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Lecciones electorales en Bolivia

El próximo 18 de octubre tendrán lugar las trascendentales elecciones en Bolivia que decidirán si el Movimiento al Socialismo (MAS), el partido de Evo Morales, hasta ahora el favorito en las encuestas, regresa al poder; o por el contrario, Bolivia deja atrás —de una vez por todas— el mal llamado “socialismo del siglo XXI”.

En este contexto la presidenta de la transición Jeanine Áñez ha renunciado a su candidatura, no sin antes de haberse percatado que solo obtendría de un 7 a un 10 por ciento de intención de voto, de acuerdo con las encuestas, y en cambio, le podía estar restando un importante caudal de votos al candidato de Comunidad Ciudadana, Carlos Mesa, que con un 19 por ciento de intención de voto está en segundo lugar por debajo del candidato del Movimiento al Socialismo (MAS), Luis Arce (delfín de Evo Morales), quien lidera los sondeos con un 25 por ciento.

Para evitar el balotaje y ganar en primera vuelta, Arce tendría que obtener más de un 40 por ciento de los votos válidos con un diferencial de al menos 10 por ciento por encima del siguiente contendiente. Aunque superar este candado constitucional es difícil y fue la razón por la que recurrió al fraude Morales, los analistas señalan que la dispersión del voto podría ser tal, que Arce podría ganar en primera vuelta.

Para los 8 candidatos, ahora quedan 7 con la renuncia de Áñez, las elecciones actuales son una especie de “elecciones primarias” para medir el músculo real de cada partido, dando por sentado de que irían a balotaje y en esta segunda ronda electoral, todos se unirían en contra del MAS.

La firma Mercados y Muestra le asigna a Arce un respaldo del 25 por ciento, y Jubileo un 29.2 por ciento. Adicionalmente la primera realiza una proyección con base a votos válidos que le otorga a Arce hasta un 37 por ciento, mientras que la segunda calcula un posible 40.3 por ciento en un ejercicio similar. De acuerdo con estos datos, los seguidores de Arce ven posible el triunfo en primera vuelta, y en realidad sería la única vía del triunfo, porque es un hecho que en balotaje todos los partidos se unirían en contra del MAS.

Tras el anuncio del retiro de Áñez, inmediatamente se especuló de que se había abierto un canal de comunicación con el expresidente Carlos Mesa, para formar un bloque frente al MAS en las urnas. Mesa reaccionó elogiando la decisión de Áñez: “la decisión de cerrarle el paso al MAS y abrir una nueva etapa donde primero esté la gente, siempre será la del pueblo boliviano”.

No se puede negar y de hecho fue muy criticado que la presidenta Jeanine Áñez pretendiera un mandato electoral en enero, cuando en realidad su legitimidad de origen era la de un presidente de transición que salvaba a Bolivia tras un período convulso con el fraude electoral, que culminó en que el ejército le quitara el apoyo a Morales, este renunciara y viajara al exilio a México.

Pero afortunadamente los hechos la hicieron reflexionar a tiempo y sentar un precedente de deponer sus propios intereses por el bien de Bolivia, un ejemplo que podría ser imitado por el tercer contendiente, el líder de la insurrección cívica en Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, que cuenta con un 10 por ciento de la intención de voto y así derrotar al adversario común en primera vuelta, sin atenerse al balotaje.

Veremos qué ocurre de aquí al 18 de octubre en las elecciones bolivianas, cuyo resultado es determinante para el aislamiento continental de Ortega y Maduro, o por el contrario, les podría dar un nuevo respiro.

Pero una cosa es segura: que de haber elecciones libres en Nicaragua en noviembre del 2021, lo único que podría evitar un triunfo de Ortega es la unidad y no la dispersión del voto democrático, dejando a un lado diferencias ideológicas. La actitud de la presidenta Áñez nos está marcando el camino.

El autor es periodista, exministro y exdiputado.

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