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Noviembre de 1998. Valle de Sébaco. El huracán Mitch dejó buena parte del país en escombros. En medio del desastre Byron Jerez, el entonces director general de Ingresos y mano derecha de Alemán, construía un palacete en Pochomil Viejo. LA PRENSA/ Archivo personal de Oscar Navarrete

Arnoldo, Byron y el huracán Mitch, una historia de desgracias y corrupción

Los ciclones Eta y Iota revivieron el recuerdo del huracán Mitch y de la reacción del gobierno de Arnoldo Alemán ante una de las mayores tragedias que Nicaragua ha enfrentado. Terraza para un palacete, tráfico con alimentos donados, displicencia y derroche sin límites.

En octubre de 1998 Nicaragua fue azotada por uno de los peores ciclones del siglo pasado, el huracán Mitch. Llovió sin parar durante una semana y al octavo día la tragedia alcanzó su pináculo, cuando un alud de lodo y rocas bajó de la cima del volcán Casita y sepultó a dos comunidades enteras en el municipio chinandegano de Posoltega. El gobierno de Arnoldo Alemán no solo sería recordado por su inoperancia ante la emergencia, sino también por malos manejos de recursos que inicialmente estaban destinados para hacer frente a los estragos del Mitch.

Los recientes ciclones Eta y Iota, que impactaron en la Costa Caribe nicaragüense, revivieron el recuerdo del Mitch y de la gestión de Alemán ante el desastre. Mientras que la decisión del gobierno de Estados Unidos de prohibir la entrada del expresidente y su familia a ese país reavivó las críticas por los actos de corrupción atribuidos a Alemán y funcionarios cercanos durante su administración.

La tragedia del Mitch fue tan grande que nunca se pudo tener una cifra exacta sobre el número de vidas humanas perdidas; pero se estima que fueron al menos tres mil, porque en la Rolando Rodríguez y El Porvenir murieron unas 2,500 personas la mañana del alud, el 30 de octubre de 1998. Tampoco se tienen datos exactos de cuánto de las donaciones recibidas en los siguientes meses pudo ser desviado ilícitamente.

Lo que sí se sabe es que el país todavía se encontraba en escombros cuando Byron Jerez, el entonces director general de Ingresos, mano derecha de Arnoldo Alemán y actual diputado de la Asamblea Nacional, construía un palacete en Pochomil Viejo. Pronto se conoció, a través de investigaciones periodísticas, que parte de las obras realizadas en la mansión fueron pagadas por el Ministerio de Transporte e Infraestructura (MTI) y reportadas irregularmente como “proyectos de emergencia” del huracán Mitch.

También es innegable que cinco meses después del ciclón, mientras miles de damnificados seguían pasando hambre, en el mercado Oriental circulaban al por mayor los productos donados por el Programa Mundial de Alimentos, sin que alguien haya explicado nunca cómo fue que llegaron a parar ahí.

Cuando terminaron las precipitaciones del Mitch, vino una lluvia de donaciones extranjeras y su manejo no pareció demasiado transparente. Pero lo peor de todo fue que el presidente exhibió un comportamiento displicente y derrochador que en 2002 salió a luz en cifras: 1.8 millones de dólares gastados en licores, joyas, ropa, pasajes de avión y hoteles de lujo, a través de una tarjeta de crédito sin límite de fondos pagada por el Banco Central de Nicaragua.

Por estas y otras razones, para muchos el gobierno de Arnoldo Alemán fue “otro desastre” en medio de una de las peores tragedias que ha enfrentado el país.

Lea: Las heridas que dejó el huracán Mitch siguen abiertas

Marzo de 1999. El presidente Arnoldo Alemán recibe la visita del presidente estadounidense Bill Clintin, tras el desastre ocasionado por el Mitch. LA PRENSA/ Archivo personal de Oscar Navarrete

La terraza de Jerez

Los que dijeron que aquella mansión era un “palacete” no exageraron. En 2002, cuando Byron Jerez estaba en el ojo de una tormenta por varios casos de corrupción de los que al final salió bien librado, el periodista José Adán Silva quedó sorprendido por el derroche y el lujo. “Desde la antesala de ladrillos blancos y ventanales de vidrio que permiten ver la piscina de azulejos y el camino enladrillado a la costa, hasta el ranchón a orillas de la piscina, hay una serie de adornos y cuadros que revelan una característica poco conocida de Jerez: su obsesión por el mar”, la describió.

