14
días
han pasado desde el robo de nuestras instalaciones. No nos rendimos, seguimos comprometidos con informarte.
SUSCRIBITE PARA QUE PODAMOS SEGUIR INFORMANDO.

La importancia de no perder las esperanzas

En 1986, cuando los Orioles me cambiaron a Montreal, sentí que mi carrera estaba desvanecida. Escuché cuando dijeron que no tenía nada más que ofrecer... no perder las esperanzas cambió mi futuro

Contenido Exclusivo CONTENIDO EXCLUSIVO.

Ustedes pueden decir que la frase: “La esperanza es lo último que se pierde”  está trillada. Se dice tanto, pero rápidamente se pierde la paciencia y sobre todo, la fe. A lo largo de mis 23 años en Grande Ligas estuve muchas veces a un paso de darme por vencido, tirar la toalla y dejar todo atrás: casi pierdo las esperanzas.

En 1986, cuando los Orioles me cambiaron a Montreal, sentí que mi carrera estaba desvanecida. Se relacionó todo con la bebida, ese oscuro momento que logré superar y, a pesar de haberme recuperado y estar tres años sobrio, el equipo dijo que había perdido el instinto de agresividad sobre el montículo: ese deseo de terminar con el oponente. Escuché cuando dijeron que no tenía nada más que ofrecer para ellos. Me recorrió una amarga sensación, porque tenía 10 años con esa organización. En aquel momento aparecieron las palabras de un veterano excompañero, Mark Belanger: “No te preocupés, esto es un negocio y si ellos no te quieren, en otro equipo sí te van a valorar”. Esas palabras sencillas para muchos, era lo que necesitaba para darme cuenta que no todo estaba perdido.

Te puede interesar: Seamos rebeldes con causa

En ese año no lancé para nada bien: terminé con 3-6 y 4.73 de efectividad. Y el año siguiente sería agente libre. Sufrí porque fue hasta abril de ese año que me firmó Montreal, era entendible por el mal cierre que había tenido con ellos. Me mandaron a Triple A y estaba fuera de forma. En las dos primeras salidas me cargaron a palo. Ahí es donde me encierro en mi cuarto y recurro a mi fe. Le dije a Dios, estando arrodillado que me hiciera ver si no podía más: una salida más y si salía explotado era síntoma del adiós del beisbol. Resultó todo diferente, lancé muy bien.  Al final gané 11 juegos y cuatro años más tarde lanzaba el juego perfecto en el Dodgers Stadium. Vi la luz al final del túnel.

La esperanza va de la mano con la fe. Cuando uno la pierde ya no hay vuelta atrás. Se requiere persistencia y perseverancia. Y el pueblo de Nicaragua ha demostrado mucha fuerza para esperar con fe un cambio de sistema, aferrado a la esperanza que más temprano que tarde se saldrá del infierno en el que vive. Sé que es duro decirle a una familia que no tiene para comer o a una persona desempleada que no pierda las esperanzas, cuando en las cúpulas no se ponen de acuerdo y se ve sombrío el panorama. No obstante, resignarse significaría vivir por siempre presos en nuestro propio país, sin poder salir sin temor a las calles, donde la educación y salud sea lo menos importantes y se priorice a las fuerzas de represión.

Lea también: Nicaragua, tierra de patriotas

¿Se imaginan mi carrera sin 245 victorias y sin el juego perfecto?  ¿Se imaginan viviendo en un país como Cuba? En cada uno de nosotros está la decisión de tirar la toalla para enterrar las esperanzas o mantener la llama viva en medio de la tormenta.

Deportes Dennis Martínez exclusivo premium archivo

Puede interesarte

×

El contenido de LA PRENSA es el resultado de mucho esfuerzo. Te invitamos a compartirlo y así contribuís a mantener vivo el periodismo independiente en Nicaragua.

Comparte nuestro enlace:

Si aún no sos suscriptor, te invitamos a suscribirte aquí