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cáncer de mama,

Verónica Canales, de 28 años, una de las sobrevivientes del cáncer de mama. LA PRENSA/ROBERTO FONSECA

Mujeres sobrevivientes del cáncer de mama y su lucha por sensibilizar sobre esta enfermedad

El cáncer de mama es la segunda causa de muerte entre las nicaragüenses. Un diagnóstico temprano marcará la vida o la muerte de la paciente

El pasado 29 de septiembre a Verónica Canales Flores le dieron una de las mejores noticias de su vida: está libre de cáncer de mama. Con una sonrisa de “oreja a oreja”, mirada brillante y actitud luchadora, Verónica comparte su nuevo lema: “Las pérdidas son ganancias”. No llora ni titubea al hablar. No hay melancolía. Por el contrario, vestida con su camisa rosa – que muestra el lazo rosa símbolo de la lucha contra esta enfermedad -, maquillada y con vistosos aretes recibió alegremente en su casa a LA PRENSA para contar su historia.

“Nunca me pasó por la mente que yo iba a ser una paciente de cáncer. Solo escuchar la palabra significaba la muerte para mí”, comienza a decir Verónica, quien entre risas aclara que ahora brilla más que antes.

Aún tiene la cabeza rapada, Verónica, de 28 años, pero eso no la acompleja, no hay razón. Se muestra natural, se toca el lado izquierdo del pecho, “donde estaba mi chicha”. No tiene pena en usar camisas ajustadas y dejar entrever la mutilación, aunque reconoce que siente pesar porque ya no usa camisas escotadas. “Soy coqueta”, dice entre risas.

Antes de que su vida fuera alterada, aquel 29 de noviembre de 2019, Verónica trabajaba como empleada doméstica y vendedora independiente. Jamás imaginó que la inflamación, los “mordiscos” y el dolor en su pecho izquierdo era una señal de que su seno estaba siendo atacada por el cáncer.

“Eso fue duro, yo agarré ese análisis, me fui al final donde dice conclusión y decía cáncer pero pensé, no, se equivocaron, esta no debo ser yo”, relata Verónica sobre el día que recibió noticia de que tenía Carcinoma Ductal Infiltrante (CDI) en grado tres. La joven, quien en ese momento estaba acompañada de su esposo, entró en un estado de shock y de negación. Sin embargo, una vez “digerida” la información, “lo primero que pensé fue en mis hijos. Me voy a morir, dije yo”, agrega Verónica, quien tiene dos hijos, una niña de nueve años y un niño de seis años. “Yo me solté en llanto, yo salí del hospital y venía en el bus llorando”, recuerda.

Verónica Canales Flores juntos a sus hijos (a los lados) y una sobrina. Su familia la fortaleció en todo momento, comparte la joven de 28 años. LA PRENSA/ROBERTO FONSECA

Ese mismo pensamiento de dejar a sus hijos en la orfandad fue lo que devastó a doña Fanny Sánchez Morales, de 52 años. La noticia de que tenía cáncer de mama en segundo grado aquel 11 de febrero de 2016, la llevó a pensar que se moriría y que sus hijos – de 14 y 10 años en ese entonces – quedarían solos.

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“No se imagina cómo lloré, porque cuando a usted le dicen que tiene cáncer es como si le dicen que va a morir, y yo tenía a mis hijos pequeños y solo pensé ‘ay Dios, mis hijos van a quedar solos'”, cuenta doña Fanny entre lágrimas.

Doña Fanny también coincide con Verónica, que antes de conocer su diagnóstico ella sentía “mordiscos” e inflamación en su seno izquierdo, sin embargo, ella lo asociaba con el proceso de menopausia.  Por su parte Verónica creía que esos síntomas eran del problema de mastitis que desarrolló con el periodo de lactancia de su hijo.

Diagnóstico contra reloj

Cuando a Verónica le diagnosticaron la enfermedad, ya no podían recuperarle el seno. El cáncer estaba extendido en todo su seno izquierdo y lo único que podían hacer los médicos de la Fundación Ortiz Gurdián era tratarla urgentemente para salvarle la vida. “El doctor me dijo que era un tumor de hace cuatro años pero estaba dormido y cuando él salió, salió agresivamente”, declara.