Por todos lados había objetos que evocaban el océano. Adornos con forma de fauna marina, remos, chinchorros, canoas, cañas de pescar, antiguos cascos de buceo, peceras, libros sobre peces e incluso catálogos de los mejores modelos de casas frente al mar: “Desde Malibú a Laguna”.

La casa tenía dos plantas, ocho cuartos con aire acondicionado, ascensor eléctrico y un balcón desde el que se podía ver el mar; corredores, ventanales de vidrio y puertas corredizas; ceniceros con forma de pescaditos, pulpos y tiburones; una cocina de 10 metros de ancho por 12 de largo y una piscina en forma de pez recubierta con azulejos y con vista a la playa; un ranchón de dos pisos que servía para bailes y parrilladas; orgullosos cocoteros y una terraza que, de acuerdo con investigaciones periodísticas, se pagó con recursos que debieron emplearse para paliar los estragos del Mitch.

Parte del palacete de Byron Jerez. Fotografía tomada del archivo de El Nuevo Diario.

La investigación estuvo a cargo del periodista Oliver Bodán, quien obtuvo el testimonio de José León Prado Cuadra, exingeniero superintendente de la empresa Modultecsa, vinculada al yerno de Alemán, Jerónimo Gadea. El ingeniero corroboró lo que ya se sospechaba, que la terraza del palacete de Jerez había salido del MTI.

“En el período comprendido entre el 26 de diciembre de 1998 y el 21 de enero de 1999, Prado abandonó las labores que Modultecsa realizaba en el oriente del país —como parte de los proyectos de reconstrucción (de carreteras) asignados a dicha firma—, para cumplir una única misión: construir una terraza de 1.50 metros de altura, 75 metros de largo y 15.50 de ancho, la que ahora sirve de base a la mansión de Jerez ubicada en Pochomil Viejo”, detalla la investigación de Bodán, publicada en el semanario Confidencial.

Las labores realizadas en el palacete incluyeron el acondicionamiento del terreno y el traslado de material selecto que se hallaba a 13 kilómetros de distancia. “El país estaba en una total bancarrota, porque acabábamos de pasar un gran huracán y había obras de mayor prioridad que construir una terraza. Tuvimos que dejar abandonado parte de lo que estábamos haciendo en Chacocente”, declaró el testigo.

El personal de Spacio, la firma encargada de construir la mansión, estaba preocupado porque ya tenían listos los materiales y se les estaban oxidando. El resto del país podía esperar. Además, Jerez estaba “arrecho” por tanta tardanza.

Las obras de la terraza continuaron, con algunas interrupciones por el exceso de humedad en el terreno, y el 26 de diciembre el equipo de Prado le entró “a todo dar”. Pero al director general de Ingresos no le gustó el resultado y “se le salió la caja de lustrar”. Se la habían dejado muy pegada al muro y él la quería más cerca de la playa.

Ese día también llegó Arnoldo Alemán, aseguró el ingeniero. Andaba “en son de paseo en el cuadraciclo”; llegó “todo su grupo, todo su gabinete, montados todos ellos, andaban como 12, 15 cuadraciclos (…). Al señor Jerez lo miramos dos veces nada más como dueño de su obra, al presidente lo vimos una vez, pero en son de paseo, no de supervisión de obras, sino que andaban juntos, pasaron como que yo visite la casa que estén construyendo de un amigo, pasó el presidente platicando, jodiendo en cuadraciclo, dieron la vuelta, y el que más volvió a regresar, que se quedó, fue Byron, que es el dueño de la vivienda”.

Prado calculó que la terraza de Jerez costaba alrededor de 1.3 millones de córdobas y aseguró que eso “se pagó por medio del huracán Mitch”. “Eso no es correcto, pero el que manda, manda, así se pagó, esa fue la modalidad”.

DOMINGO intentó conocer la versión del diputado Jerez, quien salió absuelto de todos los cargos que se le imputaron, pero dijo que se encontraba en una reunión.

Byron Jerez salió bien librado de todos los juicios que enfrentó. Tanto él como Arnoldo Alemán fueron sobreseídos por jueces y magistrados sandinistas. Actualmente es diputado de la Asamblea Nacional. LA PRENSA/ Archivo personal de Oscar Navarrete

Alimentos

A mediados de 1999 en el mercado Oriental circulaban grandes cantidades de pescado enlatado y leche con vainilla que se vendían en tramos o de manera ambulante, en carretillas, a pesar de que tenían el sello del Programa Mundial de Alimentos y el rótulo de “Not for sale”, más la especificación de que eran productos “para proyectos de emergencia”.

