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Ahora la batalla es contra los propios enemigos

Han pasado 2 años y más de 4 meses desde la gloriosa rebelión de abril de 2018. Este mes de la patria pareciera un momento sombrío porque no vemos en el horizonte una salida pronta de esta dictadura sangrienta. Pero también está claro que nadie dijo que era ni fácil, ni rápido, ni que hubiera salidas mágicas.

Septiembre nos significa en la historia la independencia de siglos de dominación española y la batalla contra los filibusteros. Hoy la batalla no es contra invasores extranjeros, es contra usurpadores nacionales que creen que Nicaragua es su hacienda, como la de San Jacinto.

El pueblo ve con desesperanza el avance de la dictadura en el territorio nacional con su control paramilitar y de sicarios; pero también observa con desilusión a algunos liderazgos, unos auténticos y probos, y a otros vestidos de oposición, que en sus luchas intestinas, se descalifican y dividen, mientras el dictador se oxigena.

El pueblo ya lo dio todo, muertos, heridos, torturados, exiliados, perseguidos, apresados, y la rebelión de abril no se nos puede ir en agua. Es ahora o nunca el momento para los cambios profundos, para soñar alto, para terminar con siglos de una cultura política de estado botín, de avasallamiento, de exclusión y de menosprecio por la persona humana y por todas las formas de vida.

Es ahora la batalla cívica y pacífica, esta vez no para derrotar al ya expulsado filibustero y a la corona española, sino para sacudirnos de nuestros propios verdugos. Es ahora el acto de independencia de un sistema dictatorial enraizado como el cáncer, que cuenta con muchos colaboradores, que no solo es la pareja presidencial sino muchos otros cómplices de un sistema corrupto, promotor de la mendicidad, avasallador, extractivo, corporativo, depredador, que nos ha despojado hasta de la dignidad.

Un sistema que se ve en sus últimos días y que tira manotadas de ahogado, que mata, y nos interpela a cada nicaragüense digno, con el ejemplo de aquella niña que como Andrés Castro, con su mochila al hombro y con una dignidad sin límites, amedrentaba solo con una piedra al policía de la dictadura.

Es hora de juntar todos los vigores para darle el último empujón al régimen, es septiembre cuando en San Jacinto la superioridad en armas del enemigo fue vencida por el ardor patriótico y la habilidad táctica de aquellos indios flecheros en los cercos de piedra. La patria nos exige autodeterminación y entereza para desmontar la dictadura, inspirados en nuestro poeta Salomón de la Selva, que nos dijo: “La independencia fue para que hubiese pueblo y no mugrosa plebe: hombres no borregos de desfile”. Yo diría hombres y mujeres ciudadanos, no simples clientes y votantes.

La autora es defensora de derechos humanos en el exilio.

Opinión batalla Enemigos San Jacinto archivo
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