La joven, como es el caso de muchas mujeres, no recibió una respuesta rápida por parte del sistema de salud pública. Según relata Verónica, ella  pasó consulta en el centro de salud de su comunidad en agosto de 2019. En ese momento la trataron como un caso de mastitis, pero debido a que no mejoraba su condición, en septiembre nuevamente visitó la unidad de salud y fue hasta entonces que le recomendaron el ultrasonido. Sin embargo, el examen fue programado en diciembre en el hospital Bertha Calderón, la unidad de referencia para tratar esta enfermedad, es decir, casi tres meses después.

Verónica tiene un puesto de venta de carne de res, cerdo y pollo en su casa. Ahí, atiende con una gran sonrisa a su cliente y aprovecha para dar su testimonio de su milagro de vida. LA PRENSA/ROBERTO FONSECA

Verónica reconoce que si no hubiese sido por “conectes”, probablemente la historia sería otra. En noviembre, en un hospital privado pudo realizarse el ultrasonido donde le afirmaron que tenía cáncer. En su proceso de negación, la joven pudo llegar al hospital Calderón -antes de su cita- a hacerse el examen pero los resultados nunca los conoció, pues le dijeron que en enero estarían listos pero no fue así.  “Es a la fecha y ni siquiera llamaron para decirme: mire le salió tal cosa en la biopsia”, lamenta.

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“Yo ya no podía dormir boca abajo, me molestaba demasiado y el pecho era el doble de su tamaño, era una roca y aquello caliente, caliente”, recuerda Verónica. En sus desesperación, ella buscó apoyo por otro lado, hasta que encontró a la Fundación Ortiz Gurdián. Debido al avance de su condición, el tratamiento fue sin demora. La joven pasó por quimioterapia y cirugía, y dentro de poco inicia la radiación.

La solicitud del examen de mama que le extendieron a doña Fanny decía “urgente”. Cuando lo leyó, ella sabía que su situación no estaba bien. Pero mantuvo la calma y se dirigió a la sala de programación de citas del hospital Bertha Calderón. Allí le dijeron que su fecha era el 13 de abril de 2016. Ella había llegado un 18 de enero.

Doña Fanny junto a sus dos hijos de ahora 18 y 14 años. Ella asegura que lleva cuatro años tomando medicamentos como parte del último ciclo del tratamiento contra el cáncer. LA PRENSA/CORTESÍA

Doña Fanny expresa que Dios le puso un ángel al salir de consulta, pues una mujer -que hasta la fecha no recuerda ni su rostro- le entregó en su mano la dirección de la Fundación Ortiz Gurdian. Su instinto -y dolor- le decía que debía visitar el lugar y no esperar la cita en el hospital. Fue así que un 28 de enero estaba en consulta con la Fundación y un 11 de febrero de 2016 le estaban diagnosticando cáncer de mama.

“Nadie se espera esa noticia, aunque la esperés, hasta ese momento no la aceptás (…) Ese día te marca tu vida y te queda como otra fecha de cumpleaños”, destaca doña Fanny, quien está a punto de terminar el último ciclo del proceso del tratamiento (quimioterapia, cirugía, radiación y medicación).

Orlando Martínez, subdirector de la Fundación Movicáncer que trabaja directamente con pacientes del hospital Bertha Calderón, manifiesta que si bien el sistema de salud pública aún tiene grandes retos en este tema, el país ha tenido avances en cuanto a la atención. De acuerdo Martínez, hace 10 años se contaba con seis o siete mamógrafos, pero ahora cada hospital tiene uno de esos equipos, lo que hace que el personal esté capacitado para realizar un “tamizaje activo”.

Según Martínez, la mujer puede solicitar desde la atención primaria en los puestos de salud, los exámenes clínicos de mama. “Si se hace el Papanicolau se puede hacer un examen clínico de seno y tienen la oportunidad la mujer de solicitarlo”, expresa.

