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Desde la llegada del Covid-19, las trabajadoras sexuales han procurado la protección incluyendo las mascarillas y el alcohol en su kit de trabajo, pero no todas tienen recursos para adquirirlos. Jader Flores/LA PRENSA

Desde la llegada del Covid-19, las trabajadoras sexuales han procurado la protección incluyendo las mascarillas y el alcohol en su kit de trabajo, pero no todas tienen recursos para adquirirlos. Jader Flores/LA PRENSA

“Algunas no tienen dinero para comprar mascarillas o alcohol”. La realidad de las trabajadoras sexuales ante el Covid-19

La pandemia, al igual que a otros sectores del país, afectó al gremio de trabajadoras sexuales, con relación a la disminución de asistencia de clientes y el aumento del riesgo a su salud. Ellas cuentan sus historias

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Entre las nueve y diez de la mañana E.B., una joven de 28 años a quien llamaremos «Rebeca» para proteger su identidad, sale de su casa rumbo al trabajo: una esquina cobijada bajo la sombra de un árbol en un punto de la ciudad de Managua. Improvisó un asiento con dos adoquines y ahí permanece hasta las cinco de la tarde en espera de clientes. Mientras llega alguien, se retoca el maquillaje del rostro viéndose en un pequeño espejo que carga en su bolso. Rebeca, ahora al salir de su casa debe asegurarse que en su cartera lleve no solo preservativos y su set de cosméticos, sino también mascarillas y alcohol. Tiene casi cinco años laborando como trabajadora sexual y este año implementó un nuevo requisito de seguridad en su rutina de cuido.

Desde que se conoció el primer caso de Covid-19  en Nicaragua, -el 18 de marzo de 2020- «las cosas no son iguales», comentó Rebeca a LA PRENSA. La pandemia, al igual que otros sectores de la vida social y económica del país, afectó al gremio de trabajadoras sexuales en  relación a la disminución de asistencia de clientes. A esto además se le suma el riesgo que enfrentan las mujeres a ser contagiadas con el nuevo coronavirus, ante la renuencia de algunos clientes en hacer uso de mascarillas como medida de prevención.

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«Yo por ejemplo me protejo usando mascarillas y usando alcohol. En los moteles cuando entramos igual nos ponen alcohol, y claro, la pandemia nos ha afectado porque ha bajado la clientela (suspira). Sentimos temor al contagio pero ahora la mayoría de clientes vienen con mascarillas porque se las exigimos, estando en el motel si se las quieren quitar yo les digo que no, que no se la quiten», relató Rebeca mientras continuaba maquillándose. No hay sexo sin consenso, no hay sexo sin condón, no hay sexo sin mascarilla de protección.

Servicios no incluyen besos 

Entre las medidas de prevención que las mujeres han intentado implementar también está el dejar claro que los besos no están incluídos en sus servicios. Pero esto no siempre se cumple, confiesa Rebeca, porque algunos de los clientes lo exigen como condición de pago. «Y por necesidad tenemos que aceptar». «A como le digo, esto está bajo y uno no puede dejar ir a los clientes», se justifica.

Trabajadoras sexuales han visto una disminución considerable de personas que solicitan sus servicios desde la entrada del covid-19. Jader Flores/LA PRENSA
Trabajadoras sexuales han visto una disminución considerable de personas que solicitan sus servicios desde la entrada del Covid-19. LA PRENSA/Jader Flores

En otro punto de Managua se encuentra María Guevara, de 54 años, 27 de ellos se ha dedicado al trabajo sexual. De entrada dice que no le preocupa que se revele su identidad, que en su caso no tiene problemas en conversar o posar para las fotografías. En sus palabras “esta pandemia le vino a matar «rally» con los clientes”, dice. «Ellos creen que nosotros podemos andar el virus», señala Guevara, pero ella corre el mismo riesgo de ser contagiada. También señala que esto (la pandemia) ha sido lo más difícil por lo que ha pasado en sus años como trabajadora sexual.

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«Los clientes han dejado de venir, mire ahorita la hora (12 mediodía) y no hemos hecho nada. Esa enfermedad nos ha matado el rally. Yo comencé en octubre del 93, son más de 20 y pico de años y ahorita es lo más difícil que hemos atravesado, aparte que aguantamos críticas de la gente. Con esta situación sanitaria nosotros no hacemos casi nada por lo que el cliente a veces no quiere porque tiene miedo que tal vez nosotros andemos enfermas, pero gracias a Dios no hemos sido contagiadas por ninguna de estas enfermedades», afirmó María.

Ella también está consciente que el Covid-19 es un peligro inminente y que en el menor descuido puede presentar un riesgo para su vida. Afirmó que también le exige a sus clientes el uso de mascarillas, «usted sabe ya estar en pareja es peligroso, porque él puede hablar (el cliente) o yo, y ahí es donde se puede pasar la enfermedad, por eso uno sigue las indicaciones. Todo es saberse cuidar. Aquí hasta guaro (licor) bebemos, porque el guaro todo mata», dice y se ríe, como para suavizar la dureza de su exposición.

