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El reto de los votantes católicos en EE.UU.

¿Votaría usted por un candidato a la presidencia que dijese que está dispuesto a financiar la eliminación de los minusválidos si estos fuesen una carga o estorbo a sus familias? ¿O a las personas de color o inmigrantes que también causen dificultades?

Evidentemente que no, y no solo eso: usted diría que ese candidato es un salvaje, un nazi. Seguramente pensaría, también, que no habría político alguno capaz de proponer semejante monstruosidad.

Pero la realidad, que muchos no quieren ver, aunque esté allí, tan clara como el día, es que si los hay. Ahora mismo aspiran a la presidencia de Estados Unidos personajes dispuestos a endosar y financiar precisamente eso: la muerte de minusválidos, gente de color, y otros más, con la única condición de que se les mate mientras estén en el vientre de sus madres.

Si esto no causa el escándalo que merece, es porque una espesa niebla moral ha cegado conciencias e insensibilizado corazones; porque buena parte del mundo contemporáneo ha perdido la reverencia debida a la vida. Aún entre aquellos que no condenan el aborto, y que se consideran personas éticas y civilizadas, abundan quienes lo consideran como un tema más entre muchos otros, como el cambio climático o la justicia racial; algo que debe pesar algo, pero no demasiado, en las decisiones de los votantes. No lo consideran como lo que verdaderamente es: un crimen horrendo de lesa humanidad, un genocidio, cuyas víctimas son los más inocentes y vulnerables miembros de nuestra sociedad.

Entre las pocas voces que han tenido el coraje y la claridad moral para llamar a las cosas como son, sobresale la Iglesia católica y muchas denominaciones evangélicas. El catolicismo ha defendido, desde siempre y en contra de todos los vientos, la sacralidad de la vida humana desde su concepción hasta su fin natural.

En una declaración para este año 2020, los obispos norteamericanos expresaron que el “aborto sigue siendo nuestra prioridad preeminente. Efectivamente, la Iglesia nunca ha dejado de considerar el aborto como un pecado grave sobre el cual no puede haber disenso —como sí lo puede haber en temas que considera como opinables: aquellos en que sus fieles pueden diferir en una gran variedad de asuntos sin romper con los principios fundamentales de su fe y su moral. Unos, por ejemplo, pueden estar a favor abrir las fronteras, otros a favor de cerrarlas; unos a favor de cuotas raciales para entrar en las universidades (acción afirmativa), otros en contra. Unos pueden querer aumentar los impuestos, otros bajarlos. Pero un católico no puede apoyar, o incluso tolerar, el asesinato de los niños y niñas por nacer sin entrar en una contradicción irreconciliable con la iglesia y sus principios. Por tanto, no puede ni avalar el aborto ni votar por un candidato o partido que lo apoye. De hacerlo incurriría en pecado grave y se auto excluiría de la comunidad eclesiástica (excomunión). Su deber, irrenunciable, es defender la vida humana y, sobre todo, la de los más débiles”.

Esta posición no es intransigencia. Votar por alguien que va a financiar la masacre de inocentes es hacerse cómplice de un crimen. Es contribuir a matar. Aunque algunos buscan abrir una rendija alegando que un solo tema no debe ser la única base para juzgar una candidatura. Se basan en un texto de los mismos obispos donde cautelosamente advierten que un católico podría votar por un candidato con “posiciones inaceptables solo por razones verdaderamente graves”. Pero esto estas razones son casi imposibles de encontrar, pues difícilmente se encontrará candidatos rivales que intenten ejecutar políticas aún más destructivas que el aborto.

Joe Biden y Kamala Harris han prometido financiar el exterminio de niños por nacer que lleva a cabo la ONG Plan Parenthood. Más grave aún, apoyan el aborto hasta el noveno mes de embarazo, es decir, al instante antes del nacimiento, cuando el niño o niña es plenamente viable.

Puede que el presidente Trump promueva algo más brutal. Si alguien lo cree, que lo demuestre.

El autor es sociólogo e historiador. Autor del libro Buscando la Tierra Prometida. Historia de Nicaragua 1492-2019.

Opinión Estados Unidos Iglesia Católica Votantes archivo
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