El proceso, explica Martínez, es que al solicitar un chequeo clínico de los senos, el doctor deberá reconocer si hay masa sospechosa de malignidad. Si es así, la paciente es remitida al hospital Bertha Calderón. Allí, el personal médico tiene dos opciones, hacer directamente una biopsia para que el patólogo determine si es maligno o benigno. En el caso de ser maligna se le manda la mamografía, que diagnostica cuántas masas puede haber en ambas mamas. Si la biopsia sale negativa, se recomienda un ultrasonido.

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“No todas las masas que hay en las mamas son malignas y cuando se sospecha de malignidad y la mujer acude con frecuencia a su control, es detectada a tiempo y no hay necesidad de hacer una mastectomía radical, que es el procedimiento sumamente doloroso, psicológico y físicamente”, señala Martínez.

La carrera “Yo corro por ellas”, que se realizará el 1 de noviembre, busca cómo sensibilizar a las mujeres sobre la detección temprana de la enfermedad. LA PRENSA/R. FONSECA

“Sigo siendo mujer”

Tanto Verónica como doña Fanny expresan que el no tener un seno no es una afrenta para ellas,  y tampoco se sienten menos mujeres. Por el contrario, reconocen que durante ese proceso de la enfermedad, donde quedarse sin cabello es uno de los momentos más dolorosos, le hacen confirmar el valor que tienen y lo valientes que son.

Las ahora saben lo duro y doloroso que es llegar al final de la lucha: pasan por mareos, náuseas, dolor de cabeza, dolor de estómago, diarreas, cambian de humor, pierden el cabello… pero aún así las dos coinciden que le sacaron provecho a cada adversidad.

Doña Fanny tiene 52 años, de los cuales los últimos años luchó contra el cáncer de mama. FOTO/CORTESÍA

“La mayor bendición que tenés en la vida es la salud, en esta batalla no he perdido, he ganado”, comparte doña Fanny, quien agrega que le apesaró más perder su cabello que el seno.

Verónica recuerda con nostalgia su cabello rizado y largo. Fue por eso que lloró y no así por la pérdida de su seno izquierdo. Cuenta que llegó a llorar frente al espejo por su cabello, no aceptaba que quedara calva. Sin embargo, ahora declara: “Haber pasado por ese proceso de cáncer ha sido una motivación más para vivir, he aprendido amarme primeramente sin un seno, sigo siendo mujer (…) he aprendido a amar la vida y los pequeños detalles”.

El antes y después de Verónica Canales Flores. FOTO/CORTESÍA

Los obstáculos que aún marcan la diferencia

Priscilla Urcuyo, del programa de atención de pacientes con cáncer de mama de la Fundación Ortiz Gurdian, expresa que aunque sí se detectan más casos en el país, aún hay barreras culturales que impiden que más mujeres lleguen a consulta médica; y agrega que el tema de la sensibilización entre las mismas mujeres es un trabajo que no termina.

“Todavía hace falta mucho trabajo en el tema de sensibilizar a las mujeres del alto riesgo que tienen que enfrentar una enfermedad como esta por el simple hecho de ser mujer. Sí hay un avance en el tema de que las mujeres conozcan qué es un cáncer de mama y cómo se manifiesta, pero todavía hay un gran obstáculo y es que las mujeres no se están realizando la autoexploración”, subraya Urcuyo.

Tanto Martínez como Urcuyo coinciden que las mujeres no se están poniendo como prioridad en sus vidas, y eso es el primer problema para detectar a tiempo la enfermedad. Además de no autoexaminarse y el miedo de contar con un diagnóstico negativo.

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“La mayoría de las mujeres aunque sientan cambios físicos en la mama muchas veces deciden no ir al hospital o centro de salud porque tienen miedo que le digan que es un cáncer. Cuando en realidad es tratarlo de forma exitosa y a bajo costo si se detecta en etapa temprana. El temor muchas veces hace que la mujer se prive de un tratamiento temprano y una cirugía conservadora, porque entre más temprano se detecte una masa, menos posibilidades hay que el especialista tenga que hacer un mastectomía radical”, aclara Martínez, de la Fundación Movicáncer.

Pese al avance que ha tenido el país, aún persiste el temor de que cáncer es sinónimo de muerte, o “todavía existe el tabú alrededor de conocer nuestro cuerpo y de tocarnos”, agrega Urcuyo, quien señala que esto se da más en la zona rural que en la urbana.

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