El pescado se vendió entre 5 y 7 córdobas por lata y la leche con vainilla en tres tarritos por 10 córdobas. Esto fue verificado en un sondeo de El Nuevo Diario, el 23 de mayo de ese año.

“Sé que hay bodegas llenas, pero no sé dónde están”, comentó un joven que vendía las donaciones, aclarando que él solo era un simple “revendedor”.

En aquel momento, para muchos nicaragüenses la comercialización de productos donados significó una prueba irrefutable de la corrupción del gobierno de Alemán, pues aunque las cajas llenas de alimentos habían ido a parar “misteriosamente” a las grandes bodegas del Oriental, era necesario que primero pasaran por manos oficiales.

Agustín Jarquín Anaya, contralor general de la República en el período de la emergencia, asegura que al menos durante los siguientes cuatro meses luego del paso del Mitch no hubo mayores abusos en el manejo de los fondos y recursos. Se destinó a casi sesenta auditores que portaban chalecos de la Contraloría y cree que eso causó cierto “efecto psicológico” en los administradores de las donaciones.

“Fue imposible supervisar toditito, pero haciendo sentir que estábamos, se logró bastante control y asegurar que casi no hubiera abuso”, sostiene Jarquín Anaya, cuya gestión se caracterizó por estar constantemente enfrentada al gobierno de Alemán y sacar a luz diversos casos de corrupción.

En ese período, insiste, hubo bastante control, a pesar del enorme flujo de donaciones. “La afluencia de la cooperación fue mucho mayor que lo que puede ser ahora (con Eta y Iota), por la naturaleza misma del fenómeno”, señala. “Yo diría que durante el período de la emergencia los recursos de los damnificados fueron razonablemente usados de manera correcta y así está en el reporte que di en su momento. Si hubo abuso, se hizo de una manera escondida. Es difícil que el ciento por ciento de la actividad administrativa sea correcto”.

Y vaya que hubo abusos, porque de lo contrario los alimentos donados habrían llegado a sitios como Posoltega, en Chinandega, y no a las bodegas del mercado Oriental.

María Fernanda Flores y Arnoldo Alemán se casaron en una ruidosa ceremonia el 23 de octubre de 1999, en la iglesia de El Crucero.

Derroche

El país todavía no lograba levantarse y dependía de la ayuda de los organismos y países donantes, pero Alemán seguía llevando una vida de lujo y derroche, en compañía de sus cercanos.

Desde que asumió la Presidencia, en 1997, hasta noviembre de 2001, “usó una tarjeta de crédito American Express, pagada por el Banco Central con fondos destinados a la Presidencia, con la cual se pagó cientos de miles de dólares en gastos personales, entre los que se incluyen licor, joyerías, ropa, adornos y entretenimiento”, detalló LA PRENSA en la investigación “Criminal Derroche”, publicada en junio de 2002.

En mayo de 1999, apenas seis meses después del desastre, viajó a Estocolmo, Suecia, acompañado por su entonces prometida, María Fernanda Flores, y una numerosa comitiva de amigos y parientes.

Durante su visita al Grupo Consultivo de Suecia se le cuestionó “por qué siendo el presidente del país más pobre de los afectados por el huracán Mitch iba con la mayor delegación”. “Allá gastó 81,135 dólares, incluyendo el pago del boleto aéreo de Madrid a Estocolmo” para la esposa de Byron Jerez, de acuerdo con LA PRENSA, que tuvo acceso a un informe con los movimientos de la tarjeta de crédito asignada a Alemán.

El presidente justificaba sus viajes alegando que iba a buscar dinero para Nicaragua o que había sido invitado por los países a los que viajaba. Pero nunca pudo justificar sus grandes comitivas ni sus gastos astronómicos. Uno de esos polémicos viajes fue el que hizo a Argentina en 1998, acompañado de una delegación de más de 25 personas. Dijo que iba invitado por el presidente argentino Carlos Menem, pero el reporte de gasto indicaba que consumió 29,782 dólares.

Alemán gastaba dinero incluso cuando dormía. La noche del 6 de septiembre de 1999 consumió 6,739 dólares cuando se quedó en The Ritz Carlton Hotel de San Francisco. Y el 20 de septiembre pagó 7,667 dólares en comida en The Ritz Carlton Hotmarina de California.

