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Julio Moya tiene 64 años. LAPRENSA/EDGARD RODRÍGUEZ

Las duras confesiones de una leyenda del beisbol nicaragüense: “No quería aceptar que era un alcohólico”

Una de las grandes figuras del beisbol nacional libra batallas que lo están superando, mientras deja en claro la frustración que le provoca no haber aprovechado mejor su talento

Hay molestia en su voz. Y aunque Julio Moya siempre ha sido hombre de palabra directa, esta vez sus expresiones parecieran revestidas de frustración y enojo. Su habitual sentido del humor se ha evaporado y ha dado lugar al disgusto, la incomodidad y la aflicción.

Pero su molestia es consigo mismo, con las decisiones que tomó en el pasado y que ahora lo tienen librando batallas que lo están rebasando, mientras su estado de salud se deteriora día a día, aunque su leyenda permanece firme y sus récords parecieran inalcanzables.

“Ser lanzador es lo mejor que me ha pasado en la vida, sin embargo, me hubiera gustado haber sido un lanzador con la mentalidad que tengo ahora y no con la de antes. No viviera como vivo, pasando muchas dificultades, pero esto es lo que sembré”, reflexiona Moya.

Nacido el 12 de agosto de 1956 en la comarca La Fuente, Malpaisillo, León, Moya aún se ve fuerte a sus 64 años. Tiene la contextura sólida de un trabajador del campo, pero esa es solo la apariencia. Tiene varios años de batallar contra una insuficiencia renal crónica.

Los días en los que fue capaz de forjar una campaña de 20 victorias, imponer un récord de 0.14 en efectividad, convertirse en un tiro seguro en Series Finales, derrotar a Japón y acumular 4-0 en un Mundial, parecen ahora muy distantes, mientras su semblante se marchita.

Este fue el diálogo con LA PRENSA

¿Te gustó ser lanzador? 

Claro que sí. Fue lo mejor que me pasó. Yo viví enamorado de esa posición. Si no soltás la bola, la mirada de los fanáticos no se mueve. No hay acción. Ahí está el centro de todo. Lo malo fue la mentalidad que tuve. No aprecié lo que vivía, ni siquiera tenía consciencia de lo que hacía.

¿No tenías idea de lo que hacías?

No, siempre vi el beisbol como un trabajo y aunque siempre deseaba ganar sin importar los innings que debía lanzar para eso, nunca pensé en mi familia, en mi futuro. Me gustó la distracción, me uní a malas compañías y ahora me toca andar a pie y con una cara que no le gusta a la gente.

¿Tomaste muchas malas decisiones?

Así es. Me rodee de gente que me perjudicó, que me llevó por malos caminos y yo me enamoré de esos malos caminos, a pesar de que en León tenía a alguien como Noel Areas, quien me aconsejaba y nos ponía ejemplos de gente que hasta su uniforme cambiaba por un vicio, pero no aprendí.

¿Qué te impidió hacer esos cambios? 

La juventud, la inexperiencia. Fui un tomador y no quería aceptar que era un alcohólico. Siempre pensé que yo podía dominar el licor. Incluso, fui a los alcohólicos anónimos y no aceptaba que era un alcohólico. A uno le hablan y por un oído le entra y por el otro le sale. Un grave error.

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¿Y qué es lo que más te enorgullece?

Haber sido el mejor lanzador de los años ochenta, ahí están los récords, la historia. Me enorgullece ser uno de los mejores lanzadores en la historia de Nicaragua. Haber representado dignamente a mi país y haber preparado algunos de mis hijos. También me enorgullecen los récords.

Una marca para siempre

¿Cuál récord te parece el mejor? 

Todos los que logré, pero especialmente el 0.14 de efectividad (dos carreras limpias en 128 innings) en 1984. Ese récord creo que me voy a morir yo, mis hijos, mis nietos y bisnietos y ahí va a estar. La marca de 4-0 y 1.87 (en 32.2 innings) en el Mundial de 1984 y varios más en Finales.

¿Tu brazo se afectó por sobreuso? 

Claro, los mánagers de mi época lo que querían era ser campeones y no les importaba quemar a un pitcher. Imaginate que una vez me levanté de una mesa de tragos y fui a lanzar 16 innings contra los Dantos y Edmundo Suárez. Él (Suárez) se acabó con ese juego y a mí también me afectó.

