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El bellaco rubio

Todos los amigos a quienes he remitido el texto de mi autoría que titulo “El bellaco rubio”, transcribo y comento, opinan que es fuerte, muy fuerte y directo; pero que lo respalda un clamor no solo en las tres Américas sino en toda Europa y en otros países del orbe.

El título define al candidato derrotado en las recientes elecciones de EE.UU. como bellaco: vocablo que, según el Diccionario de Autoridades (1726) de la Real Academia Española, tenía (y aún la conserva) dos acepciones. Una: “El hombre de ruines y malos procederes, viles respetos y condición perversa”. Y la otra: “Se suele muchas veces tomar por el que es advertido, astuto y sagaz”.

Esta segunda acepción la comparten los millones de ciudadanos estadounidenses que votaron por dicho candidato derrotado, pero quienes se adscriben a la primera acepción son definitivamente mucho más numerosos.

En nombre de ellos y de la mayoría de los latinoamericanos escribí ese texto que comienza: “La polarizante arrogancia del bellaco rubio/ Su integral racismo e insolencia kukluxcánica/ Sus atropellos a la dignidad de la mujer/ Las defecaciones de su política exterior/ Su inhumano proceder contra la emigración mexicana/ Toda su prepotencia narcisista de millonario fraudulento/ Su odio, su desprecio, su menosprecio viscerales/ Llegaron a su fin”.

Una voz del español de América utilizo en dicho texto: chafero (referido a persona mentirosa, estafadora en Guatemala, El Salvador y Nicaragua), como también el neologismo hispanounidense (o sea, los spanish en EE.UU.) que ha inventado la Academia Norteamericana de la Lengua. Pues bien, “El bellaco rubio” prosigue: “Ya no perturbará más/ El jayán, el chafero, el farandulero./ Ya el hispanounidense, el afrodescendiente,/ El blanco demócrata, el pueblo gringo en general,/ Dejarán de sufrir sus agresiones verbales/ Y todos sus cuatro años al mando del mayor Poder del Planeta/ Merecerán ser depositados en el Basurero de la Historia”.

Para un nica miamizado, “El bellaco rubio” es un poema “busca-pleito”, aunque reconoce que su visión es exacta. Al candidato derrotado, que se obstina en no reconocer la victoria de su contrincante, se le debe aplicar el retrato que hizo Segur del hombre que no conoce la necesidad de meditar para escoger: ve todos los objetos en perfil y bajo un solo aspecto. “Todo aquel que sirve a sus pasiones está lleno de méritos; todo aquel que las daña está lleno de defectos y de vicios. Ciego para la luz, sordo a la razón, lo juzga todo por su interés: esta es la base de su moral y la única regla que conoce para medir a los hombres y a las acciones”.

El autor es miembro de la Academia Nicaragüense de la Lengua y de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua.

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