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Deméter y Céleo

Después de que con el apoyo de los Titanes derrocó a Cronos, su padre, Zeus se repartió el poder del mundo con sus hermanos, Poseidón y Hades. Zeus se asignó el dominio del cielo y dio a Poseidón el de las aguas de los océanos y los mares, y a Hades el del inframundo, el lugar en lo más profundo de la tierra a donde van las almas de los muertos.

Zeus se casó con Hera, su hermana. Poseidón lo hizo con Anfitrite, una ninfa y diosa del mar. Solo Hades no conseguía esposa porque ninguna mujer divina o mortal querría ir a vivir al oscuro y triste mundo de las almas de los muertos.

Pero Hades no podía vivir sin una compañera. De manera que raptó a Perséfone, hija de Zeus y Deméter, para llevársela al inframundo, casarse con ella y hacerla reina y diosa del mundo eterno del más allá.

Deméter era la diosa madre de la naturaleza, ella regía las estaciones y distribuía el frío, el calor, las lluvias y las temporadas secas. Por tanto, era patrona de la agricultura y por eso los antiguos romanos cuando la adaptaron a sus propias creencias mitológicas, la llamaron Ceres, la que dio su nombre a los cereales, alimentos básicos e indispensables para la vida humana.

Perséfone, a su vez, por ser hija de Deméter era diosa de la primavera, de las flores, de la alegría de la vida natural.
En una de las muy raras ocasiones en que salía del mundo subterráneo Hades vio a la bellísima Perséfone que paseaba en un bosque y se enamoró inmediatamente de ella. Se le acercó, le dijo quien era y le propuso matrimonio para que reinara con él en el otro mundo. Pero Perséfone lo rechazó de plano y entonces Hades optó por raptarla, la montó en su carroza y desapareció velozmente de la faz de la tierra.

Deméter, desesperada, buscó a su hija por todas partes. Recorrió a pie el mundo buscándola, preguntando por ella, pero nadie le daba razón alguna.

Dedicada a buscar a la hija Deméter se olvidó todo lo demás, descuidó la naturaleza, los campos se desolaron, las flores se marchitaron de tristeza y no volvieron a nacer, los ríos se secaron o por el descontrol de las lluvias se desbordaron, causando grandes inundaciones y destrucción.

En su búsqueda incesante e incansable de la hija perdida, Deméter llegó Eleusis, donde reinaba Céleo. La diosa andaba vestida como una anciana mendiga y se encontró con las hijas de Céleo: Calídice, Calítoe y Demo. Las muchachas se compadecieron de la viejita y la llevaron a casa. Allí, Céleo y su esposa, Metanira, la acogieron afectuosamente fieles a la hospitalidad que era una virtud recomendada por los dioses y una cualidad que distinguía a los griegos de aquellos tiempos.

Céleo tomó a la anciana a su servicio y la encargó del cuidado de su pequeño hijo, Demofonte. Deméter le tomó especial cariño a Demofonte y quiso hacerlo inmortal. Para eso le daba a comer ambrosía, el alimento de los dioses que proporcionaba la vida eterna, y por la noche lo sostenía sobre el fuego para purificarlo.

Metanira sorprendió a la anciana sosteniendo al pequeño sobre las llamas, gritó espantada y por el susto la mujer soltó al niño que cayó en la hoguera y murió incinerado. La anciana tuvo que decirle a Céleo que en realidad ella era la diosa Deméter que andaba en busca de su hija. A continuación la diosa le enseñó a Céleo los misterios de su culto y lo nombró su sacerdote.

Así nacieron los famosos misterios de Eleusis, o eleusinos, que con el tiempo llegaron a ser uno de los más importantes cultos religiosos de Grecia, que se rendían a Deméter y Perséfone.

Los misterios eleusinos se celebraban con motivo del encuentro que por fin tuvo Deméter con Perséfone, cuando esta volvió a la tierra para encontrarse con su madre, pero solo durante una parte del año. Después debía regresar al inframundo a juntarse con Hades, pues había comido una fruta de la otra vida y quien la comiera no podía volver a vivir en la tierra.

Las celebraciones de Eleusis se hacían al llegar la primavera porque en ese tiempo fue que se produjo el encuentro de Deméter y Perséfone, y la tierra que hasta entonces estaba sombría, seca, triste y fría, reverdeció, volvió a florecer y los campos se llenaron otra vez de regocijo, la alegría de la primavera.

Opinión dioses grecia mitología griega archivo
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