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Si la dictadura no cae, es porque la oposición la sostiene

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Zombi

Si en algo parecemos estar de acuerdo, si no todos, la gran mayoría, es que la dictadura de Daniel Ortega está a punto de caer. En bancarrota, aislada, y en agudo descrédito, tanto fuera como dentro de Nicaragua. El caso de Ortega es digno de estudio. Es un zombi caminando. El caso es que no se va a caer sola. Necesita un empujón. Y ahora mismo la oposición está tan ocupada destrozándose unos con otros, que el empujón ese ha pasado a ser una cosa de cuarto o quinto lugar entre sus prioridades.

Física

Es un asunto de Física. Volvamos a la secundaria. Lo explican la primera y tercera ley de Newton. Si la dictadura va cayendo por su propio peso (léase crímenes, mentiras y disparates) pero la oposición empuja con igual fuerza en sentido contrario a la caída, la suma de las dos fuerzas es “cero”. El equilibrio. El zombi. Está muerto, pero camina gracias a una oposición que lo sostiene. No lo deja caer. Porque para caerse bastaría que nos juntáramos todos los que no queremos esta dictadura para Nicaragua.

Desertores

Cuando digo todos, me refiero a todos, incluyendo a los que ahora están del lado del régimen, pero necesitan saltar del barco antes que se hunda. ¡Hay muchos! No terminamos de entender que para que se caiga la dictadura hay que quitarle más de la fuerza que la sostiene y empujar hacia el lado del sopapo y no al contrario. Pero, imagínese si algún sandinista se va a decidir a desertar de la protección que pueda darle Ortega si ahora mismo estamos agarrando a pedradas a los sandinistas que desertaron hace 30 años y están enfrentando a la dictadura. Si de verdad quieren que la dictadura caiga, por estrategia se deberían alentar las deserciones, porque técnicamente un desertor vale por dos: la fuerza que deja de ejercer de aquel lado sirve para reforzar el empujón a este lado.

Dictadura

El problema es que se ve la caída de la dictadura como el fin de todo. Y no. Malas noticias. La caída de Ortega será uno de los primeros pasos. El comienzo. Si todavía no hemos salido de la dictadura de Somoza, y me voy a ir más lejos, no logramos salir siquiera de la dictadura de Pedrarias Dávila, porque mucho de lo que llamamos dictadura es herencia de una forma de hacer las cosas que todos, todos, llevamos dentro, en menor o mayor medida. La dictadura también está en nosotros.

Buenos y malos

La inmovilidad de la oposición puede ser un buen ejemplo de esto. Se teme meter en el equipo opositor al próximo dictador. Por eso se desconfía de todo mundo. Pero también actúa una forma de hacer las cosas que calza con ese pensamiento dictatorial: si vos estás en mi equipo, necesariamente sos de los buenos, así que si cometiste crímenes, ya no te puedo juzgar por ello. Dividimos el mundo en buenos y malos. En el fondo es el viejo sistema entrando por otra puerta. Estamos pensado que el día después de Ortega va a estar ahí, instalado, un sistema que trate igual o parecido a los contrarios, y otorgue beneficios y privilegios iguales a los de mi equipo.

Opositores de juguete

También tengo que reconocer, y esto me ha costado aceptarlo, que hay a quienes les aterra la posibilidad de que se caiga Ortega y ellos no estén a la cabeza. Y más: hay quienes se sienten cómodos con este sistema donde son oposición de juguete, de mentiritas, y eso les da privilegios. Prefieren ser cola de león que ser… nada, ciudadanos como usted o yo, con derechos y obligaciones, sin que el erario pague sus cuentas. Prefieren seguir con Ortega, aunque no lo digan.

Compadrazgos

La dictadura está por caer. Basta que todos empujemos para el mismo lado. Que descubramos esos opositores que, en vez de empujar, jalan para que no se caiga. Empujar de este lado, hay que entenderlo, no significa que todos tenemos que ser amigos o que quienes estén ahí consiguen una patente de corso para sus delitos, porque de lo que se trata es de botar una dictadura para comenzar a establecer un sistema donde funcionen las instituciones y se juzguen los hechos, no las ideologías, ni los compadrazgos. Independiente de si es amigo o adversario. Y esa debería ser la única garantía de unidad que necesitamos por ahora.

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