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El Colegio Centro América suspendió sus clases presenciales desde el inicio de la pandemia en Nicaragua.

“No ha sido fácil aprender”, reconocen los maestros. Crónica de un día de clases en línea

Una profesora impartiendo clases en línea desde la sala de su casa, otro desde el salón vacío en el colegio. Estas son las situaciones a las que se han adaptado maestros y alumnos debido a la pandemia del Covid-19

Son las 7:45 de la mañana del lunes 31 de agosto y el profesor Modesto Guzmán Calderón ya tiene listas dos computadoras sobre una pequeña mesa, ubicada en un rincón de la sala de su casa. Esta vez, la clase de Historia que impartirá la tiene guardada en una de sus computadoras; mientras la otra la ocupará para conectarse con sus alumnos de undécimo grado (quinto año de secundaria) del Colegio Calasanz, a las 8:00 de la mañana. Luce pulcro, de uniforme y a pesar del calorazo mantiene su buena actitud y postura. Y un abanico a sus espaldas.

Desde el 19 de marzo —un día después que se conoció oficialmente el primer caso de Covid-19 en Nicaragua— la dirección del Colegio Calasanz decidió adoptar la modalidad de clases en línea y a partir de entonces, el profesor Guzmán le ha abierto las puertas de su casa a sus alumnos para enseñarles Ciencias Sociales. Justo al lado de la entrada del apartamento está ubicada la mesita de madera que se ha convertido en su oficina, y desde ese espacio sus vecinos también  lo pueden escuchar cada mañana hablando de la colonización o cultura del país. A él le toca mantenerse enfocado e ignorar el ruido del ambiente, que incluye el trajín en la calle y en las casas vecinas.

“Acá es importante valorar que todos estamos en el mismo barco, así como los estudiantes entran a mi casa, yo entro a la de ellos. De pronto me doy cuenta qué es lo que está haciendo la mamá, el hermanito, pero yo creo que eso se puede resolver en la medida que vayamos entendiendo que la educación no es simplemente transmitir un conocimiento sino también hacer sociedad a través de la comunidad abierta, me doy cuenta de tu realidad, vos te das cuenta de mi realidad”, expresa el maestro de 44 años, quien ha dedicado 25 años a la docencia.

En Nicaragua, donde hay alrededor de 6.5 millones de habitantes, apenas la mitad de ellos tiene acceso a la conexión a internet y está casi centralizado en zonas urbanas, de acuerdo con el mapa digital que presenta Hootsuite —plataforma para administración de redes sociales— que también registra los accesos, comportamientos y características de los usuarios digitales. La mayoría tiene acceso a internet desde sus celulares, dispositivos que si bien permiten la comunicación, son insuficientes para administrar o desarrollar una clase en línea en las plataformas recomendadas, pero aún así muchos maestros se las ingenian para educar desde sus teléfonos.

El profesor Modesto Guzmán Calderón, del Colegio Calasanz, dice que la adaptación a la tecnología es permanente porque “no hemos terminado de usar una aplicación cuando ya apareció una versión nueva”. LA PRENSA/ JADER FLORES

El reloj marca las 8:00 en punto de la mañana y el profesor, frente a la computadora y con sus audífonos puestos, admite uno por uno a sus alumnos a la reunión organizada desde la aplicación Google Meet. Toca hablar del mestizaje y las divisiones sociales del país, y aunque al inicio algunos estudiantes tienen problemas de conexión, diez minutos después la clase se desarrolla entre lectura, participación y juego educativo. Por la interacción que tiene el docente con sus alumnos pareciera más que están en una conversación casual y amena que en una clase típica y lineal.

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“Ha sido aprender a golpe de calcetín, hemos ido aprendiendo en el proceso. No es cierto de que hayamos estado listos”, reconoce el docente, quien comparte que antes de la pandemia la aplicación que más utilizaba era Google Drive, herramienta para almacenar y compartir información, pero actualmente usa hasta siete aplicaciones para dar clases.

