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Tom Seaver tuvo lo que los expertos consideraban la mejor mecánica del beisbol en su época. LA PRENSA/EMPIRE SPORTS MEDIA

La historia de Tom Seaver, auténtica luminaria del beisbol que ha fallecido

El astro derecho ganó 311 juegos en su carrera y ponchó a 3,640 bateadores en una brillante trayectoria de 20 años en las Grandes Ligas

Tom Seaver, una auténtica luminaria, cuya trayectoria aguanta comparación con cualquiera de los grandes lanzadores en la historia del beisbol, dejó de alumbrar este lunes a sus 75 años, víctima del Covid-19 y tras afectaciones relacionadas con la demencia.

Nacido en Fresno, California, el 17 de noviembre de 1944, Seaver tenía una estructura física sólida, propia de la gente del campo y desde ahí emergió como un poderoso lanzador que llegó a ganar 311 partidos, ponchó a 3,640 bateadores y capturó tres premios Cy Young.

Seaver es la más grande figura en la historia de los Mets de Nueva York, equipo para el que vivió sus años de mayor gloria. Los sacó de la mediocridad y en sus primeros diez años con ellos, ganó 189 juegos, con cuatro temporadas de 20 triunfos y fue a nueve Juegos de Estrellas.

Tom “El Terrible”, como le llamaban por su feroz espíritu competitivo, militó también para los Rojos, a donde llegó tras una relación friccionada con los propietarios de los Mets, pasó por los Medias Blancas y terminó con Boston en su última campaña en 1986.

Sin embargo, Seaver pudo haber sido de los Dodgers, quienes lo seleccionaron en el draft de 1965, no obstante, el scout en aquel momento, Tom LaSorda, solo le habría ofrecido 2 mil dólares, cuando el joven lo que buscaba eran al menos 50 mil dólares por firmar.

Los Dodgers lo perdieron

Fue ahí cuando se generó una anécdota que se volvió célebre. Seaver estudiaba odontología en la Universidad del Sur de California (USC) y tras no haber acuerdo con los Dodgers, LaSorda le habría dicho: “éxitos en tu carrera de odontólogo, porque nadie te dará más plata”.

Pero los Bravos lo seleccionaron en 1966 y lo firmaron por 40 mil dólares, sin embargo, el contrato se anuló porque en esa época no se podía firmar a jugadores cuyos equipos universitarios ya habían iniciado la temporada y Seaver quedó en el aire. Hasta la beca de la USC perdió.

No obstante, después de una larga controversia y demandas en las que intervino el papá de Seaver, se estableció una rifa entre los equipos interesados y los Filis, Indios y Mets se presentaron a la disputa y los Mets capturaron al jugador que cambiaría su historia.

Seaver fue ese mismo 1966 directo a la Triple A de los Mets y registró 12-12 y 3.13 en 210 innings. Al año siguiente ya estaba en Nueva York y con marca de 16-13 y 2.76 en 251 innings, ganó el premio al Novato del Año y asistió al primero de 12 Juegos de Estrellas.

Y en 1968 volvió a ganar 16, lo cual era asombroso para un equipo que hasta antes de la llegada de Seaver, no había tenido a un ganador de más de 13 juegos. Fundados en 1962, los Mets no habían avanzado más allá del noveno lugar entre diez equipos hasta entonces.

Tom Seaver ganó 311 partidos en su carrera.
LA PRENSA/ARCHIVO

Los milagrosos Mets

Sin embargo, en 1969 se echó al equipo al hombro y con un balance de 25-7 y 2.21 en 273 innings, lo llevó hasta la Serie Mundial y tras perder el primer juego 4-1 ante Mike Cuellar de los Orioles, volvió en el cuarto desafío para lanzar 10 entradas e imponerse 2-1.

Aquello resultó un milagro. Tres años después del aterrizaje de Seaver, el equipo estaba disputando el clásico de otoño y lo ganó 4-1 ante los Orioles, quienes tenían a Jim Palmer, Cuellar y McNally en su rotación y venían de ganar 109 partidos en la temporada regular.

