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Una de las últimas fotos de Eleazar Blandón junto a su hermana Ana, en España. LAPRENSA/ CORTESÍA

La dura realidad que enfrentan los migrantes nicaragüenses en España

Tras la noticia de la muerte de Eleazar Blandón, el nicaragüense que murió por un golpe de calor, se han revelado otras historias que muestran las penurias que pasan los migrantes nicas

María de los Ángeles Acuña Ibarra sueña con volver a Nicaragua para disfrutar de un domingo en familia. Le hace falta el gallopinto, la cultura y vivir tranquila, dice. Además está cansada de trabajar 15 horas diarias. Desde hace nueve años llegó a España en busca de una “vida mejor”, pero durante ese tiempo solo ha pasado por hambre, penurias y maltrato. Actualmente está establecida en Bilbao, donde cuida a un matrimonio con Alzheimer. Su historia se repite con diferentes nombres de migrantes nicaragüenses.

Desde que se conoció la muerte del nicaragüense Eleazar Blandón, el pasado 1 de agosto, quien murió tras sufrir un golpe de calor en el campo de sandías donde trabajaba en Murcia, España, el drama de los migrantes cobró visibilidad y suscitó interés tanto de medios españoles como nicaragüenses sobre la situación de los nicaragüenses que sufren abusos, agresiones y discriminación desde sus centros laborales. Tras la trágica historia de Blandón, se revelan otras realidades, como la de María Acuña.

La Asociación Nicaragüita, con sede en España, compartió a LA PRENSA que el principal reto para un migrante indocumentado es la falta de información, es decir, a qué se va a enfrentar, qué debe hacer o cómo debe movilizarse.

“Cuando están recién llegados (a España) la situación es delicada para mujeres y más aún para hombres. El trabajo para chicos es bastante poco, la oferta está en el campo, un trabajo duro, extremo por el clima y las labores del campo, el salario es exageradamente bajo y a ello hay que descontarle el transporte, comida y en más de una ocasión el equipo de trabajo”, dice Glenda García, de la Asociación Nicaragüita.

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El trabajo de las mujeres, en su mayoría, está en el sector doméstico. Pero aunque este tipo de trabajo no se está bajo sol ni en condiciones extremas, el abuso y maltrato de las empleadoras es una constante que sufren cada día. “Muchas levantan (cargan) a sus empleadores con movilidad reducida o ninguna,  una recién llegada (al país) sin experiencia, con las deudas y la necesidad de trabajo no cobra más de 800 euros líquidos, sin pagas extras, vacaciones o días libres, las que tiene un poco de suerte salen dos horas a la calle diario y un domingo en la mañana y regresan por la noche a dormir”, explica García.

La Asociación Nicaragüita durante una reunión con los inmigrantes nicaragüenses en España. LA PRENSA/CORTESÍA

De esos 800 euros, la persona deberá costear sus gastos personales y cubrir las medicinas – en caso de que se enferme – ya que para que lo empadronen y reciba atención médica, el trabajador deberá esperar tres años para usar este beneficio, según la Legislación en España, comparte García. La situación para jóvenes es más difícil pues tienen que pagar alquiler de apartamento y asumir los gastos de servicios básicos.

Golpe de suerte

Lo mencionado por García lo sabe de primera mano María Acuña. Recién llegada a España, la jinotegana pasó seis meses viviendo en albergues sociales, donde llegó buscando un lugar dónde dormir. Luego encontró trabajo de doméstica y desde entonces, casi nueve años, ha laborado en esa área. Durante todo ese tiempo ha trabajado con distintas familias y encontrarse con gente “maravillosa” ha sido un “golpe de suerte”, relata, pues en su mayoría le han salido jefes “tiranos”.

“La vida del emigrante es dura, muy dura no se imagina cuántas veces toca soportar abusos sexuales, humillación, desprecio. La gente en Nicaragua muchas veces piensa que emigrar es color de rosas pero no, es una vida sacrificada, cada centavo que se gana uno aquí lleva sangre, mucho dolor, sudor y lágrimas”, comparte María Acuña.

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García señala que del grupo de migrantes nicaragüenses en España, la mayoría son mujeres y trabajan como domésticas por el hecho de que la mano de obra es barata en este sector. “Tener que acoger trabajos peores pagados, si se pueden llamar así, más otros problemas como el acoso sexual y la discriminación es bastante frecuente (para los migrantes)”, lamenta García.

La nicaragüense, de 49 años, dejó su tierra natal para sacar adelante a su única hija y familia. Aquí en Nicaragua, María Acuña era auxiliar de enfermería y trabajó por 12 años en el Ministerio de Salud, pero se cansó de la mala paga y buscó un nuevo rumbo en España. Ahora, solo quiere ahorrar dinero y volver al país para disfrutarlo con su gente.

La comunidad nicaragüense se apoya entre sí y buscan cómo resolver cualquier situación de vulnerabilidad que sufre un connacional. LA PRENSA/CORTESÍA

Números

El último informe del Instituto Nacional de Estadística de España revela que ese país viven 57,403 nicaragüenses, de las cuales 40,718 son mujeres. “No olvide que un porcentaje alto no está empadronado por tanto no existe”, aclara García.

Por su parte el Ministerio del Interior de España, informa que de enero a julio de este año se le ha dado a 435 nicaragüenses el estatuto de refugiado y a cuatro connacionales se les admite bajo la categoría de razones humanitarias, mientras que a 770 se les han negado dichas solicitudes.

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“Quienes estamos en la línea de fuego, refiriéndome a las necesidades de urgencia, las resolvemos entre nosotros (los nicaragüenses), por ejemplo, gente sin comida en pandemia, una embarazada en la calle porque no le atienden por falta de padrón, madres recién llegadas que no tienen como informarse para conocer el protocolo para llevar a sus menores al colegio (…) es una larga lista (de necesidades)”, expone García, quien ha visto y gestionado ayuda en situaciones que van desde el que busca una habitación recién llegado hasta el apoyo la repatriación de un cuerpo, como en el caso de Eleazar Blandón, quien finalmente regresó a Jinotega la tarde de este jueves 27 de agosto.

Nacionales España migrantes Nicaragua nicaragüenses archivo

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