Aunque las compañías que proveen servicios de internet muestran cifras de crecimiento en Megabytes y crean planes de internet desde 50 córdobas, la realidad es que los costos para tener un servicio de conexión a internet al menos “bueno” rozan los 30 dólares mensuales y muchos salarios no superan los 300 dólares, sin mencionar que tanto maestros como alumnos deben tener computadora, auriculares y una educación tecnológica media para manejar las plataformas. El desafío en la educación no ha sido solo metodológico y en logística, sino también en el aspecto económico y familiar, reconocen los docentes.

Un salón en cada casa

En el otro extremo de Managua, en las afueras de la capital, Ana Hernández Alvarado despeja el comedor de su sala que se ha convertido en el salón virtual de clases. Ella es “profe Ana”, docente de primer grado del Colegio Centro América (CCA).

De lunes a miércoles, antes de las 6:00 de la tarde, la profesora acomoda la mesa en uno de los cuartos —en construcción— de su casa. El lugar es espacioso pero para ambientarlo para sus alumnos, ella debió adelantar el proceso de pintura de una parte de su pared donde adornaría con imágenes; un lápiz gigante o una niña,  y ubicar la pizarra acrílica que compró. Además de cambiar la modalidad y llevarse todo para su casa, el horario de su clase también cambió, la idea es que en las sesiones nocturnas los padres de familia puedan asistir para un mejor acompañamiento en el proceso de aprendizaje de los niños.

Sin embargo, al iniciar la clase, los alumnos —de 6 y 7 años en su mayoría— no parecieran necesitar de ayuda. La docente saluda cariñosa a sus pequeños y de entrada les indica las aplicaciones que utilizarán: Nearpod,  Wordwall y Jamboard, todas ellas para realizar ejercicios en clases interactivas. La reunión —que se desarrolla desde Google Meet— transcurre sin mayores inconvenientes. Los estudiantes saben que deben mantener activas sus cámaras, guardar silencio y estar atentos a la clase.

Durante la hora que dura la clase, los alumnos de primer grado hablan y leen fluidamente. Se disculpan con la maestra por cualquier problema de conexión mientras dibujan digitalmente o durante un ejercicio de preguntas y respuestas. Al menos en este salón virtual los niños parecen tener buen dominio de las herramientas y disfrutar, a distancia, de la metodología de su maestra.

La profesora Ana Hernández Alvarado señala que los niños, pese a tener 6 o 7 años, han aceptado muy bien las clases en línea. Oscar Navarrete/ LA PRENSA.

“Estamos explorando ahorita en el tercer bimestre, antes estábamos buscando qué hacer y solo era la pizarra únicamente (como herramienta)”, reconoce la maestra, quien agrega que la situación de pandemia aceleró el aprendizaje de los docentes en el aspecto tecnológico. Este panorama, agrega, ayudó al gremio a tener un mejor manejo de las herramientas y poder desarrollar las enseñanzas de lectura y escritura de una forma amigable, a pesar de lo frío o impersonal que pueda resultar hablar frente a una máquina.

La profesora aclara que, como todo proceso, el inicio fue difícil, sobre todo porque los niños no estaban acostumbrados a recibir clase desde sus casas, no estaban tan familiarizados con el uso pleno de la computadora y también porque no entendían por qué no podían ir al colegio. Sin embargo, a casi seis meses bajo esta modalidad, para ella la prueba poco a poco ha sido superada y los alumnos se han adaptado positivamente.

Para las clases de escritura, la maestra se apoya en la pizarra, pero también de las aplicaciones digitales. Por ejemplo, los niños deben hacer su tarea de caligrafía en el cuaderno, luego enviar foto y video de su trabajo. Ella debe revisar en tiempo y forma.

“Los papás no se meten para nada, a veces me escriben y dicen por ejemplo algo puntual, como que les cuesta (a los niños) la K y la Q, que no la diferencian”, comenta, y señala que para ese tipo de situaciones se crean sesiones de reforzamiento adicional. No es fácil enseñar a leer y escribir a niños de 6 o 7 años en una modalidad remota.

Aunque la profesora no debe salir todos los días corriendo de madrugada desde Mateare hasta Villa Fontana, Managua —donde está ubicado el Colegio Centro América— para impartir clases en un salón, ha tenido que dividir sus lecciones en sesiones matutinas y nocturnas para atender mejor las necesidades de sus alumnos, acondicionó un poco su casa y debe garantizarse una computadora, un servicio y conexión a internet estable para que sus niños no le digan que “se quedó congelada” a mitad de la clase.

