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¿Independientes?

La independencia de la Corona Española tuvo como antecedentes, entre los años 1811 y 1814, brotes de rebeldía en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, los que, aunque aparentemente fracasaron, serían la base moral con la que contarían los pueblos de Centroamérica para presionar más por su libertad. La influencia de las luchas independentistas Bolivarianas en América del Sur con Santander, Sucre y O’Higgins, así como el “Grito de Independencia” del cura Hidalgo en Dolores, México, repercutirían en el ánimo de los españoles (o peninsulares) que gobernaban la Provincia de Guatemala en representación de la Corona, quienes decidieron asumir la responsabilidad de la independencia el 15 de septiembre de 1821.

Las guerras civiles fueron una constante luego de la independencia y acarrearon consigo una autoridad representada por un hombre hacendario y católico. Hombre fuerte, dominante, sobre antiguos encomendados del pasado, indios, mestizos, mulatos. Autoridad, teocracia y patriarcado se repiten en el tiempo como un circulo nefasto que no logramos aún romper, casi como los fenómenos telúricos que periódicamente nos asolan, en una de las zonas más sísmicas del planeta.

Pero desde entonces septiembre es el Mes de la Patria. Desde siempre cuando hablamos de Patria invocamos valores, principios y símbolos seculares que dan sentido, contenido y fortaleza al espacio vital en que convivimos todos los nicaragüenses, más allá de intereses de clase, económicos, religiosos o partidarios. Por eso septiembre debe ser también el mes de la identidad nacional en derredor de esos principios axiológicos, la Bandera Azul y Blanco, el Escudo Nacional y los símbolos definidos en la Constitución Política los que, aún y a pesar de los esfuerzos de la dictadura por destruirlos, siguen encarnando nuestra nacionalidad y permanecen en la memoria y lo más profundo de la conciencia ciudadana que reclama su respeto, y denuncia la pretensión por sustituirlos por la bandera de un partido minoritario, desprestigiado y sostenido por la fuerza de las armas para lo que, como estrategia de comunicación de masas, han venido intentando suplantarlos de manera abusiva y totalitaria, desde su distorsión hasta su imposición en edificios públicos y actividades oficiales, a la vista y paciencia de propios y ajenos. En pleno siglo XXI el nacionalsocialismo reeditado en nombre de una revolución que nos volvió más dependientes.

La globalización generó el fenómeno de la interdependencia comercial, tecnológica y la geopolítica permitió el avance de los derechos humanos, logrando que principios de vieja data, como el concepto de soberanía y autodeterminación, se vean hoy limitados por la universalización de los derechos humanos que permite perseguir más allá de fronteras estaduales, a quienes cometen crímenes de lesa humanidad.

Al arribar al 199 aniversario de nuestra independencia de España ¿cuán independientes somos los nicaragüenses, de cuánta libertad gozamos sin ataduras de ninguna especie?

La dura y cruel verdad es que en la víspera del bicentenario de la independencia el próximo año, somos cada vez más dependientes, estamos más empobrecidos, y más sometidos a la angustia que significa ser una nación sin destino cierto, por la ambición de poder de una dictadura que nos ha regresado a condiciones políticas más próximas al medioevo que al siglo XXI.

La verdadera independencia, la de los ciudadanos, se dará cuando rompamos las cadenas que nos mantienen cada vez más dependientes del poder de una familia, o de una minoría que, por la fuerza, el terror y el miedo, se arroga la representación de la mayoría.

Conquistar la verdadera independencia pasa necesariamente por recuperar la auto estima y la dignidad nacional, en fin, la soberanía que reside en el pueblo.

El autor es miembro del CEN del Partido Ciudadanos por la Libertad

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