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Este es mi Dios

Una tendencia que tenemos es la de fabricarnos nuestro Dios a imagen y semejanza nuestra y a veces según nuestros intereses. Nos hacemos nuestro Dios a nuestra medida. Conformamos una figura de Dios que piense y quiera lo que nosotros pensamos y queremos. Por ello, hay tantos dioses como creyentes.

Esto hace que el Dios en quien decimos creer la mayoría de las veces, quizá no sea el verdadero Dios sino un ídolo fabricado por nosotros mismos. El profeta Isaías nos dice, poniendo estas palabras en boca de Dios: “Mis pensamientos no son sus pensamientos, ni mis caminos son los suyos” (Is. 55, 8).

Dios no es como nosotros, ni sus formas de ser y pensar son cómo las nuestras. Nuestro mundo de hoy solo entiende de economía: Tanto tienes, tanto vales. El dinero y sus intereses es lo que hoy orienta nuestra actividad.

El dios — dinero es lo que define a muchas de nuestras familias: Los padres y los hermanos valen en tanto en cuanto que la herencia sea más grande. El dios — dinero rompe con los valores más sagrados, sean morales, familiares o religiosos. Poderoso caballero es don dinero.

La parábola del Evangelio en la que el patrón da a todos el mismo salario, aunque no todos hayan hecho el mismo trabajo: No es un canto a la vagabundería, no es un canto a la vagancia, no es un canto a la viveza: “Como sé que me van a pagar igual que a los demás, me aprovecho y que trabajen los otros.” (Mt 20, 1-16).

Tampoco es un regaño a quienes reclaman más salario porque más trabajaron. La parábola no nos habla de economía ni de política laboral.

La parábola quiere hablarnos una vez más de Dios: De ese Dios que es distinto a todos los dioses que nosotros nos fabricamos y que piensa y se mueve por valores muy distintos a los que nosotros nos movemos.

Dios es solo corazón, todo corazón. Dios es todo bondad, generosidad, gratuidad. Dios no se mueve en el campo del interés sino en el mundo de lo gratuito. Dios ofrece la salvación a todos y en todo momento. Dios se da y se nos da sin interés personal alguno. La salvación no es fruto de nuestros méritos, es solo Gracia.

Jesús nos enseña, una vez más, que su Padre Dios y nuestro Padre nunca se mueve por el interés. Dios se nos da gratuitamente. Por eso: nadie puede exigirle a Dios: Nadie puede alegar méritos. Nadie puede presentarle su currículum vitae. Nadie puede acercarse a Dios exigiendo. Nuestra fe tiene que ir siempre por el camino también de la gratuidad. La parábola del evangelio viene a confirmarnos que en el mundo de Dios no existe la palabra “interés” y quienes creen en el Dios de Jesús, tampoco deben moverse por el interés. Aquí, en el mundo de la fe, todo es gratuito, como gratuito es el gran amor que nuestro Padre Dios nos tiene.

Así pues, desde la bondad de Dios han recibido “gratuitamente” lo que necesitaban. Así es el Dios de Jesús, así es el Dios de la salvación. Todos los trabajadores pudieron llevar a sus casas el pan de cada día, unos por justicia y otros por generosidad. Pero eso no acontece más que en el Reino de Dios, de la vida, de la salvación, del perdón, de la misericordia, de la solidaridad.

El autor es sacerdote católico.

Opinión Dios Este es mi Dios archivo
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