Además, el 25 de febrero de 2000 derrochó 24,585 dólares en el Hotel Camino Real de México; el 23 de mayo de ese año la Presidencia pagó a Cer Interprises Inc, Rockville, los servicios de limosina hasta por 8,067 dólares. El 27 de ese mismo mes, mientras buscaba en Washington la condonación de la deuda externa, Alemán gastó 47,548 dólares. Y el 24 y 25 de julio, en Miami, pagó 4,146 dólares en una tienda de artículos para niños.

Los gastos del expresidente ocuparían muchas páginas como esta, así que baste con resumir que sus prácticas “gubernamentales” le costaron 1.8 millones de dólares al país. Sin contar los muchos millones por los que fue acusado en un proceso judicial y condenado a 20 años de cárcel, para luego ser puesto en libertad.

Actualmente sigue liderando el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) y lleva años distanciado de Byron Jerez, quien tiene una curul en la Asamblea Nacional, donde funge como presidente de la Comisión de Asuntos Laborales.

En 2003 Arnoldo Alemán fue condenado a 20 años de prisión, por los delitos de lavado de dinero”, fraude, peculado y malversación de caudales públicos, entre otros. El 15 de enero de 2009, Arnoldo Alemán fue sobreseído de los cargos de corrupción por la Corte Suprema de Justicia. LA PRENSA/ Archivo personal de Oscar Navarrete

Otros casos de corrupción

En el recuento de los casos de corrupción más emblemáticos de los años de Alemán, detallados en el artículo “La estela de corrupción de Arnoldo Alemán”, se encuentran los megasalarios (se estimó que Alemán ganaba 285 mil dólares al año), los “tarjetazos” (tarjetas de crédito emitidas por el Banco Central y pagadas con el dinero de los contribuyentes), los “checazos” (cheques emitidos por el extinto Banic para pagar deudas de la empresa Genisa, propiedad de Alemán, por un monto de 111 mil dólares); la Chinampa (finca de 615 manzanas que utilizó recursos del Estado para su construcción), entre otros.

 

Con esta portada, el 2 de noviembre de 1998, el Diario La Prensa dio a conocer las primeras imágenes de la terrible tragedia ocurrida en Posoltega.

El otro desastre

En octubre de 1998 Arnoldo Alemán tenía casi dos años de ser presidente de Nicaragua; le tocó enfrentar el embate del huracán Mitch y lo hizo de la peor manera posible. Primero con una tranquilidad pasmosa, si se toma en cuenta que la región entera era azotada por uno de los peores huracanes del siglo XX.

El 30 de octubre de 1998, mientras en el país se multiplicaban los muertos por aludes e inundaciones, el gobierno de Alemán se limitó a decretar una “situación de desastre natural” en las zonas afectadas por las inundaciones, pues consideraba que aún tenía las cosas bajo control.

Encima, el gobierno hizo oídos sordos a los llamados de la alcaldesa de Posoltega, Felícita Zeledón, quien desde varios días antes del desastre había estado avisando que toda esa zona de Chinandega estaba inundada y completamente aislada. La ignoraron incluso cuando llamó directamente a la Presidencia para informar que el aluvión ya había ocurrido y necesitaban ayuda urgente.

Como si eso hubiera sido poco, en el gobierno de Arnoldo Alemán una parte de los fondos donados a las víctimas del huracán Mitch fue desviada. Esas donaciones “nunca fueron hacia los damnificados, sino que fueron para construir mansiones en Pochomil Viejo para el señor Alemán y el señor (Byron) Jerez, hasta tener todo un complejo turístico para ellos”, señaló el exprocurador Alberto Novoa a la revista Magazine en octubre de 2018.

La mensajera que no fue escuchada

Felícita Zeledón, alcaldesa de Posoltega cuando ocurrió el deslave del volcán Casita, el 30 de octubre de 1998.

Para 1998 Felícita Zeledón tenía 52 años. La alcaldesa de Posoltega también era maestra de primaria y secundaria y licenciada en Español. El periodista Freddy Potoy la describió como una mujer “con un temple de acero, con mucha valentía”.

“La Profe”, la llamaban los posolteganos que se acercaban en busca de comida, medicina o para llorarle en el hombro por la muerte de familias enteras. Se mostró serena en medio del caos, como “inmunizada emocionalmente” ante la magnitud de la tragedia, los cadáveres incinerados y el clamor de la gente.

Fue la primera en dar la voz de alarma sobre lo que ocurría en Posoltega, pero el gobierno de Arnoldo Alemán no le creyó. Falleció el viernes 28 de noviembre de 2014 a las 4:00 de la mañana, a la edad de 67 años, debido a una enfermedad que la aquejaba.

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