Ella reconoce que a pesar de los cambios y ajustes, es afortunada en comparación con otros docentes, que “gracias a Dios” cuenta con los recursos y accesos tecnológicos que muchos otros maestros del país no tienen y que incluso sus centros escolares tampoco pueden facilitarles.

“No ha sido fácil, pero sé que para otros maestros es aún más difícil”, reconoce y comenta que sabe de maestras que deben dar clases desde casa, pero también lidiar con un ambiente familiar, atender labores del hogar y hacerse cargo de sus hijos pequeños que también están en casa por la pandemia. “Imagínese estar impartiendo una clase mientras tiene a su hija entre las piernas, abajo del escritorio, llorando porque quiere atención al ver a su mamá en casa”, comenta, “son escenarios difíciles y aún así sacan adelante sus clases”.

Juegos y acompañamiento

Engel Acevedo Guzmán es un joven profesor de Matemáticas que cada jueves prepara el plan de estudios para la siguiente semana. Dejó a un lado el cuaderno y lápiz para planear y ahora lo hace todo desde una computadora. Allí tiene el registro de las clases que ha impartido durante estos meses de pandemia en el país. Pero a diferencia de los otros docentes, Acevedo llega todos los días al CCA para impartir su clase en un salón vacío, frente a una pantalla donde se divisan en recuadros algunos de los 30 alumnos de quinto grado de primaria.

Aunque en el aula solo esté él, el lugar está adornado igual que cuando los estudiantes estaban presentes. Las sillas están colocadas alrededor y en la pizarra se pueden ver cintillos de papel colgando. El colegio estaba en víspera de celebrar su 104 aniversario (1 de septiembre) y la orientación de la dirección es que los maestros animen también a sus alumnos a adornar el espacio de su casa desde donde reciben las clases. El profesor Acevedo se muestra contento no solo porque están de fiesta, sino porque asegura que su clase de quinto grado son los más responsables a la hora de entregar los trabajos.

El profesor de Matemáticas ha creado varios juegos en línea enfocados en resolver problemas. Uno de esos ha sido el tesoro escondido, donde el alumno deberá resolver una serie de ejercicios para ganarse el premio. LA PRENSA/ Roberto Fonseca

Para él, la manera de impartir clases cambió de forma drástica. Las dinámicas que utilizaba con los alumnos dentro del salón de clases para explicar cómo resolver un problema, las pasó a digital. El reto era buscar cómo el estudiante no se perdiera en el proceso, por eso la pizarra y el marcador no pueden faltar en su clase. Para explicar el tema, ya sea medidas o ecuaciones, necesita mostrar el paso a paso.

La buena noticia, dice, es que sus alumnos se han adaptado a este ritmo de enseñanza y ahora los estudiantes hasta le piden que cree juegos en línea donde avanzan áreas o encuentran pistas según van resolviendo correctamente ecuaciones matemáticas. “Es una nueva metodología que se está ocupando, yo ocupo un recurso y creo mi propio juego (…) Una de las ventajas de estar acá (en el colegio) es que estamos en constante mejora, evaluación, capacitación, entonces se va trabajando esas habilidades”, dice.

Por eso él llega puntual todos los días al salón de clases vacío, instala la computadora y aprovecha la conexión a internet del colegio hasta el final de la tarde, pues tiene que corregir, planear y responder las dudas de sus alumnos. El profesor Acevedo asegura que si bien el proceso de adaptación fue abrupto y difícil al inicio, la preparación, capacitación, el esfuerzo y la entrega de sí mismo en cada clase, han sido las claves del éxito que se traduce en el avance de los niños en esta materia.

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Sobre este punto, el profesor de Biología, José Luis Dinarte —también del CCA— coincide con el maestro Acevedo, y afirma que pese a que el centro educativo se esfuerza para que sus trabajadores estén “actualizados” en cuanto a tecnología, la transición de clases presenciales a digitales fue “difícil”, sobre todo para el alumno porque debió comprometerse y esforzarse más.

