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Los signos de un régimen que muere

Signos

El régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo miente al venderles a sus simpatizantes la idea de que siempre estará en el poder y miente al hacerles pensar que nunca pagarán por sus crímenes porque siempre tendrán el control de las leyes y los tribunales. Hay varios signos que demuestran que este es un régimen insostenible en el tiempo, que ya no puede gobernar y solo procura llegar de pie al final de sus días.

Calles

Perdieron el control popular de las calles y por eso establecieron un control militar. Para evitar que se la tomen otra vez la nueva mayoría. Cinco personas armadas pueden controlar a cien personas desarmadas. Esta correlación de fuerzas funciona solo por un tiempo, porque no se puede sostener una minoría, como mayoría, a través de la fuerza todo el tiempo.

Garrote

Desde su regreso, en 2007, el régimen instaló una especie de sistema apartheid en Nicaragua. Dos tipos de ciudadanos. Los suyos, con una escala de privilegios, desde láminas de zinc hasta grandes negociados, y los otros, los que reclaman, con obligaciones y sin derechos. Era la política del garrote y la zanahoria. Ahora ya no hay zanahoria para los suyos. Este régimen no tiene posibilidades de mejorarle la vida a nadie. Lo único que puede ofrecer por su complicidad es hacerles la vida imposible a los otros. De tal forma que los suyos sientan una satisfacción perversa, aunque estén mal, sabiendo que los otros están peor. Ese tipo de recompensa solo funciona con gente de sentimientos miserables.

Revolución

Si no fuera por lo trágico que resulta, sería hasta chistoso oír a personas que dicen apoyar a Daniel Ortega porque son revolucionarios. Si usted es de ellos no apoya a ninguna revolución, sino a una mafia, una familia aferrada al poder defendiendo, a costa de lo que sea, sus propios privilegios y aterrorizada por lo que pueda pasar si pierden el control de Estado.

Héroes

Tan necesitados están de parecer revolucionarios que se han apropiado de unos símbolos y del “santoral” de una revolución que ya no representan y que, más bien los contradice. Celebran a Rigoberto López Pérez porque asesinó a Somoza García, pero eluden explicar las razones por las que lo mató: evitar que se reeligiera una vez más. Celebran a los muertos porque no pueden reclamarles, pero no se ve a nadie de los antiguos grandes dirigentes sandinistas acompañándolos en sus tarimas. ¿Ustedes creen que si Dora María Téllez o Henry Ruiz hubiesen muerto antes no les estarían haciéndoles homenajes como otros más de los suyos? Ahora bien, si nadie de los grandes líderes de la revolución vivos está con ellos, ¿a quién se le ocurre pensar que los muertos si lo estarían si estuviesen vivos?

Ascensos

Si hacen falta más signos de la descomposición de este régimen, vea a Ortega ascendiendo a diestra y siniestra a los jefes militares. ¿Cuántos comisionados generales tiene ya la Policía? Hagan fila, no se apelotonen que para todos hay… Revisen la historia. Hitler también se dedicó a ascender jefes en sus últimos días. Somoza hizo lo mismo. Hasta el último día estuvo elevando de cargo a quienes quería que se inmolaran defendiéndolo.

Leyes

Otros signos más: las leyes represivas que está mandando a carretadas a la Asamblea Nacional. No son símbolo de fortaleza, sino todo lo contrario. Están desesperados. Son leyes que posiblemente nunca van a aplicar porque no les dará el tiempo. Buscan meter miedo y desviar la discusión. Parten de que siempre estarán en control de garrote judicial. Y cuidado, esas mismas leyes sirven más para él o los suyos cuando pierdan el control de Estado. Algo que puede ocurrir en cualquier momento.

Suicidio

Ni es mayoría, ni es revolución, ni está fuerte. Al contrario, es un régimen en descomposición que solo puede alargar su agonía, pero nunca podrá ser gobierno. Y si Ortega o Murillo quieren buscar a los culpables que los han llevado hasta ahí, deberían verse en el espejo de sus propios actos. Ellos mismos se negaron como una opción de gobierno. El régimen de Daniel Ortega pasará a ser historia, más temprano que tarde, no por los partidos de oposición, sino a pesar de ello. No lo mataron. Se suicidó. Y si algo de sentido común les queda a quienes aún lo sostienen, solo deberían hacerse a un lado y dejarlo morir en paz.

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