¿Y no podías parar ese manejo? 

No porque los que deciden son los mánagers y uno viene del campo con mucho temple y también con mucho orgullo y no quiere salir del montículo. Noel llegaba al box y me preguntaba cómo estaba y uno como joven dicen que bien, que puede seguir, pero a los 30 años yo ya estaba fuera.

También brillaste en la Selección… 

También, primero me fue bien en Medellín, Colombia, en 1978 cuando terminé con 3-0 y 1,89. Ahí fui el mejor lanzador y los scouts se me acercaban para querer firmarme, pero Carlos García no nos dejaba. Incluso cuando el M-19 secuestró a la Selección, yo no iba ahí porque me escondieron.

Después fue en Cuba en 1984, ¿no?

Así es, ahí terminé con 4-0 y 1.87 y le gané a Japón, al que nunca se le había ganado. Si recordás, Japón nos había ganado 19-1 en Los Ángeles en las olimpiadas y yo vi que nos dieron como nueve jorones y le dije a Noel, cuando lleguemos al Mundial de Cuba, me das la bola contra Japón.

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¿Pero se dijo otra cosa sobre eso?

Se dijo que no lancé ante EE. UU. porque había amanecido mal (de goma), pero la verdad es que todo el equipo amaneció mal porque se había dado una fiesta con estudiantes nicaragüenses en La Habana y Noel se lavó las manos echándome el problema a mí, pero todos estábamos ebrios.

¿Entonces tenías estudiado a Japón?

Por supuesto, yo los vi en la olimpiada y vi que levantaban la patita para batear y como mi arma era el control y ponía la bola donde quería, yo comencé a dominarlos con bolas inventadas, y después les soltaba mi sinker que era mi mejor lanzamiento. Se me metía bastante hacia el bateador.

¿Pero tu carrera se acabó pronto?

Sí, mis descuidos y también la falta de atención porque en los días más difíciles de mis problemas con el alcohol nadie dijo, ‘hombré vamos a ayudarle a Julio Moya por las glorias que le ha dado al país’. Y el alcoholismo me hizo paste. Por eso estoy como estoy, lo único que tengo son los récords.

¿Cuántos hijos tenés? 

Más de treinta. Yo vivo con tres que son los que tengo a cargo, pero fui un mal padre. A algunos les ayudé, a otros no. No fui nada ordenado en ese aspecto. Solo anduve picando por aquí y por allá. Yo quisiera regresar el tiempo para hacer las cosas de otra forma, pero eso no se puede.

Estás en el Salón de la Fama… 

Y eso para qué sirve. A mí no me ha representado ningún beneficio y estoy seguro que ni a ninguno de los que están ahí tampoco. Eso es puro cuento. Una vez que no servís, te desechan y vivís de la caridad pública. A mí gracias a Dios me ha ayudado el Gobierno, pero otros están peor.

Detalles

Julio Antonio Moya Espinoza nació el 12 de agosto de 1956 en la comarca La Fuente, Malpaisillo, León. Debuto en Primera División con el Carazo en 1976. Luego pasó a los Campesinos en 1977 y en 1978 al Cinco Estrellas, de donde saltó a la Selección Nacional.

Se perdió las temporadas de 1980 y 1981 por irse a jugar a Guatemala y fue sancionado. Regresó en 1982 y en las tres temporadas siguientes tuvo: 40-7 y 1.24 en 413 innings, con 42 juegos completos en 58 aperturas. En 1983 tuvo 21-3 y 1.85 con nueve lechadas.

Con la Selección brilló siempre, pero especialmente lo hizo en 1978 en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Medellín, Colombia, cuando registró 3-0 y 1.89, y luego en el Mundial de Cuba en 1984 con 4-0 y 1.87. En ambos eventos fue el mejor lanzador.

A nivel local tuvo 66-31 y 2.06 en 805 innings con 710 hits permitidos y 499 ponches propinados. En 1984 ganó la triple corona con 12-2 y 0.14 (2cl en 128 in) con 95 ponches. Participó en dos Finales y cerró con 5-0 y 0.41 en 43.2 innings lanzados.

 

 

 

Deportes Julio Moya Nemesio Porras Porfirio Altamirano archivo

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