“Al inicio fue difícil, se sentían estresados, cansados… no es lo mismo trabajar aquí en el salón a que se le vaya diciendo en línea lo que tienen que hacer en sus casas”, expone el docente mientras se acomoda frente a la computadora para iniciar la clase con sus alumnos de undécimo grado.

Para impartir la lección del día, el maestro acomoda la computadora sobre una silla que a su vez está sobre una mesa. El docente usa un proyector para que sus alumnos se puedan ver sobre la pizarra en blanco. Le gusta esta vista, dice, porque le da la sensación de que los jóvenes están en el salón de clases. Un consuelo que le permiten los recursos tecnológicos que da en el CCA; en su casa tendría quizá que hacer malabares con una computadora y su celular.

El profesor de Biología evaluando la exposición de los alumnos de undécimo. Durante este tiempo la retroalimentación y acompañamiento han sido factores que se han fortalecido. LA PRENSA/Roberto Fonseca

“Esta vez la clase la van a dar ellos”, comenta. Les toca presentar y exponer sobre el árbol genealógico de sus familias. “La preparación lleva un poquito más de trabajo, pero el maestro tiene que estar dispuesto a ese cambio, a ese avance de la tecnología, a los cambios pedagógicos y a las nuevas rutinas que se va armando”, declara el docente, quien reconoce que él tiene estudios en el manejo de las TIC.

De PowerPoint a Google Suite

Antes que la pandemia viniera a transformar las dinámicas sociales, la profesora de Ciencias Naturales del Colegio Calasanz, Verónica Arana, preparaba su clase en PowerPoint y en una que otra aplicación básica. Ahora debe trabajar con al menos cuatro aplicaciones para poder desarrollar las lecciones en línea. “No ha sido fácil  aprender, esto es un reto, al inicio tuvimos pequeñas dificultades, era una nueva modalidad”, comenta.

Pero a cinco meses, el panorama ha cambiado. Desde la sala de computación del Colegio Calasanz la docente tiene encendida su máquina en espera de que sean las 8:00 de la mañana para poder comenzar la clase. A los alumnos les toca exponer los tipos de meriendas nutricionales y para ello prepararon un platillo. Por esta vez, a la maestra le toca ser oyente, mientras al otro lado de la pantalla el estudiante muestra el platillo y va hablando de sus beneficios nutricionales.

Con cuaderno de calificación en mano, la profesora Verónica Arana evaluó la exposición que llevaron a cabo los alumnos de primer año de secundaria, quienes debieron hablar de comidas nutritivas. LA PRENSA/ JADER FLORES

En una hora de clase, solo tres alumnos quedaron sin exponer. Los problemas de conexión que tienen algunos alumnos en sus casas retrasa el avance del tema, expone la maestra, pero son cosas con las que deben lidiar. “Una de las ventajas es que ellos están también poniéndose al día con la tecnología y el uso de las herramientas. La desventaja es la baja calidad del servicio de internet, la caída arruina la programación del maestro”, reconoce.

Aunque ya están acostumbrados a esta modalidad, destaca que ella extraña a sus alumnos: “La clase virtual no sustituye una sesión presencial”.

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La maestra Patricia Castillo no repara en mostrarle a sus alumnos su estilo en artes marciales. De pie, estira y encoge los brazos, siguiendo un video que está siendo reproducido desde su computadora. Al otro lado de la pantalla, 38 alumnos de sexto grado observan a su profesora. “Vamos, haciéndolo todos, quiero verlos de pie”, indica la docente.

La maestra arranca su clase de Lengua y Literatura en el CCA con ejercicios de artes marciales. La enseñanza será de lectura, análisis y comprensión. Apoyándose en el contenido almacenado en Classroom, de Google, la docente asigna a sus estudiantes una lectura para luego aprender jugando en la aplicación Quizizz (para hacer ejercicios). Entre dinámicas la clase se desarrolla en 45 minutos.

La docente Patricia Castillo combina ejercicios, dinámicas y juegos para hacer “entretenida” su clase. LA PRENSA/LIDIA LÓPEZ B.

