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Nuestro prócer indio Tomás Ruiz

En los textos escolares y de historia la tendencia es enaltecer la figura del licenciado Miguel Larreynaga y olvidar los méritos del doctor y presbítero “Padre indio” Tomás Ruiz, como prócer revolucionario de nuestra independencia.

En el proceso que condujo a la independencia se dieron dos visiones contrapuestas. La de los criollos que asumieron la independencia como la sustitución de las autoridades españolas por la clase criolla, y la de quienes la veían como la oportunidad de llevar a cabo un cambio en las estructuras sociales imperantes. Prevaleció la visión criolla y las sociedades centroamericanas siguieron siendo, por buen tiempo, “coloniales fuera de la colonia”.

Tomás Ruiz nació el 10 de enero de 1777, hijo legítimo de Joaquín Ruiz y Lucía Romero, indios principales del entonces pueblo de Chinandega. Indígena de pura raza, desde su adolescencia gozó de la protección del obispo de Nicaragua, Juan Félix de Villegas, quien facilitó su ingreso al Seminario Conciliar de San Ramón de León, donde recibió su primera tonsura de manos del propio obispo.

Su benefactor fue promovido a arzobispo de Guatemala y se hizo acompañar de Tomás Ruiz, a quien recomendó para que fuera aceptado como estudiante en la Universidad de San Carlos. A los 17 años, Ruiz se graduó de bachiller en Filosofía y, posteriormente, en ambos derechos, civil y canónico. En 1803, a los 26 años, recibió el grado de licenciado y un año después el de doctor en derecho canónico, correspondiéndole el honor de ser el primer indio que se doctoró en Centroamérica.

De regreso a León, asumió la vicerrectoría del Seminario San Ramón y las cátedras de Filosofía, Retórica, Aritmética, Álgebra y Física. Desde su cargo en el Seminario apoyó las gestiones del rector, presbítero Rafael Agustín Ayesta, encaminadas a que el Seminario fuera elevado al rango de universidad.

Desde sus años de estudiante Ruiz abrazó las ideas ilustradas y liberales. A medida que profundiza su conocimiento del sistema colonial y de sufrir, en carne propia, sus injusticias, Tomás Ruiz se convence que el sistema español no es susceptible de reformas, sino que es necesario cambiarlo, sustituirlo por otro más justo, mediante la proclamación de la Independencia de los pueblos centroamericanos.

El siguiente capítulo en la vida del sacerdote y doctor Tomas Ruiz fue su destacada participación en la llamada “Conjura de Belén de 1813”, que tantos sufrimientos le deparó.

¿Qué se proponían los conjurados del convento de Belén? En resumen, sus propósitos eran terminar con la monarquía absolutista española en tierras centroamericanas y poner los cimientos de una república más justa, aboliendo los privilegios que favorecían a las clases altas a expensas de las clases baja e indígena.

Hubo un delator, lo que causó la captura de todos los conjurados la noche del 23 de diciembre, un día antes que se llevara a cabo su plan.

Dieciocho personas participaron en la conjura, entre ellos tres nicaragüenses: el padre Ruiz, su hermano menor de edad, José Saturno Ruiz y Juan Modesto Hernández, estudiante. El fiscal pidió la pena de muerte para catorce de ellos: garrote vil para los cabecillas Ruiz, Castrillo, Barrundia y Yúdice, quienes por ser hidalgos no podían ser condenados a la horca, a como lo fueron otros diez rebeldes, y diez años de presidio para los otros cuatro.

Por gestiones de personas influyentes de Guatemala, estas bárbaras penas no se aplicaron, pero todos permanecieron más de cinco años en las sórdidas cárceles coloniales, siendo el padre Ruiz quien sufrió la pena más extensa: más de seis años, con largos períodos de incomunicación.

Los años de dura prisión, de aislamiento, insalubridad, quebrantos de salud y privaciones le habían destruido. A finales de 1819, ya libre, el padre y doctor Ruiz solicitó permiso para trasladarse a Ciudad Real de Chiapas. Cuando el prócer solicitó autorización para viajar a Chiapas tenía cuarenta y dos años, es decir, se encontraba en plena madurez.

Pero la dura cárcel que soportó minó a tal grado su salud que se supone falleció poco tiempo después de haberse radicado en Ciudad Real de Chiapas.

Su tumba no ha sido localizada por los historiadores de Chiapas. Se presume que fue sepultado en una fosa común.

El autor es jurista y académico, exrector de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN).

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