abril del 2018, para seguir siendo la alternativa para el cambio democrático que estamos demandando la gran mayoría de los nicaragüenses.

Si se decide ir a elecciones y niegan la personería jurídica, continuar la lucha por otros medios con el apoyo de la comunidad internacional hasta alcanzar la democracia para nuestra nación.

Además, el régimen orteguista se pondría en evidencia, nacional e internacionalmente, de que las elecciones que ha anunciado para el 2021 no son más que una nueva farsa electoral.

Segundo: En el otro caso, el modus operandi de la Coalición para que sea funcional es que las organizaciones de la sociedad civil y grupos emergentes pasen a formar parte de una Asamblea General, con uno o dos representantes por entidad, cuyas resoluciones tomadas por mayoría simple sean de obligatorio cumplimiento por el Directorio Ejecutivo formado por no más de 6 personas (1 por cada organización que forman parte actualmente de la Coalición) el cual deberá ser ratificado por la Asamblea General por un periodo determinado y sin reelección.

La verdad es que los nicaragüenses nos encontramos en una encrucijada, frente a dos caminos, el uno que nos conduce a mantener una dictadura y el otro que nos señala el camino hacia la justicia, el progreso y la libertad. El uno representado por el FSLN encabezado por la familia Ortega-Murillo y el otro que trata de aglutinarse bajo la bandera azul y blanco de la patria formando una Coalición Nacional.

Es evidente que con la dictadura nuestro pueblo no tiene futuro, por lo que debemos concretar lo más pronto posible dicha Coalición, sea como partido político o en una alianza, como el camino ideal para salvar a Nicaragua de su total destrucción.

El autor es periodista y secretario general de la Asociación de Nicaragüenses en el Extranjero (ANE).

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