“Yo creo que esto (la pandemia) nos agarró a todos desprevenidos porque nosotros estábamos acostumbrados a las clases presenciales, pero esta transición ha sido de adaptarnos y saber dominar mucha tecnología”, manifiesta la docente, quien destaca la importancia que ha tenido la capacitación que le ha brindado el centro escolar a sus trabajadores, además de los tutoriales en los que se han apoyado para hacer más “entretenida” la clase.

Al ritmo del video sobre las artes marciales, los alumnos empiezan a mover su cuerpo y a estirarse un poco, mientras la maestra está atenta de quién no lo hace. “Vamos chicos, los estoy viendo, todos haciendo el ejercicio”, señala.

La docente expone que para poder captar la atención de los estudiantes debió reestructurar los planes de clases, replantear la organización, priorizar las habilidades y competencias de los alumnos y no centrarse solo en contenidos.

Sube rendimiento académico

Los maestros de los colegios coincidieron en que las clases en línea han demostrado lo siguiente: que los alumnos han elevado su nivel académico y que pese a ser nativos digitales, también tuvieron dificultades en el manejo de las herramientas académicas. No es lo mismo tener un celular, internet y usar sus aplicaciones solo para socialización y entretenimiento, que estructurar procesos de aprendizaje y retroalimentación en materias académicas.

Para los educadores, este tipo de enseñanza ha desarrollado las habilidades cognitivas y reforzado la responsabilidad como estudiante. “Las habilidades se han potenciado muchísimo, más que todo en la parte virtual”, declara el profesor Engel Acevedo, del CCA.

“Podemos ver dos aristas, la primera es que ellos lo han tomado como un elemento de ventaja porque todos los estudiantes conocen un poco de tecnología, pero la dificultad que aquí se presenta es que ellos la utilizan no necesariamente con carácter académico. Los profesores también estamos en un proceso permanente de preparación, entonces yo tengo que aprender primero a utilizar la aplicación para orientar a los estudiantes, y cuando no somos autodidactas se nos hace más difícil”, comparte el profesor Acevedo, del Calasanz.

Aunque los colegios privados consideran que la modalidad de clases en línea ha sido bien aceptada por la comunidad educativa y alumnos, los docentes expresaron que una de las dificultades ha sido que no todos tiene acceso y calidad de Internet en sus casas. LA PRENSA/Roberto Fonseca

Colegios privados mantienen modalidad

Los colegios Calasanz, Colegio Centro América, Liceo Franco Nicaragüense Víctor Hugo y Alemán Nicaragüense manifiestan que por ahora la modalidad de clases en línea se mantendrá hasta asegurarse que no haya un peligro mayor de contagio por la Covid-19, y sobre todo cuando haya un consenso entre la dirección y padres de familia.  Si bien la dirección de cada centro escolar reconoce que ha sido un proceso lleno de retos, lo han superado en la medida que capacitan a los docentes.

“Definitivamente hay una transformación total de la dinámica del colegio, los horarios no serán igual, la cantidad de horas, el grupo (de estudiantes)… porque tenemos que garantizar el tema del distanciamiento y seguridad sanitaria”, declara Bertha Conte, coordinadora académica del CCA, sobre un eventual retorno a las clases presenciales.

La directora del Colegio Calasanz, Ruth Gutiérrez, comparte que ellos priorizan la prevención en la comunidad educativa, puesto que profesores se han enfermado del coronavirus, por lo que volver al centro de estudios sería una decisión importante que se tomará con los padres de familia. “La evaluación en la escuela no volverá a ser la misma y nos tenemos que renovar nuestra visión, estudiar muy bien la atención que debemos brindar a futuro inmediato”, expresa.

En cuanto al Colegio Alemán Nicaragüense expresa que siguen solicitando permiso cada dos semanas ante el Ministerio de Educación para continuar con las clases digitales. Christian Geller, representante de la Junta Directiva del Alemán Nicaragüense, informa que para poder regresar al colegio, las autoridades deben ponerse de acuerdo con los padres de familia, de lo contrario se mantendrá la modalidad en línea. “Todo depende de la participación y decisión de los padres”, dice Geller.

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