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Masaya, el solar de mis antepasados

Apenas empieza septiembre, el dos exactamente, conmemora Masaya su natalicio como ciudad, precisamente el mes de la fiesta de Tata Chombo. Mi corazón de masaya-monimboseño ya está inflamado de amor por el solar de mis antepasados. El masaya no abjura de su origen.

Ese “monte que arde”, significado en chorotegano del nombre de nuestro terruño, según el cronista Oviedo, nos enciende el corazón a todos cuyo ombligo fue cauterizado con “candela de cebo” y enterrado en esta tierra sagrada que guarda celosamente el Coyotepe y la Barranca, le cubre la retaguardia los inescrutables “bajaderos” de Monimbó que se abren a la laguna, cual laberinto impenetrable, a quienes no lleven nuestra sangre y es protegida por San Jerónimo, nuestro patrono, doctor que cura sin medicina, asceta que sabe de luchas y victorias, hombre de Biblia y de Atabal.

Esta geología mística y espiritualidad inocente ha tallado al masaya, que está tranquilo a como él es, inclaudicable, bonachón, de pecho desnudo como las puertas de sus casas y chocitas, que no hipoteca su libertad, pues quiere que sus hijos sigan bailando la marimba en sus solares y corredores, comprando y vendiendo en sus tiangues y mercados, mientras disfrutan del chicharrón con yuca y la chicha de maíz o tiste, en compañía de su mujer bellamente ataviada y perfumada su cabeza con jazmín del cabo y reseda.

Es hombre indescifrable, no por esconder algo, sino por no ocultar nada.

No necesita de capuchas para manifestar su aprobación o disgusto, muchas veces no precisa de palabras, ya que es dueño de un silencio que además de elocuente, es impredecible… Otras veces su lenguaje es estentóreo a través de la pólvora. Pólvora en la alegría, pólvora para rendir tributo en lo religioso, pólvora en su desaprobación, pólvora para celebrar la paz o anunciar la guerra.

Entre el silencio y el estruendo, esta tierra con su encanto ha engendrado un pueblo sensible a la armonía, al arte, la poesía y que cultiva el intelecto. Son muchos los masayas notables que la historia tiene registrados, menciono solamente a Alejandro Vega Matus, Manuel Maldonado, Alejandro Serrano Caldera y Sergio Ramírez, quienes han dado particular fulgor a Masaya.

En este mi “monte que arde” es común ver nuestras iglesias durante celebraciones religiosas rodeadas por monumentales “cargacerradas” que truenan impresionantes, en el momento que el sacerdote consagra la hostia y desciende Jesús Sacramentado, triunfante sobre los demonios del odio y la guerra, de la ambición, la mentira y la injusticia.

Monumentales cargacerradas alrededor de nuestros templos, que proclaman el respeto al Santísimo y al sacerdote, ministro ungido para la consumación del Santo Sacrificio.

Somos inclaudicablemente religiosos, profundamente atraídos por toda la simbología que conlleva. A la entrada de la parroquia El Calvario es común observar al masaya arrobado ante la imagen de Cristo en la Cruz, flanqueado por Dimas a su derecha y Gestas a su izquierda; y luego concluye: “el buen ladrón y el mal ladrón”. Su catequesis del mal y el bien ha sido la cara de ambos ladrones; y así se ha transmitido de padres a hijos.

En la procesión de San Jerónimo, mi padre compró y prendió en mi pecho la imagen de San Jerónimo, diciéndome:

“Esta reliquia está bendita, es muy milagrosa”; igual cosa hice después con mis hijos. San Jerónimo-reliquia bendita-milagro son una simbología que no requiere ninguna explicación, simplemente se acepta y el milagro viene… ¡fe popular inarrancable del corazón del masaya! Querérsela quitar atenta contra lo que el masaya es, corrés el riesgo que te identifique con el “mal ladrón”.

El masaya nació con un concepto natural de la propiedad privada… Sus casitas son ranchitos, donde ellos habitan con felicidad… ¡No se la toqués!

Los gritos del Masaya se dan en el estadio ante el jonrón de Aranda, nuestro cañonero que “perdió” la pelota en el Yankee Stadium, tras el batazo de Cardoze que nos da el campeonato, provocando una de esas “ronqueras emotivas inolvidables” de nuestro paisano Sucre Frech. Nuestra pasión beisbolera se percibe en el amor por nuestra franela “San Fernando” y el respeto a la memoria de Guaracha Castellón. El corazón agradecido del masaya, líder en las luchas de su pueblo, conservará siempre el nombre de Roberto Clemente para su estadio. ¡No aceptamos manipulación en nuestros sentimientos!

Dotado de una perspicacia inédita el masaya reconoce a la legua tus pretensiones, cuando hay sinceridad o hipocresía, por ejemplo en la procesión de San Jerónimo, donde históricamente los políticos han querido congraciarse con nuestro pueblo, el masaya responde con silencio, que significa: “te observamos”, con la rechifla que se interpreta “a nadie engañás” o abiertamente el repudio, con que decimos: ¡Andate, no sos grato en nuestra tierra!
Que quede claro, el masaya es provida, prointegridad de la nación, celoso del suelo patrio y del derecho a vivir nuestra nicaraguanidad libre de opresión, de cualquier color o nacionalidad que sea. El acertado título de cuna y capital del folclor, certifica que Masaya y sus hijos, hemos sido a lo largo de nuestra historia prototipos y guardadores de la identidad nacional.

La fragua del Santiago ha moldeado noblemente como al oro al masaya anfitrión, que acoge con alegría al amigo y foráneo interesado en nuestra cultura; y a la vez lo ha templado como el acero, para resistir y expulsar a quien pretenda manipular, atentar contra nuestras costumbres y creencias.

¡Tenemos corazón de niño y salesiano, con alma de gladiador y espartano!

El autor es médico, originario de Masaya.

Opinión Barranca Coyotepe Masaya Tata Chombo archivo
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