Maria Elena Guevarra, de 54 años, es trabajadora sexual desde la edad de 27 años en el sector de carretera norte y afirma que en el día se regresa a su casa sin ninguna ganancia por la falta de clientes. Jader Flores/LA PRENSA
Maria Elena Guevarra, de 54 años, es trabajadora sexual desde la edad de 27 años en el sector de carretera norte y afirma que en el día se regresa a su casa sin ninguna ganancia por la falta de clientes. LA PRENSA/Jader Flores

Protegerse no es solo por voluntad, implica dinero

Aunque los dos primeras trabajadoras sexuales entrevistadas aseguraron hacer uso de las medidas de protección ante el Covid-19, la joven de iniciales M.D. , de 24 años – a quien llamaremos «Carmen» – reconoce que no todas sus compañeras implementan el uso de mascarillas y alcohol, ya que no cuentan con el ingreso suficiente para comprarlas. «Fíjate que no todas estamos tomando las medidas. Algunas no tienen el dinero suficiente para comprar las mascarillas o alcohol», compartió.

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Respecto a los ingresos diarios, Carmen aseguró que no son los suficientes para poder sacar adelante a sus dos hijos pequeños en edades escolares. «Esta pandemia me ha afectado bastante, pero ahí vamos con la ayuda de Dios. A veces agarramos 200 o 300 pesos y pues ni modo tenemos que irnos con eso, a veces hasta desveladas (…). Las calles están vacías, no hay muchos clientes y uno tiene que aportar para la comida del hogar, mandar  a nuestros hijos al colegio, incluso ni los estoy mandando al colegio porque no me está dando el presupuesto», manifestó Carmen.

«Al gobierno no le interesamos»

Las trabajadoras sexuales no están expuestas únicamente al contagio del coronavirus. Durante años ha persistido el riesgo de ser víctimas de abuso sexual, maltrato, asaltos y violaciones. «Aquí pasamos muchas cosas, a veces salen hombres que te dicen que te van a pagar más y tal vez es mentira y te llevan a algún lugar oscuro  y hacen lo que te hacen y con una pistola en la cabeza tenemos que hacer lo que ellos dicen y ni modo, mi hijo salió producto de eso», expone.

En Nicaragua este sector de trabajadoras ha sido uno de los más vulnerables y excluidos dentro de la sociedad. Aunque no es un trabajo penado por la ley, tampoco existe una reforma que lo reconozca. Hasta el 2015, la Red de Trabajadoras Sexuales de América Latina contabilizó 14,487 personas involucradas al trabajo sexual en Nicaragua. «Nosotras pedimos mayor atención de las autoridades, por lo menos que nos respeten nuestro trabajo y nos den ayuda», reclamó una de las ciudadanas.

Al no ser un trabajo reconocido por el Estado, este gremio no recibe ningún tipo de apoyo por parte del gobierno, y si bien hay algunas organizaciones o movimientos independientes, la ayuda que les proporcionan es mínima porque no hay mucho eco para atender sus realidades, según nos refirieron las  entrevistadas.

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«Aquí nadie nos ayuda, pero ni el gobierno. Antes del María Elena Cuadra nos venían a dejar preservativos, pero de repente se retiraron por esto del virus. Nos daban ayuda de granos básicos», señaló María Guevara. En medio de una crisis económica y sanitaria, ellas demandan apoyo con preservativos (condones), chequeo médico y equipos de protección ante el Covid-19. Ayuda alimenticia no estaría nada mal, comentan.

Maria Elena Guevarra, de 54 años, es trabajadora sexual desde la edad de 27 años en el sector de carretera norte y afirma que en el día se regresa a su casa sin ninguna ganancia por la falta de clientes. Jader Flores/LA PRENSA
Maria Elena Guevarra, de 54 años, es trabajadora sexual desde la edad de 27 años en el sector de carretera norte y afirma que en el día se regresa a su casa sin ninguna ganancia por la falta de clientes. LA PRENSA/Jader Flores

Entre las preocupaciones de las trabajadoras sexuales está el poder tener la posibilidad de jubilarse, acceder a créditos o tener garantías a la hora de alquilar una vivienda. Ninguna Ley o propuesta las ampara

«Yo el llamado que le hago al gobierno es que nos tome en cuenta, no pido dinero, sino ayuda médica  y alimentación para nuestros hijos, provisión a las otras muchachas. Yo llevo 11 años de estar aquí, tengo dos hijos, uno de seis y uno de siete y la situación ahorita es complicada. Nosotras por la necesidad del dinero tenemos que salir porque sino cómo vamos a hacer para comer y darle de comer a nuestros hijos», cuestionó Carmen.

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