Seaver siguió impactando con su electrizante arsenal y registró otras tres temporadas de 20 éxitos, ganó cinco veces el liderato en ponches y tres en promedio de efectividad. Incluso volvió a llevar a los Mets a la Serie Mundial en 1973, pero tropezaron ante Oakland.

Para 1977, Seaver estaba convertido en una celebridad y su voz firme y fuerte no paró de pelear en beneficio de sus compañeros, a quienes representaba en el sindicato de jugadores, pero su relación de fracturó con los Mets y lo enviaron a los Rojos en un canje múltiple.

Muchos consideran al 15 de junio de 1977, como el día más triste en la historia de los Mets por haber cambiado al hombre franquicia. Los fanáticos reaccionaron furiosos y dejaron de ir al estadio, mientras el equipo volvió a ser una tropa de media tabla hacia abajo.

Victoria 300 en Nueva York

Seaver llegó con 7-3 y 3.00 desde los Mets ese año (1977) y cerró con 14-3 y 2.34 para los Rojos y así culminar el año con 21-6 y 2.58, siendo la quinta ocasión en que atrapaba 20 o más victorias, aunque en las campañas siguientes no pasaría de 16 triunfos con Cincinnati.

Se suponía que con los Rojos, quienes había disputado cinco Series Mundiales y ganado dos de ellas en la década de los setenta, cuando eran “La Gran Maquinaria Roja”, Seaver sería aún más impactante, pero no fue así. Y en 1981, cuando inició con 14-2 y 2.52, se dio la huelga.

Seaver volvió a los Mets en 1983 y los fanáticos lo celebraron con gran entusiasmo, aunque ya no era e poderoso lanzador de antaño, pero un error administrativo lo dejó sin protección y los Medias Blancas se lo llevaron en 1984, ganando 15 y 16 juegos en las dos campañas siguientes.

El 4 de agosto de 1985, se dio un hecho que ilustra bien lo que Seaver fue para el beisbol. Ese día le ganó 4-1 a los Yanquis, lanzando juego completo ante Rickey Henderson, Ken Griffey Sr., Don Mattingly, Dave Winfield, Don Baylor y Willie Randolph.

Esa fue la victoria 300 de Seaver, pero lo llamativo fue ver a 54,032 fanáticos de pie aplaudiendo su proeza de forma frenética, no en el Comiskey Park de Chicago, sino en el Yankee Stadium, a pesar de que los Yanquis habían sido los derrotados por Tom.

“Es imposible no admirar a Seaver aunque no deseás estar en el equipo que él ha derrotado para llegar a 300 victorias”, dijo el entonces dueño de los Yanquis, George Steinbrenner. Y es verdad. La gente admiraba a Seaver porque era realmente admirable.

Impactos de Seaver

El 22 de abril de 1970 le metió diez ponches seguidos a los Padres de San Diego, algo que todavía se mantiene como el récord de Grandes Ligas. Ganó 2-1 y sumó 19 “fusilados”.

El 16 de junio de 1978 le lanzó un juego sin hit ni carrera 4-0 a los Cardenales de San Luis. Dio tres bases y ahí perdió el perfecto, pero retiró a los últimos 18 en línea.

El 9 de julio de 1969, lanzó 8.1 innings perfectos ante los Cachorros. Jimmy Qualls le rompió la magia después de 25 outs consecutivos. Ganó el desafío 4-0.

Su récord fue 311-205 y 2.86 en 4,783 innings. Ponchó a 3,640 bateadores, lanzó 231 juegos completos y bordó 61 blanqueadas. Actuó en 20 temporadas.

En 1992 fue exaltado al Salón de la Fama del beisbol en Cooperstown, Nueva York, tras recibir 425 votos de 430 posibles, para un 98.84 por ciento en la elección.

Murió el 31 de agosto de este año por dificultades relacionadas con el Covid-19 y la demencia que lo afectaba desde hace varios años y lo había alejado de la vida pública.

Cuando se cerró el Shea Stadium, Seaver hizo el último lanzamiento. Y cuando se abrió el Citi Field, Seaver hizo el primer lanzamiento. No podía ser de otra forma.

 

 

 

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